|PRÓLOGO|

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|Prólogo|

A veces se perdía en su mirada color miel sin que ella lo note, la veía caminar por el jardín con un libro en mano mientras limpiaba sus lágrimas con su vestido marfil. La escuchaba tocar el violín día y noche en la habitación más alejada de la mansión. La sentía con su suave tacto, transmitiéndole todo aquello que con palabras no podía decir.

Él estaba corrompiendo su pureza, era consciente de ello y le dolía en el alma hacerlo, le dolía porque ella era un ángel, su ángel. Y le dolía porque sabía que él era el mismísimo demonio–y los demonios no tienen permitido enamorarse de criaturas tan puras y serenas como lo eran los ángeles–. Ella llegó para arruinarlo, machacarlo, hacerle sentir aquello que jamás conoció, que no tenía conocimiento alguno, y se sentía sorprendentemente tan bien que le era imposible de creer.

Ella llegó para ser su perdición.

Le parecía fantástico como las estrellas brillaban sobre sus pequeños cuerpos y la luna llena iluminaba con una perfecta luz tenue todo aquello que los farolillos no.

Metió la mano dentro del bolsillo delantero de su pantalón y sacó un rollo blanco para luego llevarlo entre sus labios y prenderlo con la punta de su varita.

— ¿No quieres inhalar cocaína también? Digo, para matarte más rápido. —Ironizó.

Soltó una pequeña carcajada mientras se sentaba debajo del limonero y le daba dos golpecitos al césped invitándola a que imite su acción. Escuchó como su pelirroja bufó y obedeció, sentándose bruscamente a su lado, con las rodillas en su pecho y los brazos alrededor de las mismas, como si las cuidara de algún peligro. Su labio inferior estaba atrapado carnalmente entre sus dientes levemente separados y sus ojos miel se posaban en algún lugar oscuro del jardín, con el ceño fruncido. Como solía estarlo cuando le molestaba el desinterés de Riddle hacia su salud.

—Eres ridícula, Bridgerton. —Escupió con gracia. La mirada furtiva de la menor alteraba sus sentidos y soltó el humo en su rostro para apartarla.

Sabe Merlín que cosas imprudentes comenzaban a cruzarse por su cabeza.

—Eres tan desagradable, Riddle— se quejó frotándolos—. Joder, ahora me lloran los ojos.

—Tú siempre lloras...

— ¡Oh, calla! —Exclamó risueña, empujándolo suavemente con el codo— Ya no lloraré nunca jamás, lo prometo.

Rodó los ojos ante su clara mentira y le dio otra calada a su Skunk, admirando y resguardando en su memoria el momento preciado. Momento en el que ella le sonreía a él.

—Encontré la solución... —Comentó, soltando el humo que se desvaneció rápidamente en la brisa primaveral—. Y eres tú.

Runa Bridgerton le sonrió dulcemente, estupefacta por lo que acababa de decir, a la par que sus mejillas tomaban un inocente color rosado y sus ojos brillaban bajo la luz de la luna y las estrellas.

Y Tom Riddle cayó en un pozo del que sabría que jamás iba a poder salir.

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••TE ODIO••Where stories live. Discover now