[Capítulo 8]

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—¿Jefe? — Una voz poco clara resonaba en la lejanía, provocando que ambos hombres parpadeasen descolocados, despertando de aquel especial momento y dándose cuenta finalmente de lo cerca que estaban.

—Jefe...— volvió a oírse la voz de uno de sus hombres —Si no responde estaremos allí en unos instantes— Le hablaban por radio intentando asegurarse de que estuviese bien. Y evitando que le vieran de esa manera, Volkov tomó la toalla y corrió a responder.

—Aquí estoy, todo está en orden, no hace falta que vuelvan... sigan con el plan como habíamos establecido— Su voz profunda y cargada en seriedad hizo a Horacio soltar un suspiro. Normalmente su voz 'de poder' le ponía nervioso, sin embargo, esta vez estando completamente a solas con él, sus palabras lograron crear un ansioso cosquilleo en su interior, como una corriente eléctrica recorriendo su espina dorsal.

Aquello sólo fue interrumpido por su propio estómago rugiendo suplicante por algo de comida. Recibió la mirada del ruso, quien, con una ceja enarcada apagó el radio por el cual sus hombres se habían comunicado con él. Quería un momento de paz. —Anda, vamos a la cocina a ver qué podemos comer— ordenó Viktor suavizando su voz al dirigirse al de cresta. La cocina era un espacio extremadamente pequeño, pero a ninguno de los dos pareció molestarle en lo más mínimo. Tras definir que su menú consistiría en pasta junto a una salsa hecha con tomates que habían allí, Volkov se dispuso a hacer la masa de los espaguetis desde cero, mientras Horacio cortaba las verduras necesarias para la salsa. Apenas cabían en esa diminuta cocina.

Sin darse cuenta comenzaban a bromear, olvidando prontamente que se encontraban atrapados en medio de la nada. Tonteaban sutilmente, cruzando miradas furtivas y ocasionalmente sonrisas coquetas, ninguno atreviéndose a cruzar aquella línea. Buscaban momentos para rozar casi imperceptiblemente sus manos, alejándose de inmediato y completamente sonrojados riendo nerviosos cada vez que alguno lo lograba, casi como críos temiendo ser descubiertos en sus reales intenciones.

Y así mismo cenaron, entre algunas bromas y chistes. Volkov no lo admitiría, pero deseaba oír el hipnotizante sonido de la risa del moreno, puesto que hacía vibrar todo en su interior, empapándole de su tierna alegría y su pureza. Sus grisáceos ojos brillaban con devoción ante la presencia del contrario, siendo incapaz de detener aquellos sentimientos que comenzaban a arrasar todo en su interior cual tsunami... fuerte y poderoso, imposible de evitar.

Tras la cena, admiraron a través de la ventana el maravilloso cielo estrellado que se posaba excelso sobre sus cabezas. Disfrutando de las impresionantes vistas que pocas veces se habían detenido a observar. Horacio posaba sus ojos en aquel imponente espectáculo, adoraba ver aquellas masas rocosas brillar con tanta elegancia y suavidad, colgadas con gracia en el oscuro firmamento de forma tan distinguida y perfecta.

Sin darse cuenta que su propio rostro estaba siendo bañado en la fría y encantadora luz de la luna y las estrellas, enmarcando cada una de sus facciones a la vista de quien parecía admirarle discretamente. En silencio, Viktor dejaba que la imagen que aquel doctor diera vueltas a su antojo. Se sentía cada vez más nervioso y asustado, pues comenzaba a aceptar poco a poco que estaba cayendo en las redes de aquel dulce hombre, temiendo todo lo que ello significaba.

Horacio comenzaba a simbolizar en su vida la cálida luz que lograba derretir su fría coraza con tan solo aquella sonrisa, pero Volkov se veía a sí mismo como aquel quebrado elemento cuyos filosos extremos terminaban por herir a todos a su alrededor. Era una comparación bastante triste, le dolía muchísimo verse de esa manera, pero... ¿Acaso no es necesario a veces rompernos lo suficiente para sanar? ¿De qué manera, si no, sería posible que entrase algo de luz si no hay agujeros que así lo permitan?

Volkacio AU - Healing Scarsحيث تعيش القصص. اكتشف الآن