Capítulo 11

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Veinticuatro de diciembre fue anoche y eso en la zona no significa nieve y villancicos de puerta en puerta, sino un clima seco y caluroso, comidas frías y ventiladores por todos lados.

Tuvieron la cena familiar como de costumbre, solo ellos cuatro y Casiopea maullando bajo sus pies en busca de sobras, pero Jimin siguió manteniendo distancia incluso cuando le pasó la ensalada de atún, escondiéndose tras una botella de vino sin involucrarse lo suficiente en la conversación que rebotaba de su padre a su madre y a veces en Jungkook cuando creyera necesario intervenir para hacerlo más ameno.

Para la tarde siguiente, después de que hubieran dejado al gallo cantar porque un veinticinco nadie iría a trabajar, toda la carga del calor y sequía de meses explotó en una tormenta con vientos del norte, preparándose para la noche.

Su padre lo mandó a las plantaciones para asegurar los cultivos más tiernos mientras Jimin y él se encargaban del rancho tras la casa. Jungkook tomó su motocicleta y salió disparado hacia los Lados, la llave rebotando en su pecho en lo que llegaba y corría por los lotes, controlando que las estacas estuvieran en su lugar y las canaletas firmes alrededor de los depósitos. Solo que la lluvia comenzó más temprano de lo que esperaron y lo sorprendió a medio terminar.

Jungkook no usaba lentes, siempre se jactó de una buena vista, pero incluso de camino aquí la tierra que el viento levantó se unió a los pequeños tornados de hojas e imposibilitó su manejo a velocidad. Ahora, varado entre medio de las plantas, una cortina de lluvia lavaba todo el camino hasta el galpón más cercano, pero no quedaba más tiempo y opciones. Lo que estaba, estaba, y lo que no, bueno, ya verían las pérdidas el día de mañana.

Bajo cuerdas de lluvia, truenos y relámpagos que hace rato marcaron su tiempo de dos por dos en orquesta, Jungkook logra llegar al lugar en seco con la ropa chorreante y colgando pesada, su cabello pegándose a toda la cabeza, pero al menos las botas eran a prueba de agua y mantuvieron sus pies calientes. Se asoma a la ventana de mejor estado, intentando localizar lo que estuviera chirriando a punto de ser arrancado por la fuerza de la tormenta, mas solo ve gris. Deberían ser como las cuatro de la tarde, pero el tiempo se había descompuesto a tal rapidez que fuera todo estaba oscuro, peligroso y ruidoso.

Jungkook se acerca a la esquina donde una mesa de pino se encastraba contra un mueble arruinado y tira las llaves sobre ella, volteando una lata cercana para usarla como banqueta. No tiene celular, pero por seguro que fue para mejor. Uno de esos famosos BlackBerry estaría perdido en una situación así.

Las paredes eran de madera y el famoso techado de chapa lo dejarían sordo si llegaba a granizar. Tendría que aguantárselas, dejar que la tormenta haga lo suyo y esperar para volver. Su padre lo entendería y su madre sabría decir que tomó una buena decisión al quedarse. Poner las ruedas de la moto por las calles de barro y más tarde una ruta inundada sería suicida, y todo eso si el arroyo antes de casa no se hubiese desbordado.

Jungkook estira los brazos por sobre su cabeza para sacarse la remera de algodón que se estaba pegando a su cuerpo de manera incómoda, la ventisca helada debido a la falta de tapajuntas no tarda en chocar contra su piel. Otro trueno le sigue a un rayo que iluminó todo el espacio en lo que Jungkook hacía una pelota con la prenda y se la pasaba por los brazos para limpiar cualquier basura que atrajo afuera. Se concentra en frotar una salpicadura de fango de cuando debió mover las bolsas de abono bajo la lona de protección, cuando la pesada puerta se abre y Jimin entra por ella, jadeando y empapado de cabeza a los pies.

Jungkook lo mira con la boca abierta y el trapo sucio que alguna vez fue su remera suspendido en el aire sobre su estómago desnudo, sorprendido, confuso y enojado. ¿Jimin lo había seguido con semejante tormenta?

Mandarinas al Sol, y Tú. [Kookmin]Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin