I. Cautiva

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SE  HABÍA TERMINADO

F I N A L M E N T E

LA ÚLTIMA ALMA YACE FRENTE A NOSOTROS...

Pero, ¿a qué costo?

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No emitió ni un grito ni una queja más allá de los gemidos que se ahogaban entre la sangre burbujeante de su esófago, en su garganta. Inmóvil, dio su último respiro como una suave caricia en la nuca y luego se quedó colgada en silencio.

Los pasos de la Capitana retumbaban por el viejo puente, caminando cautelosamente hasta el presuntuoso cadáver de la pequeña criatura humana colgando de sus armas. Apuntándole con otra de sus lanzas a modo de precaución por si el cuerpo se atrevía a moverse de nuevo. Al acercarse lo suficiente, pudo notar el diminuto cuerpo envuelto en manchas carmesí, que creaban ríos fúnubres que se deslizaban por las lanzas de magia y caían como gruesas gotas oscuras en las tablas de madera.

Mientras escuchaba la respiración apagarse, la Capitana rebobinó su encuentro. Su habilidad evasiva había sobrepasado sus expectativas, su capacidad para escapar de sus armas fue más que formidable, sin embargo, no lo suficiente para combatir contra su determinación.

Al final, la cría humana había sido alcanzada por sus armas en un descuido, lo que trajo su erradicación sin piedad.

Undyne permaneció en guardia hasta que comenzó a observar una manifestación rojiza sobre el cuerpo desfallecido de la humana. Un aura carmesí amorfa iba haciendo acto de presencia sobre el cuerpo de la niña, desprendiendo partículas escarlatas como pequeñas estrellas hasta dar paso a un corazón invertido, distinto a las almas de los monstruos, con un color tan vibrante de un escarlata cara y vivaz.

El último ser humano que tocaría el Subsuelo había muerto.

La Capitana de la Guardia Real deshizo las armas que mantenían empalada a la niña, escuchando como su cuerpo envuelto en agujeros, caía aguado y tibio, dando un golpe húmedo bastante marcado y repugnante.

La mujer monstruo no pudo evitar hacer una mueca de desagrado al contemplar el cuerpo perecido de la humana, que continuaba perseverando pese a que su alma yacía justo encima del mismo. Los monstruos no conservaban su cuerpo físico durante mucho tiempo después de su muerte, ¿cuánto tardaría esta humana en volverse polvo?

Ante la vista afilada de su único ojo al descubierto, le pareció notar cierto brillo dorado sospechoso provenir desde los ojos alargados de la pequeña, provocando que se acerara hacia ella por pura curiosidad, atraída por una extraña sensación de dejavú. Sin embargo, al estar frente a los globos oculares de la niña, concluyó haberlo imaginado y se recriminó por tal nivel de distracción.

Los ojos de la humana estaban lejos de ser dorados y brillantes. Sus pupilas estaban tan grandes que solamente podía admirarse un profundo y moribundo color negro, signo claro de la falta de vida en el cuerpo.

Encaró el alma y sacó de su armadura un recipiente brindado por la Científica Real para encapsular el alma, un seguro más en la difícil misión en donde surgiera el caso de no poder llevar al humano con vida a las instalaciones del laboratorio o ante Asgore.

Colocó el recipiente debajo de la esencia humana y se cruzó de brazos a esperar que el objeto hiciera su trabajo de resguardar el anima escarlata.

Era demasiado molesto tener que esperar, pero tenía órdenes estrictas de no tocar el alma bajo ninguna circunstancia. Así que no podía simplemente tomarla ella misma y guardarla. No quería que nada saliera mal al ser ya la última alma. La libertad ya era más un hecho que una esperanza ciega en esos momentos.

Seventh Soul | UndertaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora