Marcada.

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Existían muchas cosas que captaban el interés de Natsu Dragneel, una buena pelea siempre era bien recibida, un delicioso fuego era una apetecible fuente de alimento y revolotear por el gremio desafiando a todo aquel que le pareciera fuerte, era un gustazo que realizaba diariamente. Sin embargo, desde hace algunas horas, había descubierto un nuevo interés que captaba su completa atención.

Un aroma; si, siempre le había encantado ese aroma, aunque nunca se hubiera detenido a pensarlo. Era por ese aroma tan delicioso que invadía el departamento de la rubia cada que podía, dormía en su cama y aprovechaba cualquier oportunidad para molestarla. Solo era porque le gustaba ese aroma que ella desprendía, tranquilizándolo y dándole la sensación de que se encontraba en casa cuando estaban juntos. Pero, solo era eso, ¿verdad?

El joven de pelo rosa y expresión confundida, sacudió su cabeza intentando alejar el enjambre de pensamientos que le perseguía. Nunca le había gustado pensar demasiado las cosas o reflexionar en exceso sobre sus acciones, él prefería seguir su instinto y resolver sus problemas de forma directa con un par de puños. Sin embargo, en esta situación tan particular, no existían enemigos a los que abatir y tampoco podía resolver sus dudas golpeando a alguien.

—Gehe —una reconocible risa burlona se escuchó a su espalda, logrando que Natsu decidiera olvidar por un instante sus dilemas para encararlo—. ¿Sigues sin entenderlo, Salamander?

Tal vez no podía aclarar su mente con golpes, pero la posibilidad de liberar parte de su frustración golpeando al causante de todo ese embrollo, resultaba de lo más tentadora para él.

Para entender mejor lo que había sucedido, retrocedamos unas cuantas horas en el tiempo. Volvamos al tranquilo desayuno que compartían los miembros de Fairy Tail en su gremio, celebrando que dentro de unas horas partirían al tan ansiado evento "Los Grandes Juegos Mágicos".

Tal cual era la costumbre, las risas no faltaban y las pequeñas conversaciones se alzaban unas sobre otras, ocultando las pequeñas discusiones o los desafíos que surgían de la nada. En medio de todo ese alboroto, se encontraba Natsu, sentado en una de las tantas mesas, terminando de comer la gran ración de desayuno que Mira le había servido a él y a su pequeño compañero, Happy.

Estaban dando los últimos bocados para dejar impecables sus platos, cuando el Dragon Slayer del Metal se acercó.

—Hey, Salamander, ¿has visto a la coneja?

—Ngfo —respondió el interpelado sin dejar de comer, pasando por alto la actitud impaciente con la que era observado.

—¿Y no tienes idea de dónde pueda estar? —insistió—. La enana está buscándola como loca.

Contra su propia voluntad, Natsu interrumpió su desayuno para seguir con la mirada la dirección que señalaba el pelinegro.

A unas cuantas mesas de dónde se encontraban, Levy caminaba impacientemente, deteniendo a todo aquel que pasara cerca suyo para preguntar por el paradero de su amiga. Ciertamente, a simple vista parecía tratarse de algo urgente y la expresión del pelirrosa cambió a una pensativa, intentando adivinar dónde se encontraría su compañera de equipo a esas horas.

—¡Ya sé! ¿Por qué no la buscas por su olor? —dijo Natsu, mostrando una sonrisa orgullosa por la brillante solución que se le había ocurrido, olvidando por completo su propósito inicial.

Gajeel retrocedió un paso ante sus palabras, con la incredulidad reflejada en cada uno de sus gestos. No es que fuera tan raro qué el pelirrosa tuviera una idea brillante, pero aun así, lo observaba como si estuviera hablando con un bicho raro.

—Lo haría, pero como la tienes marcada, resulta muy difícil distinguir su olor —gruñó de mala gana, para después fruncir el ceño al percatarse de la confusa mirada que le dirigía el pelirrosa.

Su aromaWhere stories live. Discover now