Capítulo 07: Corazonada

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Noté que Chloe traía puesta no solo su silla de montar, sino el pequeño bolso adaptable para pequeños equipajes. Aquel detalle me preocupó bastante, porque si Ember le puso a Chloe la silla de montar, es porque intentó escapar, y si Chloe está aquí, es porque al final no lo logró.

Mis piernas ardían como si estuviesen siendo picoteadas por miles de abejas de fuego, y el dolor causaba que incluso a mí me resultara difícil mantenerme de pie, eso aunado al hecho de que no podía ver nada con mi ojo cegado. Con la ayuda de Chloe, me puse de pie y me monté sobre la silla —: Vamos, chica.

Chloe tomó impulso y saltando el cerco, corrió hacia nuestra casa atravesando el último corral de vacas.

El olor a humo y a carne quemada se hacía cada vez más notorio en el ambiente y una inexplicable preocupación me hizo espolear a Chloe para que acelerara el paso.

—¡¿Eso es…?! —vi desde lejos un cadáver tirado justo frente a la puerta de casa, evidentemente calcinado… Pude notar que era una mujer, una de cabello rojo.

«No, no, por favor no» salté del lomo de Chloe y corrí hacia allá.

Siempre me he preguntado si mi don de suprimir el dolor físico al entrar en pánico es propio, o si a todo el mundo le sucede lo mismo… El punto es que ver aquel femenino cadáver despertó en mí el presentimiento de que lo peor había sucedido, y aquel incontrolable temor me hizo ignorar incluso mi sentido común e ir a ver.

—Un momento… —solo medité un poco en ello cuando estaba frente al cadáver, cuando las evidencias eran obvias.

«Ember es un dragón rojo igual que yo. Ella no podría morir calcinada porque sus escamas absorberían el fuego» entendí. Y al observar a aquella chica, noté que su cabello no era rojo sino anaranjado muy oscuro, y utilizaba por armadura un traje similar al de Missa.

Vaya mala suerte que una chica pelirroja con peinado similar al de Ember justamente sea asesinada frente a mi casa… Es como si el destino quisiera burlarse de mí.

—¿Tú hiciste esto? —pregunté a Chloe. Ella me miró confundida y luego se acercó a olfatear el cadáver, para luego morder el brazo calcinado de aquella mujer y comerlo.

Conozco la forma de actuar de los lobos… Siempre luchan en manadas, por lo que, junto con ésta chica, muy probablemente haya venido un escuadrón de unas ocho personas tras mi hermana. La amenaza aún no había terminado.

No estaba en condiciones de luchar de nuevo, por lo que no tenía un plan en caso de que aún estuviera alguien en casa. Pero eso no importaba, no me importaba nada.

La casa donde vivimos es bastante grande, diría que demasiado para la poca cantidad de cosas que tenemos. El hecho de que luciera vacía no era novedad, pero no solo estaba desordenada sino hecha triza, como si una manada de Ankilosaurios hubiera pasado corriendo por ella.

Y en medio del devastado panorama otro cuerpo calcinado estaba tirado en el suelo en las mismas condiciones que la mujer de la entrada. Una de las paredes centrales había sido atravesada por alguien con muchísima fuerza, y en el suelo cercano a dicha pared yacía un hombre muy alto aplastado y muerto.

—¡Ember! —grité esperando recibir una respuesta—. ¡Ember! ¡¿Estás allí?!

Corrí por las escaleras hacia el segundo piso, trastabillando por el dolor de mi muslo. Busqué en los alrededores a mi querida hermana, corriendo por los pasillos hasta llegar a su habitación.

Exceptuando su colchón relleno de paja, su habitación estaba prácticamente vacía. Se llevó las pocas pertenencias que tenía dejando el lugar desolado… Una nota se encontraba clavada a su clóset.

Mastema I: Alianza de PlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora