- N-no re-c-cuerdo ha-aber dicho é-éso -que alguien me mate por favor. ¿¡Desde cuándo tartamudeo al hablar!? ¡Dios!. Respiro profundo y lo miro, tiene ésa mirada divertida porque sabe porqué estoy hablando así de idiotizada, estúpido engreído-, pero igual gracias por éso -no quiero mirarlo a la cara, tengo la maldita y estúpida sensación de que estoy peor que un maldito tomate. ¡Please! ¡Kill me!.

Estoy tan concentrada en mi cara y el sonrojo absurdo que tengo que no noto cuando está adelante mío con ésa hermosa sonrisa que te derrite.

- Princesa no tengas vergüenza -agarra mi cara y hace que lo mire, su mirada es tan penetrante y profunda que me hace mirar hacia abajo, pero él vuelve a subir mi cara. Tiene una mirada cariñosa, comprensiva y en cierto punto tierna-, el que tendría que tener vergüenza debería de ser yo, porque te cambié de ropa y pude haber visto algo, pero no fue así, por ende no te sientas mal porque no vi nada y no lo voy a hacer si vos no querés -¡Dios! Éste hombre es perfecto. ¿Se puede ser más perfecto que éso? Porque yo creo que no.

- Gracias -carraspeo porque me resulta incómodo ésto.

Vuelve a sonreír y juro por Dios que me siento mojada pero no es ni mi pis, ni la visita de Andrés.

Ustedes ya saben a lo que me refiero -guiño guiño.

- No me agradezcas princesa -siento como pasa su brazo por mi cintura y me acerca a su cuerpo, al hacerlo con su mano libre acaricia mi cara, como si estuviera hecha de porcelana y no quisiera que se rompa- ¿Alguna vez te dijeron que te ves hermosa por las mañanas? Aunque creo que es medio día pero igual te ves hermosa -me derrito, alguien que me ayude a estar firme, porque me fallan las patitas de pollo.

Me río por lo que dijo, porque me debo ver fatal, siempre me despierto toda desparramada, con el pelo hecho un nido de pájaros y si me dormí maquillada debo tener todo el maquillaje corrido.

¡Dios! ¡Debo parecer un monstruo!.

- Me debo ver fatal -digo. Y no podemos decir que él se ve mal, porque está para pecar por siempre. Tiene su pelo un poco desordenado, lo que hace que parezca un chico malo, más su voz ligeramente ronca, cosa que le dá un toque de seguridad a sus palabras y ¡Por favor¡ ¡Qué hombre!.

Me muerdo el labio al ver lo bueno que está y más con ése físico todo marcado.

No me molestaría estar encerrada con éste hombre durante una semana.

Después de todo, no sólo de pan vive el hombre.

- No te muerdas el labio por favor -pide y yo lo miro como ¿What's?- en serio, si lo seguís haciendo no voy a poder controlarme -automaticamente dejo de morder mi labio, entendí lo que quiso decir y no quiero que pierda el control.

¡Hace calor! ¡Dios!.

Noto como su mano acaricia mi boca, trazando los bordes. Mira detenidamente ésa zona de mi cara y puedo ver como sus ojos denotan el deseo que tiene de besarme y yo estoy igual que él.

Quiero besarlo, quiero que me bese.

Necesito que lo haga, siento un deseo inexplicable de que me bese, de que me haga sentir, de cierto modo, suya.

No entiendo porqué me siento así, como si mi cuerpo pidiera a gritos que él me bese, que me haga llegar al maldito cielo, con tan sólo besarme.

Y lo que tanto queríamos que pasara, pasó.

Me besó.

Siento su boca sobre la mía, es sólo un roce, como si tuviera miedo de que no quiera besarlo.

Así que lo agarro del cuello y lo acerco aún más.

Sonríe en medio del beso porque sabe que yo también quería ésto.

Enamorada de mi psicólogo©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora