Cerré la puerta y cogí papel tras quitarme la ropa, para limpiar la sangre que me había salpicado el pecho y los brazos. 

-¿Y bien? ¿Vas a decir algo, o vas a permanecer en silencio como los demás?- murmuré, frotándome con frustración la sangre de los brazos, echándome un poco de agua en el proceso. 

Escuché sus suspiro, seguido de pisadas en las escaleras. 

Di por hecho que eran los demás, quienes estaban preparándose para irse. 

-Ni pienses en ello, Kimberly. A sido mera casualidad- dijo.

Pero el tono de voz que usó en las últimas palabras, no me convencieron para nada. ¿Porqué justamente tenía que caer el corazón en mis manos? ¿Porqué no en las de las demás? 

Abrí la puerta, tras ponerme la sudadera y mis zapatos y le observé con una mirada seria.

-Vi tu mirada antes- le susurré, observando detrás de él, cómo todos se estaban quitando la toga y guardándola en sus bolsos o mochilas-¿Porqué parecías preocupado? Si según dices, no hay de qué preocuparse... ¿porqué tenías esa mirada?

Apretó los labios y con suavidad retiró la ropa sucia de mis manos. 

-Simplemente quiero que vayas con cuidado. Has venido aquí a descubrir quién eres... pero es un proceso en el que debes de ir con cuidado- murmuró, apoyando su mano en mi mejilla- Te recuerdo, que mi vida pende de un hilo por dejarte estar aquí.

En otra situación, me hubiese reído. 

Pero cuando la imagen de mi abuela vino a mi mente, solo me hizo sentir peor de lo que ya estaba. 

-Hasta la próxima, chicos- dijo Richard, subiendo las escaleras junto a los demás.

-Hasta pronto- dijimos Alexander y yo a la vez.

Cuando subieron todos, Alexander se dirigió igualmente hacia las escaleras. Pero al ver que yo no acudía, me miró por encima del hombro.

-Edd... El Amo me a pedido que me quede. Necesita hablar conmigo- le dije, apoyándome contra la barandilla de la escalera. 

Elevó una ceja, claramente sorprendido. Pero la bajó tras encogerme yo de hombros.

-De acuerdo. ¿Sabes el camino hacia el coche?- preguntó.

-He visto que hay marcas en los troncos de los árboles, que guían a la salida- le guiñé el ojo y él medio sonrió.

Asintió y subió las escaleras. 

Yo suspiré y bajé más la sudadera, a pesar de que me llegaba hasta las rodillas. 

Me dirigí hacia la gran sala, pero ya no había nadie. Así que decidí recorrer ésta, a la espera de que él apareciera. He de decir que la decoración me agradaba bastante. La lámpara del techo era un enorme candelabro. Y las bombillas tenían forma de velas, dándole un ambiente un lugar bastante lujoso en cierta parte. 

Me dirigí al fondo, para observar los materiales que había en la gran mesa horizontal. Repasé los bordes de las hojas con mis dedos, sin dedicar tiempo a leer las frases en latín. Un aleteo captó mi atención y cómo no, Hades se posó en un palo de madera en una esquina de la sala, a unos metros de mí. Sus ojos intensos estaban clavados en mí. Mi mano inconscientemente se dirigió hacia el collar que Melanka me había regalado.

Y observándole, entrecerré los ojos, desconfiando de él. Y una media sonrisa cruzó mi cara cuando él imitó mi gesto, y también entrecerró los ojos. Y como si fuese una muestra de confianza, empecé a dar pequeños pasos hacia él. No se movió, simplemente volvió a abrir los ojos y a observar mi rostro. 

AMO© |TRILOGÍA AMOS 1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora