[Capítulo 4]

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Los días comenzaban a pasar notoriamente cada vez más lentos y pesados para Horacio, sobretodo cuando era llevado a su oscura y lúgubre habitación, donde le ataban como si de un animal se tratase. Viktor lo percibía, veía como el moreno lucía más cansado día tras día, decaído y sin ánimos, comprendiendo con gran pesar lo que sentía, sin poder hacer mucho, pues sólo les era permitido verse para los chequeos diarios de sus lesiones.

Para ambos el momento de la revisión médica era el más esperado, pues podían aprovechar el tiempo conversando de forma tranquila, mientras Horacio examinada con suavidad cada una de sus heridas. El de cresta, a diario repasaba con la yema de sus dedos todas y cada de las cicatrices cruelmente posadas sobre esa lechosa piel que tanto adoraba ver, eran caricias silenciosas que dejaba con devoción. Aquello era un como un dulce secreto, una alianza entre los dos. Ninguno de los dos estaba del todo seguro respecto de lo que hacían, pero guardaban su callada cercanía como un hermético pacto que les mantenía a flote entre dichas circunstancias, evitándoles caer en la locura total.

Al pasar los días y las semanas, ya era costumbre para ambos retirar de la ventana aquel viejo tablón y dejar entrar la deliciosa brisa de verano a través del ventanal. Esto, mientras observaban el paisaje dialogando larga y tendidamente. Llegaron a descubrir que, pese a ser enormemente diferentes, disfrutaban de la compañía del otro y el sentido del humor de ambos se complementaba con facilidad, logrando obtener momentos graciosos y tontos a diario. Parecían olvidar lo atrapados que estaban los dos, cada uno a su manera, en aquel siniestro juego del destino. Eran para el contrario como una sedosa anestesia que lograba calmar sus dolencias, como una canción de cuna, embriagándoles de paz.

Horacio solía preguntar tímidamente sobre las historias detrás de las marcas y cicatrices del ruso, obteniendo largas y emocionantes historias de parte de Viktor, quien iba poco a poco perdiendo el miedo a abrirse frente al moreno. Suponía aquello para el peligris una experiencia totalmente nueva y extraña, pues a lo largo de su vida jamás una persona se había detenido a preguntar por esos detalles y mucho menos a escucharle de forma real. Adoraba ver los brillantes ojos bicolores posados sobre los suyos, oyendo atentamente cada palabra que salía de su boca, como si de un cuento para niños se tratase.

Era una sensación peculiar, pues siempre había sido considerado como una máquina de matar, alguien a quien temer y obedecer; sin embargo, aquel doctor parecía ignorar aquella evidente coraza espeluznante que había logrado construir. Colándose en sus memorias y dolorosos recuerdos, mimando de a poco sus heridas internas, parecía entrar en su oscuro y desgastado corazón llenando todo a su paso de una cálida luz, logrando convertirle en dueño de cada uno de sus suspiros.

Para Volkov, su momento favorito del día comenzaba a eso de las cinco de la tarde, cuando Horacio movía el sillón hacia una de las murallas y se sentaba a disfrutar en silencio. Su rostro yacía bajo los suaves rayos del sol, que en un travieso roce le mimaban cálidamente, haciéndole brillar de manera hipnotizante. Una suave sonrisa escapaba del moreno, consiguiendo que un tierno calor derritiera todo en el interior de aquel ruso. No supo en qué momento aquel doctor había logrado desordenar todo en su mente, pero parecía ser un hermoso caos en el que se sentía extrañamente cómodo.

*toc, toc, toc* tres fuertes golpes en la puerta quebraron aquel momento, como todos los días. Ya sabían quién era y a qué venía. Horacio, suspirando cansado, colocó nuevamente el tablón en la ventana y se acercó a la cama para despedirse.

—Hasta mañana Vik... descansa— murmuró con suavidad, dedicándole una media sonrisa con una mirada triste y retirándose de allí prontamente. Ante esto, su mente se detuvo, sintió sus mejillas teñirse de rojo, y una sonrisa escapó de sus labios. Se sentía como un crío, podía oír sus propios latidos desbocados mientras se ahogaba en nervios en la soledad de su habitación, repasando una y otra vez la imagen de aquel doctor.

Aquella noche sus pensamientos no le dejaron dormir, veía todo ocurrir frente a sus ojos sin saber cómo proceder ¿Qué se suponía que hiciera? ¿Debía arriesgarse a algo más, o tal vez olvidarlo todo para volver lo antes posible a su vida de siempre?

Volkacio AU - Healing ScarsWhere stories live. Discover now