[Capítulo 10] - (+18)

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Entre tímidas caricias cargadas de anhelo, aquel mafioso ruso decidió deshacerse de su rota coraza, permitiendo el ingreso de quien había cuidado de él, aligerando sus males y dolores tanto físicos como internos. Cerrando en un silencioso pacto la promesa de cuidarse mutuamente.

Toda la habitación se encontraba en calma, sin ruidos. Sus siluetas en la oscuridad eran bañadas por la luz de la luna, en total quietud.

—Horacio... ¿P-podrías revisar mis heridas una vez más? — Solicitó Volkov torpemente, su voz suave y temblorosa preocupó al de cresta.

—P-ero qué ocurre... ¿Sientes dolor? — Sus ojos reflejaban la inquietud, pensando que algo andaba mal, era evidente que no esperaba la respuesta del contrario.

El peligris no quería mentirle a Horacio, por lo que con total sinceridad, negó en silencio. Se sentía algo avergonzado respecto a su petición, pues todo lo que deseaba era sentir las manos de Horacio sobre su piel, ya que éstas tenían ese efecto calmante que acallaba la desesperación de su alma.

La dulce sonrisa del doctor ante su confesión le tranquilizó. Pudo ver que sus mejillas estaban ligeramente sonrojadas. Cuidadosamente, el moreno levantó y quitó la camiseta de Volkov, sin despegar sus miradas, recostándose en aquel lecho. El sonido de sus latidos ansiosos resonaba, bajo aquella noche estrellada.

Con total parsimonia, Horacio recorría su lechosa piel, dejando suaves caricias sobre cada una de sus cicatrices. Repasaba cada marca en su cuerpo con absoluta devoción, pues consideraba admirable el hecho de que guardaran poderosas historias y crudos recuerdos. Volkov, mirando al techo, sentía una vez más el efecto analgésico que causaba el toque del moreno sobre su piel, deleitándose en cada roce. Temblorosos suspiros eran soltados por ambos, quienes permanecían bajo aquella burbuja que les unía en un cálido silencio.

Desbocadas palpitaciones resonaron en el pecho del ruso al notar que Horacio comenzaba a dejar dulces besos sobre su piel, dando atención a cada cicatriz. Tragó con dificultad, soltando un jadeo. Su abdomen se tensaba ante esto, pero rogaba mentalmente por que no dejase de hacerlo, pues estaba fascinado, sintiendo su mente nublarse poco a poco, necesitando más.

Viktor tomó las manos del moreno, tirando de él hasta dejarle posado sobre su cuerpo a horcajadas con las manos apoyadas en su blanco pecho. Nerviosos se miraban con los ojos brillantes, cargados de sentimientos. Volkov llevó su mano hasta el mentón de Horacio, acortando la distancia entre sus rostros, con deseo observaba aquellos rosados y carnosos labios, la respiración de ambos permanecía agitada. Con brusquedad ambos buscaron la boca del otro en un salvaje beso, ahogando un pequeño gemido. Anhelante por saborear la dulzura de aquel hombre, Volkov introdujo su lengua, invitándole a unirse a aquella húmeda danza cargada en erotismo. El deseo comenzaba a fulgurar en el ambiente, siendo incapaces de detenerlo. Jadeantes se besaban, las manos de ambos recorrían la piel del otro en continuas caricias, sintiendo sus cuerpos tensarse bajo cada toque.

Un gruñido escapó de la boca de Volkov cuando el de cresta inició un suave vaivén sobre su pelvis, rozando sus erecciones y buscando volverle completamente loco, cosa que consiguió prontamente. Entre besos, jadeos y suaves mordidas, sus ropas fueron removidas poco a poco, adornando el suelo de aquella oscura habitación, hasta quitar finalmente su ropa interior. Horacio, ansioso, bajó sus besos hasta la mandíbula y cuello del ruso, ganándose fascinados gruñidos de su parte, continuó el recorrido, lamiendo sus marcados abdominales, saboreando cada extensión de aquella lechosa piel y poniendo especial atención a la zona bajo su ombligo, repartiendo besos y suaves succiones. Volkov se removía inquieto bajo su toque, desesperado por obtener más, pero Horacio no se detuvo, llevó sus manos hasta la cara interna de sus blancos muslos, acariciando y besando tentadoramente esa zona tan sensible, miraba directo a aquellos grises ojos que ardían en deseo, sabiendo que le estaba haciendo sufrir.

—P-por favor...— murmuró casi gimoteando aquel ruso, anhelante y excitado.

Con una maliciosa sonrisa el moreno aceptó su petición, llevando por fin su boca hasta aquel grueso miembro que rogaba por su atención. Su lengua recorrió toda la extensión desde la base hasta la punta, deteniéndose a juguetear deliciosamente allí. Atrapó el glande entre sus labios, comenzando con lentas succiones mientras introducía cada vez más la erección en su boca. Salivando excesivamente originó un constante vaivén mientras con su mano masturbaba la base, donde no alcanzaba a llegar. Extasiado oía los roncos gemidos del ruso, quien mordía su antebrazo en un fallido intento por no hacer ruido, sentía que podría explotar en cualquier momento. El sonido de Horacio chupando y tocando su miembro, sumado a lo exquisito que se sentía su cálida y húmeda boca estimulando cada terminación nerviosa, le tenían al borde de un abismo. Viktor jadeaba ansioso, interrumpiéndole de pronto —H-Horacio... ven aquí— pidió, sentándose en la cama y buscando una vez más sus labios en un brusco y caliente beso que duró bastante. Ubicó al de cresta arrodillado en la cama, colocándose detrás de él.

La elegante luz de la luna se posó en la espalda del moreno, iluminando majestuosamente cada uno de sus lunares, repartidos hermosamente en aquella trabajada extensión de piel. Volkov quedó hipnotizado observándole, acercando sus labios y dejando con suma devoción un beso tras otro sobre cada lunar. Oía los tiernos suspiros del de cresta, invitándole a continuar. El ruso comenzó a besar desde atrás el cuello de Horacio, haciéndole jadear audiblemente. Llenó sus dedos de saliva, posándolos en la entrada del moreno. Con suaves jugueteos allí, vio cómo su espalda se arqueaba en búsqueda de más, oyendo un delicioso gemido salir de él una vez introdujo sus falanges por fin. Besando y succionando su cuello buscaba calmarle mientras dilataba su interior con suavidad, los sensuales sonidos que escapaban de su garganta provocaban un intenso ardor en su interior, perdiendo la paciencia y recostando al de cresta en la cama boca arriba. Horacio mordía su labio, expectante, deseando sentirle dentro.

Viktor buscó la mirada del moreno bajo suyo, esperando su consentimiento para continuar. Éste, con los ojos brillosos asintió sin decir palabra. Con sumo cuidado el peligris alineó su miembro a la entrada, ingresando en él poco a poco, haciendo a ambos gemir bajito. Una vez estuvo completamente dentro, Volkov posó sus manos sobre las de Horacio, tomándolas con suavidad y uniendo sus dedos las puso sobre la cabeza del moreno. Un lento vaivén comenzó, estaban ambos tan embobados por el otro, que cada mínimo roce despertaba un ferviente fulgor en sus interiores, haciéndoles explotar en éxtasis envueltos en dulces sentimientos. Sus miradas conectadas y sus respiraciones mezclándose, jadeantes, envueltos en placer disfrutando de cada embestida, gemían y gruñían perdidos en los ojos del contrario. Horacio enroscó sus piernas en las caderas de Viktor, buscando profundizar las penetraciones, una vez le sintió chocar con su punto dulce y más sensible, arqueó la espalda, sollozando de placer bajo los certeros movimientos del ruso. El sonido del constante vaivén y de sus carnes chocando se unía a cada gimoteo desesperado, acelerando sus movimientos. —mhm... m-más...— lloriqueaba el moreno, poniendo sus manos alrededor del cuello de Volkov, besándole apasionadamente, ruidosamente resonaba el chasquido de sus labios unidos en aquel húmedo y caliente beso mientras sus carnes colisionaban en cada embestida. El peligris enterró sus dedos en las caderas del de cresta, gruñendo deleitado con cada sensación, y llevando a ambos al límite, aceleró las estocadas aumentando el volumen de sus gimoteos hasta que, sin poder aguantar más, ambos se derramaron, dejando salir sus calientes fluidos entre jadeos y gruñidos, sin dejar de besarse.

En completo silencio, oían sus agitadas respiraciones tratando de volver a la normalidad sin poder despegar sus miradas. Sus narices rozaban con suavidad, envueltos en una nube de dulzura. Aquella noche, entre cómplices sonrisas y tiernas caricias, cayeron dormidos entre los brazos del otro, sintiendo que sus corazones latían calmados al fin, sanando, y rogando al cruel destino que por una vez... tuviese piedad de ellos...

Volkacio AU - Healing ScarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora