Capitulo 1: Por defecto

Comenzar desde el principio
                                    

— ¿Y? Necesito saber qué pasó entre mi hija y tu.

— Ojalá hubiera pasado algo, pero no..., no pasó nada. Un día simplemente se fue, ya estoy cansado de lo mismo Alicia. No es la primera vez, estaba evitando esto precisamente.

— Eres un mierda, eso es lo que eres. Es más fácil dejarla ir que ir tras ella.

Enojado reprochó

— ¿Perdón? No puedo obligarla a que me ame, no puedo obligarla a que esté conmigo. ¡No puedo! Al parecer encontró algo mejor que hacer en Portugal.

— ¿Sabes dónde está?

Negó con la cabeza frustrado

— Logré rastrear su móvil. La última vez que lo usó fue en Lisboa. Le escribí y literalmente me mando al demonio para luego ignorarme como si no existiera. Alicia, entiendo que te preocupes, pero Aitana ya no es una niña, ha decidido irse y creo que ambos debemos respetarlo aunque nos duela. Ahora por favor, déjame solo. Necesito estar solo.

— Se nota que no tienes idea de lo que es ser padre. Quizá tú seas muy orgulloso como para aceptar que te duele el que te haya dejado pero yo soy su madre, y no me cansaré hasta dar con ella.

Sirviéndose una copa de brandy chistó casi burlándose de mí. Él había cambiado mucho, ya no es el Salvatore de antes. Estaba amargado, lleno de sarcasmos y humor negro. Dando un trago a su copa replicó.

— ¿Sabes cuál es tu problema? Tu problema es que no sabes ser feliz. Más bien, no quieres serlo. Ryan ha muerto, puedes estar libre con mi querido ex mejor amigo. Tienes una hija con él, ahora tienes todo para ser feliz y te empeñas en buscar subterfugios para no serlo.

Apretando los dientes, con indigno reprobé su filosofía.

— Te equivocas..., más bien creo que ahora empieza mi verdadera guerra.

— Te empeñas en ver guerras donde no las hay. Ryan era tu infierno y ese infierno ya se ha acabado.

Todos creían eso, creían que Ryan era el causante de mi sufrimiento y si, en parte lo era pero más que serlo, Ryan solo era un denominador común. Antes de Ryan, mi vida era un infierno. No conocía lo que era vivir en paz y creo que la paz es algo subjetivo. Estaba un paso más adelante de encontrarme con el paradero de Aitana y eso era lo único que importaba. Antes de irme, miré a Salvatore llena de indigno.

— Pensé que podrías querer genuinamente a mi hija. Al final, me equivoqué contigo.

— Quizá la que se está equivocando eres tú. — Tomó otro sorbo a su copa — ¿Sabes que hizo tu hija antes de largarse sin decir nada? Me trajo un catálogo de las mujeres que me "convienen" según ella. En mi oficina, prácticamente  me ofreció a una cliente como si yo fuera un paquete. Pensé que lo hacía por celos o inseguridad pero no..., eso fue lo más que me dolió. No fueron celos, no fue inseguridad, fue desinterés, era desdén lo que había en sus ojos. La forma en la que me buscaba opciones de mujeres era absurda. Ah y recuerdo bien sus palabras... «me aburres» mas claro no puede quedar Alicia.

— ¿Y tú le creíste? Me voy..., tengo cosas que hacer.

Salí del apartamento de Salvatore peor que antes. En efecto, Aitana se había ido y creo que para no regresar. Camine hasta mi coche recordando sus palabras cuando recién había cumplido un año en la casa. Me había dicho que algún día se iría y se perdería para siempre. «seré libre solo cuando nadie me conozca» esas fueron sus palabras y después de tanto tiempo, fue a correr tras esa libertad con la que tanto había soñado. Estuve convencida de que podía hacer que su corazón se sintiera a gusto en un hogar, pero ya su corazón había elegido hace mucho tiempo. Miré el volante distraída, fue como si la hubiera llamado con el pensamiento. En ese instante una llamada anónima entró a mi móvil y resultó ser Aitana. Estaba feliz por un momento pero rápidamente esa felicidad se convirtió en dolor al escucharla seca, distante y hasta grosera.

La teoría del amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora