Capítulo V

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KyungSoo echó un vistazo a la multitud y deseó estar de vuelta en Locos por los Libros, celebrando su lectura semanal de poesía. La cena a la que asistían esa noche era clave para el futuro profesional de JongIn. Sabía que entre los invitados se encontraban muchas personas importantes y JongIn debía causar una buena impresión si quería que tuvieran en cuenta su proyecto. Tras entregarle el abrigo a la encargada del guardarropa, dejó que JongIn lo acompañara hasta el atestado salón de baile.

—Supongo que has trazado un plan de ataque, ¿verdad? —le preguntó—. ¿Quiénes son las dos personas en las que deberías concentrarte?

JongIn caminaba hacia una espesa nube de humo de tabaco. Un reducido círculo de ejecutivos con aspecto conservador rodeaba a un hombre vestido de forma impecable, con un traje gris y una corbata de seda.

—Hyoshi Komo va a construir el restaurante japonés. Su voto es crucial para lograr un tercer socio en el plan de desarrollo del río Han.

—Bueno, y ¿por qué no te acercas para hablar con él?

KyungSoo tomó una tartaleta de salmón de la bandeja que llevaba un camarero ataviado con un esmoquin, y después cogió una copa de champán de la bandeja de otro.

—Porque no quiero formar parte del grupo. Mi plan es diferente.

KyungSoo bebió un trago de burbujeante champán y suspiró, encantado.

—No te emborraches —le advirtió él.

KyungSoo resopló.

—No sabía que los maridos fueran tan controladores. Vale, ¿quién es el hombre al que debes impresionar en última instancia?

En ese momento la expresión de JongIn se volvió calculadora.

—El conde Junmyeon. Es el dueño de una exitosa cadena de pastelerías en Italia y ha decidido expandir su negocio en Seoul. Quiere abrir la primera tienda aquí, en el proyecto del río Han.

Al ver que KyungSoo apenas le prestaba atención porque estaba concentrado en las tartaletas de cangrejo que tenía al lado, JongIn resopló, cogió dos y se las puso en un plato.

—Come —le dijo.

—Está Bien.

KyungSoo claudicó, sin protestar siquiera por la orden. Se metió la primera tartaleta en la boca y gimió, encantado. JongIn frunció el ceño y en ese momento kyungSoo comprendió que por su culpa estaba muy gruñón.

Otra vez.

Le estaba mirando los labios como si él también quisiera comerse una tartaleta de cangrejo.

—KyungSoo, ¿me estás escuchando?

—Sí. Junmyeon. Una pastelería. Supongo que quieres que circule entre los invitados para cantar tus alabanzas, ¿no?

JongIn esbozó una sonrisa tensa.

—De momento voy a concentrarme en Hyoshi. ¿Qué te parece si mantienes los ojos abiertos y buscas al conde? Es alto, con un leve acento italiano, y de pelo y ojos oscuros. A ver si consigues entablar conversación con él. Así no te aburrirás.

En la mente de KyungSoo resonó una lejana campana a modo de alarma, pero apenas le prestó atención ya que estaba más interesado en los deliciosos aperitivos.

— ¿Quieres que hable con él?

JongIn se encogió de hombros, si bien fue un movimiento muy estudiado.

—Bien. Sé amable. Si descubres algo interesante, dímelo.

De repente, KyungSoo sintió un escalofrío en la espalda al comprender exactamente lo que JongIn esperaba de él.

MADUCWhere stories live. Discover now