[Capítulo 9]

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—¿Qué ocurre? — La dulce voz de aquel doctor le despertó de sus cavilaciones, probablemente notando la congoja y preocupación reflejadas en su rostro. Al mirarle con atención, se encontró con aquel brillo en sus ojos que siempre lograba calmarle. Volkov negó con su cabeza, callado desviando su vista al cielo estrellado. Un suspiro cargado de preguntas fue soltado sin previo aviso.

—¿Has sentido alguna vez que...simplemente no eres suficiente, Horacio? — Espetó el ruso sin previo aviso en un arranque de confianza con su compañero de habitación. El nombrado, sin esperar esa pregunta, jadeó audiblemente. Aquella pregunta describía totalmente sus sentimientos desde los inicios de su vida, el no sentirse suficiente ni valioso, el vivir constantemente atascado pese a sus innumerables logros, el sentirse invisible, reemplazable, inexistente...

Un tembloroso suspiro resonó de su boca, sintiendo lágrimas agolpándose en aquellos bicolores ojos. Llenándose de valor volteó su rostro en dirección a Viktor, asintiendo ante la dolorosa pregunta que le había hecho. El peligris no había previsto dicha reacción del doctor, percibió en su estómago una extraña presión, y un poderoso ardor en el pecho al verle así... experimentaba por primera vez la empatía, logrando poner el sufrimiento de él por sobre el propio.

Volkov se sentía atrapado, jamás había tenido experiencia con nada relacionado a sentimientos de ese tipo, pero sentía la impetuosa necesidad de hacer algo, de calmar el malestar de Horacio, no permitiría que su corazón doliera más. Con torpeza, Viktor rodeó al moreno entre sus brazos, ligeramente tembloroso e inseguro respecto de qué estaba haciendo. Su inexperto corazón dio un vuelco al percibir los brazos de Horacio envolver su cuello, ocultando allí su rostro. Ambos podían sentir sus latidos desbocados irrumpiendo en el silencio de la noche, junto a sus respiraciones ansiosas e irregulares. No comprendían del todo lo que estaba allí sucediendo, y sin embargo deseaban permanecer así, en aquella suave unión.

Las manos del peligris comenzaron a moverse sobre la espalda del moreno, trazando lentos círculos acariciándole sobre su ropa, buscaba calmarle, transmitirle de alguna manera la paz que él mismo obtenía a diario gracias a Horacio. —Todo esto es mi culpa— espetó arrepentido aquel mafioso, —Permití que mis hombres en su desesperación por salvarme, pusieran mi salud por sobre tu libertad y tu bienestar Horacio— Le abrazó con más fuerza, sintiéndose un tonto. —Perdóname por favor, te lo suplico— La voz del ruso comenzaba a sonar rota, desgarrada, odiándose a sí mismo por corromper la vida de alguien tan valioso. Horacio se aferró con más fuerza a su cuello al oír aquello.

Una parte de sí mismo, sabía que Viktor tenía razón en ello, que era culpable de que ahora su vida corriese peligro. Pero no se sentía capaz de odiarle, muy por el contrario, había descubierto poco a poco al hombre tierno y gracioso que podía ser el peligris. Horacio adoraba la forma en que su poderosa voz se suavizaba al hablarle, la manera en la que sus fríos ojos parecían tomar vida cada vez que sonreía, la torpeza y casi inocencia que mostraba al intentar crear una cercanía a él, no podía temerle... ni odiarle.

—Mírame— pidió Volkov en un susurro, posando sus manos en las mejillas del de cresta con suma delicadeza —Te sacaré de aquí, intentaré cuidarte desde mi posición y podrás volver a tu vida normal— algo en su interior dolió al expresar dicha promesa. No se sentían listos para alejarse tan repentinamente, y fingir que nada había ocurrido. —¿T-tú quieres que me vaya? — balbuceó apagado Horacio. Sus miradas conectaron, y con ellas...sus sentimientos. Viktor suspiró pesadamente —No...no quiero que te vayas—

Sentía un nudo en su garganta, no se avergonzaba de dicha confesión, pero dolía. Cerró sus ojos con fuerza, no quería llorar. Unas cálidas manos se aferraron con fuerza a su camiseta, haciéndole tragar con dificultad, algo nervioso.

—Vik...— susurró el moreno sobre sus labios, le podía percibir peligrosamente cerca aún sin verle. Sus narices se tocaban, y sus respiraciones comenzaban a mezclarse. Oía retumbar sus propios latidos, estaba asustado, pero quería hacerlo, estaba decidido. Suspirando, el peligris se inclinó hacia adelante con suavidad, sus labios rozaban sedosamente los de Horacio, jadeó ansioso, fascinado, comenzando un beso suave, sin prisa. Atrapó sus labios despacio, jugueteando entre húmedas caricias, sintiendo su mente nublarse.

Embriagado en el dulzor de aquel beso buscó profundizarlo aún más, uniendo sus lenguas en una deliciosa batalla que a ambos tenía hipnotizado. Rozaban sus manos mimosamente sobre el cuerpo del otro y fascinados oían el chasquido del vaivén de sus labios.

Suaves jadeos se unían a la danza de sus bocas, apasionados, perdiéndose en el otro. Con dificultad, relentizaron el beso, sin ser capaces de alejarse totalmente —Horacio...— murmuró Volkov, rozando aún sus narices —No quiero que te vayas...—

Volkacio AU - Healing ScarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora