|XVII: DORCAS|

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|Dorcas|

Era de madrugada y el sueño parecía distanciarse cada vez más de Runa Bridgerton, cerraba sus ojos con fuerza para forzarse a dormir y aun así le era imposible conciliarlo. Se rindió luego de unos minutos, sentándose al borde de la cama con molestias, observando las gotas enormes de lluvia azotar su ventana.

Tomó la vela de su mesa de noche y el libro robado de la pila que Tom Riddle había dejado en la biblioteca, recuerda con claridad haberlo visto leer ese mismo libro; su cuerpo se ponía rígido y muchas veces debía cerrarlo para tomar aire. Era consiente de que se trataba de un relato erótico, no sería el primero que leía ni mucho menos, pero no podía evitar sudar al concebir la idea de que los entumecimientos de su raptor se encontraban en la palma de su mano.

Tenía el poder de comprender un poco más los deseos de aquella persona con la que tantas pesadillas compartía y se sentía nerviosa hasta la última célula de su cuerpo. Suspiró antes de tomar asiento en la mecedora, acompañada por el sonido de la lluvia nocturna.

Detestaba seguir pensando en él en momentos desafortunados como este, no poder borrar de su mente la sonrisa poderosa que se crea en su rostro cuando sabe tener razón, el color verde profundo de sus ojos y lo extrañas que son sus pupilas cuando raramente se dilatan al verla hasta oscurecerse. Las páginas pasaban con rapidez, la lectura ligera no ayudaba en el intento de sacarse el ser oscuro de su cabeza, punzando el punto abandonado en su entrepierna.

Las tiras de su sostén parecían quemar sus hombros ante el eufórico calor que la había poseído. Centrada en su anatomía más profunda las dejó caer hacia sus codos con su mano libre para luego descender por su abdomen afiebrado. Jamás se había sentido de esa forma tan libertina, deseando el calor humano entrando en su interior. Reposó una de sus piernas sobre el apoyabrazos de la mecedora obteniendo más espacio para descubrir las zonas que gritaban ser acariciadas, contorneando las caderas ante el impulso de ejercer presión.

El reflejo del ventanal retrataba con claridad la forma en la que sus dedos bailaban debajo de sus bragas humedecidas, con un increíble chapoteo que se fundía junto el leve ruido de la–ahora–lluvia en calma. El espectáculo creado por aquellos jadeos silenciosos que empañaban la habitación en un meceo hipnotizante, en una pose tan sensual al dejar caer el libro sobre su pierna y sus senos descubiertos, imaginando tontamente ser observada a través de la puerta que había dejado semi-abierta para–y exclusivamente–la habitación de enfrente, la llevaron al extremo éxtasis, inundando sus falanges en fluidos pegajosos.

Se recompuso unos cuantos segundos después cuando la lluvia retomó su fuerza natural con azotes fuertes sobre el cristal reluciente. Sus mejillas seguían igual de rojizas como cuando el reflejo capturó su imagen fogosa complaciéndose y la intensidad del calor no parecía querer disminuir.

Corrió escaleras abajo, cubriendo su cuerpo con un vestido a medio cerrar que se elevaba cada que descendía un escalón. Necesitaba un vaso con hielos para extinguir el fuego en su interior, creía que de no ser así se ahogaría en llamas tan fuertes como un incendio forestal hasta derretirse. La fría oscuridad no era suficiente, quien la abrazaba en su travesía hasta la cocina, iluminándola en puntos específicos donde las velas no se apagaban.

El primer vaso con agua se lo bebió en tres segundos; el segundo lo derramó sobre su cabeza y, luego de saciar su sed, se dejó caer sobre la silla de madera, notando dos pequeños ramos de flores sobre la mesa; uno con el nombre de Eloise y otro con el suyo. Le sorprendió ver aquellas hermosas flores moradas similares a la lavanda dirigidas hacia su persona, creía que el obsequiar flores era algo demasiado romántico como para poder vivirlo en carne propia, sin embargo allí se encontraba, anonadada por aquél gesto.

••TE ODIO••Where stories live. Discover now