Capítulo 67. Villachocho Tunante.

Comenzar desde el principio
                                    


El camino continuó en esa tesitura, entre canciones de orquesta, bailes ridículos, miradas de complicidad y algún que otro gesto de amor entre las jefas de las tunas de filología y matemáticas. Bajaron las ventanillas para que el pelo se les agitara como si tuvieran un ventilador delante y, cuando aparcaron frente a la casita que María tenía en la sierra, se quedaron a terminar la canción dentro del coche mientras las demás salieron corriendo hacia el vehículo para acompañarlas. 


- ¡Vas a volverme loca, por qué, vas a volverme loca, ¿no lo ves?! ¡Vas a volverme loca, y al final te tendré o sé que la razón voy a perdeeeeeeeeeeeeeeer!

- Buah -Ici soltó todo el aire que tenía dentro en un enorme suspiro tras la actuación y asintió con respeto-. Este coche era el bueno para venir, me cago en la puta. 

- Perdona que te diga -se quejó la Mari-, no sé qué tiene de malo haber venido escuchando la Fiesta pagana. 

- No soporto el Lamento boliviano, María, lo siento. 

- África, tu novia no tiene ningún gusto, tenlo en cuenta para vuestro futuro. 

- Si no escuché esa canción mil veces aquel verano, no la escuché ninguna. Ven aquí, morena -Ici tiró de la mano de su científica y pasó las manos por su cintura cuando la tuvo frente a ella-. No le hagas caso, este coche era el bueno porque venías tú en él. 

- Awwwwwww -suspiraron todas. Alba las observó con el ceño fruncido y se fue correteando al lado de Natalia. 

- Tiene razón, nuestro coche era el mejor porque estábamos nosotras -le susurró al oído, de puntillas. 

- Somos las mejores, Albi, pero no se lo digas a las demás que se ponen celosas. 

- Vale -asintió, muy seria, subiéndose las gafas, aceptando la petición. 

- Bueno, chochonas, vamos descargando los coches que tengo ganas de destruir de mis neuronas los apuntes que me he tenido que empollar estas dos semanas con un millón de cervezas. 

- Venga, Mari, dejemos que las parejitas tengan su momento -Sabela se fue hacia ella y abrieron el maletero de su coche. 

- Ni de coña se van a escaquear, ¡vamos, moviendo el culo, encoñadas! 

- Ya vamos, ya vamos -le dijo Afri en tono de "sí, sí, ya te vimos" mientras besaba a Ici. 

- Me vacilan las frikis, Sabela, ¿cómo he podido permitir que esto sucediera?

- La pirámide social se ha equilibrado y me congratula, ¿a ti no? 

- Pues sí, pero sin pasarse -se incluyó Julia, cogiendo unas bolsas y perdiéndose dentro de la casa. 

- Vamos, rubia, que no quiero que nos echen en cara que no hemos ayudado o nos tocará ser sus esclavas todo el día. 

- Como tú fuiste mi esclava de mojitos, ¿a que sí? -le preguntó con una sonrisa tímida, recordando aquellos días en los que Natalia se esforzaba tanto por hacerla sentir cómoda. 

- Exacto. Pff, Albi, cómo me gustabas ya por aquel entonces. 

- ¿Te... te cuento un secreto? -cogió bolsas ella también y esperó a que Natalia se pusiera a su lado. 

- Por supuesto, nena. 

- Tiraba mojitos en las plantas para que me tuvieras que hacer más y poder pasar un ratito contigo mientras me los preparabas. 

- ¿En serio? -abrió mucho los ojos y le dio un golpecito hombro con hombro como regaño. 

- Sí. Es que... es que yo creo que a lo mejor un poco me gustabas, ¿sabes? Me encantaba estar cerca de ti a solas, porque con tus amigas eras un poco estúpida a veces. Me... me gustaba mucho cómo me tratabas y tu manera de hablarme. 

TunantasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora