—No quisieron hacerle daño... y ahora todo terminó peor.

Suspiró profundo y se acostó mirando al techo.

—No tengo idea de qué podemos hacer para resolver esto. Intentaré hablar con Aurora, que es el menos testarudo de los dos. El problema es que solo estaré aquí un par de días más, luego tengo que regresar a mi trabajo.

—Siento que esto haya arruinado la fiesta de tu hermano.

Soltó una risotada divertida y me miró.

—¿Arruinarla? Sebastián se enterará de esto mañana después de las tres de la tarde cuando logre pasar la resaca. Para él este ha sido el mejor cumpleaños de su vida. Además, en toda fiesta memorable hay como mínimo una pelea.

Al menos saber eso me hacía sentirme un poco mejor.

—Debo volver abajo a controlar la situación. Puedes permanecer aquí todo el rato que quieras hasta que te sientas mejor.

—Gracias —respondí e intenté secarme la cara con las mangas de mi jersey.

—No te preocupes, ¿sí? —dijo antes de salir—. Todo tiene solución.

Quería creer en sus palabras, sí que quería hacerlo, pero mis problemas solo parecían acumularse.

Me acosté en la cama y me hice un ovillo. Casi sonreí al pensar en lo irónico de la situación. Era muy típico de mí terminar llorando en todos lados, incluso en mi primera fiesta. La diferencia era que esa noche, además de triste, también estaba medio borracha.

Eché un vistazo a mi alrededor. Era un cuarto el doble de grande que el mío y tenía una decoración elegante y acogedora a la vez. Justo como su dueña, debía admitir. Alice no era en lo absoluto como había imaginado.

En la mesa de noche había dos cuadros con fotografías. En una aparecían ella, con el cabello más largo y con aspecto más juvenil, y un chico que se le parecía bastante. Supuse que ese era su hermano. No obstante, la otra parecía más actual y fue la que más llamó mi atención. También estaba ella, pero acompañada por una chica morena en ese caso. Y se estaban dando un tierno beso en los labios.

—Oh... —susurré.

Supuse entonces que sería su novia. En realidad, hacían una pareja muy linda. Me sentí un poco tonta en ese momento. Había juzgado a Alice sin saber nada de ella. A veces me convertía en el tipo de persona que más odiaba, las que se dejaban llevar por los prejuicios.

Luego de un rato logré dejar de llorar y me incorporé en la cama. Mi cabeza me estaba matando, el alcohol ya me estaba pasando factura.

Necesitaba hablar con Nick. Él debía estarla pasando fatal.

Bajé las escaleras y comencé a buscarlo entre la gente. Me había ausentado más o menos media hora, y ese tiempo había sido suficiente para que todos estuvieran diez veces más alcoholizados. La música me molestaba mucho más que antes y apenas podía moverme entre tantos cuerpos sudorosos y pesados. Si todas las fiestas eran así no sabían qué les veían los demás de divertidas. Para mí estaba siendo una experiencia traumática.

Di un par de vueltas en el salón y en la cocina. Después salí al patio y tampoco vi señales de él. Llegué a pensar que se había marchado y me había dejado sola. Mi ansiedad aumentó solo de considerar esa posibilidad.

Cuando estaba a punto de desistir, finalmente lo divisé al otro extremo del salón, apoyado a un lado de las escaleras. No estaba ahí la primera vez que pasé, podía jurarlo.

—¡Nick! —le grité, pero era imposible que me escuchara en medio de tanto ruido.

Con dificultad, me abrí paso entre la gente hasta llegar a su lado. La sangre se me heló y el poco efecto que me quedaba del alcohol se evaporó de inmediato al verlo de cerca. Andaba sin cubrebocas, pero eso no era lo peor, sino que llevaba uno de los vasos rojos en sus manos.

La chica de las mil estrellas (Serendipia) © [✓]Where stories live. Discover now