Prólogo

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Melbourne, Australia

10 de septiembre de 2024

Una construcción de un piso solamente, su fachada con molduras en yeso, está pintada en un color caqui que armoniza con su tejado café. La entrada flanqueada por dos finos pinos que cuya altura alcanza a llegar poco más sobre el tejado del lugar. A la derecha, una construcción ferruginosa igual de grande con puertas doble donde se dispensa comida rápida.

Fuera, en el pórtico, la puerta empuja suavemente la campana de viento y esta vibra tras el impacto, advirtiendo el ingreso de un usual comensal en la cafetería "Vainilla & Canela". Dos de la tarde, maletín al hombro y un par de decenas de carpetas entre manos.

La joven camarera, escondida tras la vitrina del mostrador y en un mutismo absoluto, lo observa con detenimiento. Nota su caminar seguro y elegante, algo sorprendente para alguien de su edad. Recuerda entonces que él generalmente toma la última mesa al lado opuesto de la calle, pasando por alto la bonita vista que ofrecen los altos ventanales del establecimiento a esas horas del día.

Él posa sus carpetas a un lado y desliza su maletín a lo largo del banco, mientras sus manos desenfundan con agilidad una computadora portátil, para luego empezar a desplazar sus dedos sobre los botones de su amplio teclado. Parsimonia y sutileza advierte la joven.

‹‹¿Será un escritor?››, se pregunta la camarera por enésima vez, quien no conoce nada de ese hombre, más que esa curiosa rutina suya de aparecer y actuar de manera monótona cada día. Pedir religiosamente la misma taza de café y solo sentarse, en silencio, en el mismo lugar y dedicarse a escribir por horas. Muchas veces hasta la hora de cierre.

La joven no deja de observarlo interesada y ansiosa, deseosa de poder tener la valentía de robarle algunas palabras que no sean más que su propio encargo. Pero pronto su cabeza gira, siendo atraída por el sonido de algo que parece ser más interesante que el habitual análisis de aquel joven.

En la televisión, la voz del periodista en las noticias, informa sobre nuevos hallazgos en un remoto pueblo fantasma de nombre Allensdale, apodado según sus allegados como "El hoyo en el mapa". Lo cierto es que nadie sabía cómo aquel lugar había estado oculto durante tanto tiempo, o como su gente se había mantenido en el inadaptado pueblo.

—¡Buh, no son más que mentiras! —refunfuña Jorge, el cocinero, tallando con un trapo el borde del mostrador—. No es más que periodismo engañoso, noticias falsas de una prensa amarillista.

—Esa es una gran incógnita, sin lugar a duda —difiere el anciano de cabello plateado, mientras la camarera le sirve su cuarta taza de café con esencia de vainilla—. Aunque es mejor no meter las narices en ese tipo de cosas, él que busca, encuentra. Y uno nunca está seguro si en realidad lo que busca es lo que quiere encontrar.

—Según dicen, los misterios tienen cierto embeleso, señor Cunnigham —interviene la joven, sonriente, levantando la última taza del anciano y limpiando los restos de esta.

—¿Qué dices, muchacha? —bufa el cocinero, haciendo un movimiento tosco con su brazo, como si tratara de ahuyentar a algún mosquito—. No podría haber sino terror infundido en un misterio como tal.

—Caroline, el control y la cordura pueden verse seriamente amenazados por los enigmas y su atrayente embeleso —amonesta Cunnigham, mirándola por encima de sus viejas gafas rojas.

Al oírle, la mencionada rueda sus ojos castaños y, con evidente sorpresa, percibe como las manos del singular cliente han abandonado las teclas de su computador mientras gira, curiosamente, en su dirección. Su actitud siempre imperturbable parece ser acaparada por el tema de conversación de aquel trío.

El secreto de HaileyWhere stories live. Discover now