Capítulo 8 - Tercera sesión: Pintura.

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Parecía que aquel suceso en la colina, era lo que se necesitaba para que los siete hombres perdidos y sin rumbo, se aferrasen a lo único bueno que había llegado a sus vidas.

La amistad sincera de quienes entendían su dolor.

Jackson los observaba en la lejanía, su cabello chocolate se movía con el viento mientras sus ojos se mantenían fijos en Hoseok, quién apretaba con fuerza sus pantalones mientras reía. A su lado, los demás chicos sonreían y aquella tristeza que pintaba sus rostros desde que habían ingresado el día anterior, parecía haberse esfumado por unos minutos. De repente los recuerdos tristes, los gritos, las heridas y todo lo que oprimía sus ganas de seguir, se evaporaba como si nunca hubiera existido.

Y él deseaba que así fuera siempre, pero no podía asegurarlo porque él, por experiencia propia, sabía que al estar solos revivirían cuál fénix los terribles recuerdos de sus heridas más profundas, como eternas pesadillas que los atacaban cuando estaban indefensos.

El desamor podía doler, pero sepultar toda una vida compartida podía matar. Se podían borrar los trazos de un dibujo a lápiz, como una relación inicial, vivaz y emocionante que apenas acariciaba los bordes del tiempo, pero era casi imposible borrar una pintura, como una eterna relación cuyos colores y brochazos ya se habían secado y unificado.

Bebió aquella imagen, sintiéndose feliz y dichoso por lograr que en su hotel, los divorciados encontraran de nuevo la felicidad y el camino para seguir con sus vidas, a pesar de sus corazones heridos.

Minutos después, mientras regresaban del hermoso jardín que se extendía como una pintura infinita, el sol brilló en su punto más alto cuándo todos llegaron a la fuente de las dos sirenas en la entrada del hotel. Entre risas y bromas como si fueran adolescentes, ascendieron por las escaleras y se dirigieron a sus respectivas habitaciones para cambiarse.

Seokjin observó a Namjoon, ambos con sus manos sujetadas con fuerza, como si al soltarse temieran que el momento íntimo y de reflexión que habían compartido, se evaporará. Cómo si aquella confianza momentánea desapareciera y la soledad los embargara de nuevo al estar solos en sus habitaciones.

—¿Nos vemos mañana?— Preguntó Namjoon, sus ojos buscando cualquier mancha en sus zapatos, demasiado tímido y avergonzado para mirarlo. Pero ahí, en sus orbes brillaba el deseo, la cruda necesidad que le exigía mantenerse al lado del pelinegro lo más que podía.

Y Seokjin se sentía atraído, maldición, no podía detener los profundos y rápidos latidos de su corazón y no sabía si era correcto caer por cada simple gesto del atractivo hombre frente a él.

Había transcurrido un año desde que Ken y él habían terminado, seis meses desde que habían hablado con los abogados y dos semanas desde que oficialmente había vuelto a ser Kim Seokjin.

Un proceso largo y agotador que se llevó su alegría, siendo ahora reemplazada por las tristes líneas que se habían pintado en su rostro por la angustia, furia y tristeza que lo agobiaba.

¿Era demasiado pronto entregarle un corazón unido por pequeñas curitas débiles, a un completo desconocido que en tan solo un día parecía entenderlo más que nadie?.

—Sí—Fué su respuesta, porqué estaba arto de planear, de dudar y de pensar. Ahora solo quería sentir, vivir y reír sin que el recuerdo de Ken marchitara cada nuevo episodio en su vida. ¿Porqué seguía guardandole respeto y prudencia a una relación que había destrozado ese idiota y no él? ¡Al diablo todo!.

Seokjin se llenó de valor y se acercó a Namjoon. Elevó sus manos entrelazadas y depositó en su dorso un cariñoso beso, observándolo a continuación como si fuera una promesa, un pequeño gesto que desde lo sucedido en el balcón, ahora le pertenecería solo a ellos para decir: aquí estoy, para tí, para mí, para nosotros.

Hotel para Divorciados - NamjinWhere stories live. Discover now