Capítulo 50:

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ARLETTE:

Las instalaciones tienen más de un nivel subterráneo, por lo que me dirijo a la sala en la que los participantes del macabro juego de la muerte se encuentran preparándose para su primera edición. Completamente rodeada por mis hombres, camino entre ellos y su equipo sin perder detalle. No solo hay integrantes de la mafia siciliana que se ven en la obligación de asentir en mi dirección a modo de respeto. La voz sobre el premio de cien millones de dólares se corrió por todo el mundo y distintas asociaciones criminales han dicho presente. Integrantes del Cartel de Jalisco y de Cali cortesía de Porfirio. Ex miembros de la Yakuza, quiénes solían estar a cargo del manejo de armas hasta que los rusos los destronaran. Reclusos recién liberados de prisión y cualquier otro tipo de criminal, definitivamente de todas las razas y colores, que podrías imaginar en búsqueda de una segunda oportunidad que solo el dinero puede proporcionar.

Incluso miembros de la Bratva.

Maksim deja de hablar con Kima, el luchador del Gulag que ayudé a venir a los Estados Unidos y que entrará al laberinto, cuando me detengo frente a ellos. Fue el único ruso que Vicenzo admitió, así que la mafia roja ha depositado todas sus esperanzas en él. Hay varios de sus soldados y miembros de alto rango de Chicago alrededor, quiénes ya no temen por sus vidas debido a que mi hija ha sido entregada y la amenaza sobre sus cabezas desecha. Rondion, quién es el hombre que más posibilidades tiene de ser quién termine ocupando el puesto de Iván, se encuentra a su lado junto a Víktor. El chico aparta su vista de mí cuando mis ojos caen rápidamente sobre él. Su labio inferior está partido y su pecho se encuentra expuesto debido a que no trae nada en la parte superior. Está arrodillado en el suelo con las palmas mirando hacia arriba sobre sus rodillas. Tras tragar el nudo en mi garganta, me dirijo a su amo.

─¿Cómo sigue tu mandíbula?

Rondion se tensa, pero logra contener todo el odio que siente hacia mí y sonreír.

Le doy el crédito de ello.

No solo rompí su mandíbula, también hice que Alik asesinara a su hermano frente a él.

─Mejor. Gracias por preguntar ─responde, todavía usando un tortuoso aparato de aluminio que mantiene sus dientes juntos para que los huesos vuelvan a su sitio.

─Me preocupo por mis socios. ─Miro a Maksim─. Mi esposo me dijo que querías hablar.

Los ojos de Rondion brillan con molestia ante mis palabras.

Este impide que Maksim diga cualquier cosa, adelantándose.

─No le aconsejo que hable con ella, señor ─dice, lo cual casi no entiendo debido a toda la baba que escupe por el aparato─. Hay demasiados testigos y sus superiores terminarían siendo informados. También estaría siendo mal visto por nuestra gente.

Separo los labios para decirle que se calle, pero Maksim se deshace de él con facilidad.

─No tengo ningún problema si se enteran que estaba discutiendo los términos para una tregua ─dice─. Para eso fui enviado aquí, lo cual no habría sido necesario si hubieras hecho bien tu trabajo y hubieras identificado una amenaza.─Sorprendiéndome, toma las orejas de Rondion y las aprieta con fuerza─. Agradece que te estamos dando la oportunidad de tener un puesto aquí en Chicago en lugar de matarte. ─Lo suelta cuando el hombre empieza a temblar, en esta ocasión cediendo al impulso de matarme ya que ya no es el enlace entre Estados Unidos y Rusia, el cual era un cargo mucho más alto que el solo estar al mando de Chicago y de sus ciudades aledañas. Tras humillarlo, Maksim ajusta las solapas de su traje y se gira hacia mí. Después de que nos hemos alejado del grupo de la Bratva, los cuales también fantasean con matarme con la misma intensidad con la que Rondion lo hace o más, finalmente habla─. A diferencia de los italianos, los rusos no nos caracterizamos por dejarnos llevar por los impulsos, pero eso ya lo sabes, Vólkova. Lo quieras o no, lo que te hace un oponente digno es lo mismo que tanto odias. ─Sus ojos dorados se enfocan en los míos cuando nos detenemos junto a una mesa repleta de aperitivos─. Si los hago prometer que no te matarán, no lo harán. Así de simple.

Vólkov © (Mafia Cavalli III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora