Capítulo 5 - El sonar de las Campanas

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El minotauro se tambaleó y retrocedió, de manera torpe, un par de pasos hacia atrás mientras presionaba su mano contra el costado para tratar de detener la salida de sangre. Tras contemplar un par de segundos su herida, el monstruo llegó a la conclusión de que, ganase o perdiese, su tumba estaba ya cavada, así  pues solo le habían dejado dos alternativas: o bien se dejaba asesinar por la chica de cabello rubio, o resistía hasta el final y luchaba a matar. 

En la distancia, Aiz se mantenía en guardia con la espada en alto, preparada ante cualquier movimiento que su enemigo pudiese emplear contra ella, sin embargo, este seguía quieto y taponando su herida mientras tomaba fuertes tragos de aire. ¿Sería algún método de distracción para obligarla a bajar la guardia?

Aiz negó con la cabeza

- No, no lo creo

Era algo imposible, a simple vista aquel minotauro no era sino otro de los muchos a los cuales había asesinado con el filo de su espada, monstruos incapaces de razonar por su propia voluntad, por otra parte, de ser cierta su teoría, no había nada capaz de explicar el porqué aquel monstruo parecía haber desarrollado, de una manera peculiar, una especie de intelecto particular al igual que los Xenos.

Aiz apretó los dientes y dejó escapar un gruñido. ¿Por qué demonios era incapaz de lanzarse a atravesarle y punto? Analizó su cuerpo de pies a la cabeza con la mirada, había algo en él... Diferente. Algo que le daba mala espina y le impedía entrar en acción. La impotencia hacía que le hirviera la sangre, provocando así, un temblor repentino en su sistema nervioso que se propagó como una llama por todo su cuerpo.

- ¿Por qué? - se preguntaba Aiz con la voz quebrada

Alrededor del minotauro surgió una especie de aura oscura casi imperceptible ante la vista, pero de la que Aiz fue capaz de percatarse casi sin esfuerzo. El minotauro retiró su mano del costado y bajó el brazo, la sangre volvió a emanar de su herida casi instantáneamente, sin embargo no parecía importarle en absoluto. El minotauro recogió su hacha del suelo mientras parecía como si la potencia del aura que le rodeaba se visibilizase cada vez más. Ignorando este dato, Aiz Wallenstein se deshizo de todas sus preguntas y cerró los ojos, conectándose así, por decirlo de algún modo, al interior de la mazmorra. En ese instante, Aiz sentía cada una de las vibraciones a su alrededor, las pequeñas corrientes de aire del interior de la mazmorra, la más leve vibración del suelo o, un desprendimiento de una simple piedrecita, Aiz era capaz de sentirlo todo, se había conectado al calabozo.

El minotauro extendió su brazo armado hacia un lateral y se lanzó al ataque hacia Aiz, esta aguardó hasta que el minotauro estuvo lo suficientemente cerca suya e intentó asestarle un corte lateral para esquivar con creces el ataque de un salto en vertical, aprovechando la situación que la princesa acababa de proporcionarle, el minotauro trató de repetir el mismo ataque que llevó a cabo contra Mikoto y movió su brazo desarmado a gran velocidad en dirección a Aiz, esta, a su vez, dejó escapar un soplido y una cortina de viento mágico huracanado se arremolinó a su alrededor. Al impactar contra ella, el puño del minotauro se hizo trizas y este aulló de dolor, en ese instante, Aiz abrió los ojos y giró sobre sí misma asestándole una fuerte patada al minotauro en la mandíbula, que lo lanzó directo contra la pared lateral del pasillo. Después de aterrizar de nuevo en el suelo y esperar unos segundos alguna reacción de su enemigo, se autoconvenció de que lo había matado y envainó de nuevo su arma.

Aiz frunció el ceño y se giró hacia la aventurera que acababa de salvar

- Era solamente un minotauro - dijo tranquilamente - ¿cómo puede ser que os haya causado tantos problemas?

Danmachi: Una Leyenda OratoriaWhere stories live. Discover now