❀ | Capítulo 20

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Con una mano sostenía el ramo de rosas rojas que compró hace unas horas para la pelinegra, el frío aire golpeaba su blanquecino rostro y sus gruesos labios se encontraban agrietados. Miró la gran casa frente a sus ojos y se sintió vacío.

Caminó hasta el bote de basura en el jardín y tiró el costoso ramo en él, esta vez fue directo hasta la puerta de entrada y la abrió sin ser tan brusco. Sus ojos pasearon por el interior del que llamaba su "hogar" y posó su vista en la sirvienta que caminaba entusiasmada hacia él.

—¡Joven Jimin!, ¿cómo le fue en su presentación?

Decidió alejar todo rastro de dolor en su rostro y mostró una radiante sonrisa, tenía una grandiosa habilidad para mentir.

—Excelente, todo el evento fue muy bueno.

La mujer que había pasado ya los cincuenta años le dio unas cuantas palmadas en el hombro contenta, Jimin hizo una reverencia y caminó hasta las escaleras volviendo a aquella expresión sombría que por un momento se encargó de ocultar.

Llegó hasta la puerta de su habitación y se adentró en ella cerrando con un golpe seco, se quitó la corbata del uniforme y el saco quedando con la camisa blanca de botones y el pantalón. El nudo en la garganta al recordar las palabras de Rossel parecía volverse cada vez más insoportable, sus ojos picaban pero en sus planes no estaba el llorar. Se sentía inquieto y a su vez irritado.

De su armario tomó unos jeans de mezclilla rasgados que tenía ocultos hasta el fondo de éste y una sudadera color negra con capucha. Eligió unos converse negros y un cubrebocas del mismo color buscando ocultar su rostro y cuerpo lo mejor posible.

Su padre rara vez estaba en casa, literalmente vivía en la empresa. Salir de allí era pan comido, solo debía esperar a que las empleadas de la limpieza se marcharan.

Se dio una larga ducha con agua templada y tan pronto como salió comenzó a ponerse la ropa que hace un rato eligió, luego de unos minutos el ruido cesó y supo que las empleadas estaban por irse a casa. Miró la hora en su teléfono y este marcaba las 11:18 pm.

Debía admitir que nunca fue fanático de las películas adolescentes, pero sin duda aquel truco de meter almohadas en la cama para simular un cuerpo le parecía bastante bueno. Era consciente de que debía ser precavido. Se alejó un poco para confirmar que parecía creíble y al pasar unos cuantos minutos más decidió salir.

Se colocó el cubrebocas y subió la capucha de su sudadera antes de abrir la ventana con vista al patio. Había unos cuantos desniveles en la pared y justo era en esos momentos donde agradecía ser bastante ágil, ligero y flexible. Cada vez que hacía esto -dos o tres veces por semana- se lastimaba las manos, pero sabía perfectamente como curarlas y cubrir las marcas para que nadie las notara.

No podía evitar jadear por el esfuerzo hecho e intentaba no ser tan ruidoso, cuando supo que estaba a nada de llegar al suelo se soltó y cayó de pie.

Estaba seguro de que nadie entraría a su habitación, su padre no vendría al día siguiente por lo que escuchó en una de sus pláticas por teléfono; lo de las almohadas en la cama era solo por precaución.

Corrió hasta la parte trasera del patio donde la barda dividía la residencia de la carretera, había una  vieja reja de fierro oxidado en una esquina rodeada de plantas la cual abrió con una copia que sacó a escondidas de la llave. Hacía un ruido bastante molesto por el óxido pero la alzó un poco para que no sonara tanto; en cuanto estuvo fuera la atranco de nuevo.

Soltó el aire retenido en sus pulmones una vez estuvo en la acera frente a la carretera, miró a su alrededor con atención para asegurarse de que nadie lo reconociera y comenzó a caminar con la mirada puesta en el suelo.

YOUTH THINGS ➳ JUNGKOOK Where stories live. Discover now