Parpadeé ante cada palabra que salió de los labios de mi madre. Cada una me afectó sencillamente por las sombras del pasado. Un pasado que ya no podía aguantar ni tolerar. Lo peor era que todo me lo había provocado por no haber sido fuerte para mí misma. No haber tenido fuerza de voluntad ni voz propia y contundente para respetar mis propios deseos y sueños. 

Seis años... No, eso iba seguramente desde el segundo cero en el que Shin Yangmi me trajo al mundo. Veintiún años vacíos para mí. Siendo manejada como una muñeca al que debían inculcarle deseos y sueños ajenos. Ignorando que aquella muñeca podría tener sus propios pensamientos.

El silencio se volvió atroz como ningún otro. Algo irónico que donde estaba instalado la mudez, fuera tan ensordecedor por la pesadez de la misma. 

Observé que madre se removió incómoda en el mueble del sillón por primera vez bajo la gélida mirada que le dedicaba. Podía comprender que mi aura en ese instante no era la mejor por la razón de mis pensamientos que transformaban mi estado de ánimo, y esta vez dejé que el exterior evidenciara cómo me sentía. Arrastré la vista a padre que se encontraba a su lado, también relativamente incómodo. Lo sabía porque su rostro ahora permanecía neutral, en vez de la calmada tranquilidad intimidadora que él poseía.

—¿Misuk? ¿Qué suce...?

—Madre —interrumpí con firmeza por primera vez en mi vida a ella. Me sorprendí hasta yo misma de la frialdad y seriedad con la que había hablado al pronunciar esa única palabra.

Y no fui la única. Madre enmudeció de inmediato y la confusión no tardó en adornar su bonito rostro con la palpable tensión que cubrió su cuerpo y manchado el aire. Padre en cambio, se acomodó en una posición recta, abandonando la postura relajada.

Viendo que tenía su completa atención y que no hablarían debido a mi comportamiento inusual. Esperaron a mis palabras.

Sí, estaban tan conmocionados de verme actuar así, que de inmediato comprendieron que algo mucho más grande pasaba y no sólo se trataba del reportaje que les había llegado.

Relamí mis labios sólo con la punta de la lengua, sintiéndolos repentinamente resecos. Por un fugaz momento pensé en Jungkook y sus bonitos ojos brillosos que suavizaban sus facciones cuando me miraban con ternura, provocando que su rostro se iluminara con el propósito de alejar mi pesada oscuridad. O eso era lo que sentía cuando nos mirábamos.

Su mera imagen me dio las fuerzas necesarias para terminar de una vez por todas lo que debió acabar y nunca empezar a mi tierna edad de la infancia.

—Saben que los cité aquí... —Empecé por lo obvio. —Y como podrán notar, no se trata sólo del reportaje de Ademaro. —Presioné mi rodilla para infundir valor a mi lengua a soltar mis próximas palabras. —No quiero que me interrumpan en todo lo que diré —advertí, dando un último vistazo al rostro expectante de madre y al fruncido de padre que pasaría a ser inapreciable si no fuera por el pequeño surco que hacía en su frente. Y luego dirigí la vista a un punto cualquiera mientras no se tratara del rostro de ellos. No quería ver sus expresiones. Ya no.

»—Los respeto por diferentes aspectos... Me han dado facilidades en la vida que otros lamentablemente no tendrían. —Volví a relamer mis labios e inhalé de manera corta. —Gracias a ustedes tengo una buena vida y no tengo porqué quejarme, pero... sí tengo quejas en mi vida, no —Fruncí el ceño—, de mi vida. A pesar de ser buena, es hueca porque no le hallo sentido ni disfruto de ella. ¿Qué sentido tiene vivir una buena vida si lo que hay en ella no es lo que quieres para el resto de tus días? —Entonces me arriesgué a echarles un rápido vistazo, pero lo aparté de inmediato. Bastó un segundo para solo observar la mano de madre ocultando su boca y los dedos de padre en sus labios como un gesto pensativo. La comprensión brillaba en ambos al entender poco a poco a dónde se dirigían mis palabras. 

Novio Falso | Jeon Jungkook [#1] [✔️]Место, где живут истории. Откройте их для себя