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Un rato más tarde, después de haber puesto un poco de orden a las provisiones del campamento, voy a revisar las trampas que puse antes. Me alegra comprobar que en una de ellas ha caído un conejo gordo que seguro que está delicioso. Todavía está vivo, estas trampas no matan a las presas. Abro la jaula y lo agarro de las orejas antes de que pueda escapar. Podría matarlo, pero no estoy acostumbrado a tratar con comida que se mueve y como no quiero estropear la carne, decido llevarlo al campamento.

El animalito se revuelve intentando liberarse, tal vez sepa lo que le espera, pero yo lo agarro con fuerza a pesar de que me esté haciendo arañazos en el brazo. Es de color marrón y sus ojillos negros miran desesperados en todas direcciones buscando una salida. Por un momento, el conejo me recuerda a los demás tributos: asustado, indefenso y sin posibilidad de huir. Me da tanta pena, que me planteo dejarlo libre pero enseguida descarto la idea, solo es comida. He comido miles de conejos en mi vida aunque a ninguno de ellos los haya cazado yo. Me doy cuenta de que si no he querido matarlo, no es solo porque no quiera estropear la carne, es porque si puedo evitarlo, no quiero ser el responsable de extinguir otra vida.

Mis pensamientos se evaporan cuando llego al campamento. Cato y Clove está allí y cuando ella me ve aparecer con la presa, se acerca cuchillo en mano y se lo clava en el pecho al conejo. La sangre me salpica en la cara y en la camiseta y el animal se retuerce de dolor en mis manos. Clove se parte de risa al ver el espectáculo.

-Buena presa, chico amoroso.-Me dice entre risas.

Cato no se ríe, más bien tiene pintada en la cara una sonrisa de suficiencia. Clove se lleva el conejo para despellejarlo y lo hace con muy poco cuidado, está organizando toda una carnicería con el pobre animal.

Como no me apetece sentarme con esos dos, voy a lavarme las salpicaduras de sangre de la cara. Deben de ser las seis o las siete de la tarde y Cato acaba despertando a los demás con un par de gritos. Cuando estamos todos despiertos, me encargo de cocinar el conejo (que se ha quedado en nada) y lo acompaño con unas cuantas verduras de lata y algo de puré de patatas instantáneo que se hace con solo mezclar agua con unos polvos amarillos.

Esperaba que comiésemos en silencio porque la mayoría se acaban de despertar pero la conversación está muy animada. Esta vez no es solo Cato el que habla y los demás están recordando a sus familias.

-Mi padre siempre me animó a que participase en los juegos.-Cuenta Marvel.-Decía que no valgo para ninguna otra cosa y por eso me apuntó a la academia para entrenar desde pequeño porque si no iba a acabar trabajando en la producción de diamantes.

-¡Oh! ¡Diamantes!-Salta Glimmer moviendo su cabellera rubia.-Por eso me apunté yo a la academia, quería ganar para ser rica y tener una casa llena de diamantes...

-¿Todos habéis estado entrenando para los juegos?-Pregunto.

Los cinco asienten.

-¿Tú no?-Pregunta Kaitylin sorprendida.

-No, yo era panadero.-Explico.-En el distrito 12 las cosas son bastante diferentes, allí bastante tienes con no morir de hambre.

-¡Por eso los del 12 siempre os morís el primer día!-Exclama Cato despreocupadamente.-Yo llevo entrenando desde siempre, quiero traer la gloria y la fama a mi distrito y a mi familia.

-¿Y tú, Kaitylin?-Pregunta Glimmer.-¿Por que quieres ganar? Al fin y al cabo, te presentaste voluntaria.

Kaitylin abre la boca para contestar, pero la vuele a cerrar indecisa y mira a su comida. La veo morderse el labio inferior.

-Para ser rica ¿Qué si no?-Contesta al fin, pero por como ha temblado su voz, sé que miente.

Un paracaídas que desciende del cielo hace que nos olvidemos de la conversación. Cato lo coge antes de que llegue al suelo y retira el envoltorio.

Dentro hay otras tres linternas y un montón de pilas, probablemente suficientes hasta que acaben los juegos. Me pregunto si Haymitch habrá tenido algo que ver con el regalo y si estará trabajando con los mentores de los profesionales. No tengo ni idea, lo que está claro es que esta noche me ahorraré tener que llevar antorcha.

Cuando está a punto de anochecer, nos ponemos en marcha para salir de cacería nocturna. Esta vez es Glimmer la que tiene que vigilar el campamento. Entramos en el bosque y oigo el himno del Capitolio. No espero ver ninguna cara en el cielo porque no hemos oído ningún cañonazo, pero si que aparece alguien. Es la chica de anoche, la que maté. Es cierto, su muerte fue hoy de madrugada.  No quiero pensar en ella aunque me resulte imposible, así que me intento centrar en otra cosa. ¿Cuántos días llevamos en la arena? ¿Dos? Si, eso creo. ¿Y cuántos me quedan? No muchos. Si Katniss gana, significará que los demás estamos muertos y si ella muere...bueno, a mi ya no me quedará nada por lo que luchar ni ninguna razón para seguir viviendo.

Así "Lo-Ve" Peeta (Los Juegos Del Hambre)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora