Capítulo IX

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—No quiero ir.

—Ya te he oído la primera vez, la segunda y la tercera. Ahora cállate y entra despacio en el camino de entrada. Vas a derramar el vino.

—Detesto las reuniones familiares.

KyungSoo le pidió al Señor que le concediera paciencia. JongIn le recordaba a un niño en plena rabieta que prefería quedarse en casa jugando antes que ir a ver a su familia. Las últimas dos semanas habían sido bastante apacibles, salvo por las cada vez más frecuentes quejas de JongIn sobre la cena de Acción de Gracias. Yixing le había recordado a KyungSoo que para los Kim el día de Acción de Gracias era una pesadilla terrorífica más que una fiesta, de modo que fue muy paciente con él, si bien se negaba a darle cuartelillo.

—No podemos hacer otra cosa. Como estamos casados, debemos asistir los dos. Además, no habrá mucha gente.

JongIn resopló.

—Me aburriré como una ostra.

—Pues emborráchate.

Él frunció el ceño y enfiló el camino de entrada. Los platos y las botellas de vino que llevaban en el asiento trasero se movieron, pero se mantuvieron en su sitio. KyungSoo abrió la puerta, salió del coche y estiró las piernas. El frío viento de noviembre le agitó el cabello y le acarició su rostro. Se estremeció mientras observaba la fila de coches aparcados frente a la casa.

—Sabía que llegábamos tarde.

La expresión de JongIn cambió y se tornó más íntima, más cariñosa. Las profundidades de sus ojos castaños brillaron, por los recuerdos de esa misma mañana. Sábanas revueltas, gemidos y besos tórridos. KyungSoo sintió que su cuerpo reaccionaba al instante. Sintió una corriente bajar por toda su columna, y el deseo hizo estragos entre sus muslos. JongIn se acercó y le pasó un dedo por una mejilla, tras lo cual trazó el contorno de su labio inferior.

—Te pregunté muy claramente si querías seguir o no, ¿recuerdas?

KyungSoo se puso colorado.

—Es que no deberías haber empezado. Sabías que íbamos a llegar tarde.

—Podríamos haber pasado de todo esto y habernos quedado en la cama todo el día de Acción de Gracias.

KyungSoo sintió un nudo en el estómago al escuchar la invitación, pronunciada con una voz muy ronca.

—¿Qué te parece? —insistió él.

—Creo que intentas chantajearme.

— ¿Y funciona?

—No. Vamos.

Echó a andar y oyó la risa de JongIn tras él. JongIn sabía que mentía. Siempre lo tentaba. Después de dos semanas manteniendo una activa vida sexual, todavía no se había saciado de su marido, y un día en la cama con él le parecía el paraíso. Cogió los platos de comida y él hizo lo propio con el vino. La puerta estaba abierta, de modo que no tardaron en sumergirse en el caos familiar, ya que los recibieron con alegres gritos, apretones de manos, copas rebosantes y muchas conversaciones.

—Hola, mamá —dijo KyungSoo mientras le daba un beso a su madre y olisqueaba con emoción el rollizo pavo relleno con salchichas. Las volutas de vapor se extendían por la cocina, rodeándolo con su olor y su calidez—. Huele que alimenta. Estás muy guapa.

—Gracias. Es sorprendente lo mucho que relaja liquidar la hipoteca.

KyungSoo sintió un ramalazo de miedo y se inclinó hacia delante.

—Mamá, por favor. No lo menciones. ¿Se te ha olvidado que hicimos un trato?

Hyo Jin suspiró.

MADUCWhere stories live. Discover now