Te Extraño

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Sus rodillas cedieron al peso de sus emociones que por mucho lo sobrepasaban, sabía que no era un santo, sabía que no era inocente, sabía que había cometido errores agigantados que no podrían ser pagados jamás ni con todo el dinero de su camara de Gringotts, pero aún así....¿Por qué?

¿Por qué? ¿Este era el precio a pagar por todo lo que hizo? ¿Acaso Merlín había decidido no esperar a su muerte para torturarlo?

Tan patético que era incapaz de conjurar un patronus.

Incapaz de sonreír.

Narcissa seguía casada con él, aunque se trataba de una mera cortesía ya que les ahorraba el viaje al ministerio, las malas miradas y tratos, además, ella y Draco era lo único que le quedaban, ¿cuántas veces no la había despertado a la mitad de la noche sollozando? ¿Cuántas veces ella no lo calmo de un ataque de ansiedad de la misma manera de la que calmaba a Draco?.

Y es que, ¿cómo era que teniéndolo todo, no tenía nada?

Los recuerdos felices se limitaban a Draco creciendo, los primeros destellos de magia, las muestras de afecto, las travesuras, sus intentos por imitar sus acciones, todo. Narcissa más que su esposa era su mejor amiga, se conocían desde hace tanto que podrían considerarse parientes. Pero viendo más atrás sólo había pocos, y la ninguno fue en Malfoy Manor.

Todos eran en Hogwarts, encerrado en su cuarto con un hechizo de silencio para que nadie interrumpiera el momento. Momentos que jamás podría volver a repetir.

-¿¡Por qué me hiciste caso?! ¿¡Por qué no simplemente me dijiste que estaba siendo un idiota, cabron e imbecil !? -reclamo con amargura- ¿¡Por qué seguiste con esto por tanto?! ¿¡Por qué!?

Era su culpa, todo era su culpa, no había excusas, y es que no había a nadie más a quien culpar más que a él por su vanidad, orgullo y egoísmo. Era tan inútil que no podía siquiera pagar las consecuencias de sus acciones y eso lo llevaba a esto.

Era la primera vez en años desde que pasó la guerra que tuvo el valor suficiente de entrar en ese frío lugar, en ese lugar que todos temían, otros adoraban y el resto ignoraba, para unos un santuario pero, para él, un martirio.

Uno a uno.

Cómo si fuesen patos en una cacería.

Uno a uno los fue perdiendo.

Y sabía bien que jamás los recuperaría ni reemplazaría.

Porque a diferencia de lo que todos dicen, un Slytherin ama.

Un Slytherin es leal hasta los huesos.

Un Slytherin es más apegado de lo que cualquiera pudiera imaginar.

Y jamás los olvidaría, el mismo había dejado su máscara caer, ahora ¿con quien lo haría? ¿Con quien se quitaría esa asfixiante máscara de indiferencia y frialdad cuando en realidad él era todo lo contrario? Nadie, y era su castigo por sus crímenes. Preferiría regresar a Azkaban, preferiría mil veces ser torturado por crucios o simplemente no volver a ver la luz del día que esto. ¿Cómo se vivia con ese dolor?

-¿¡Cómo carajo se atreven a dejarme sólo?!- reclamo mientras sus lágrimas humedecian el bien cuidado césped en el que yacía totalmente derrotado por la vida. Sorbio su llanto y alzo la cabeza, tres tumbas con los nombres que él más quizo escritas en ella- ¿¡Tienen una maldita idea de cuánto los extraño, cabezas de alcornoque?! ¿¡Por qué me dejaron aquí?! ¿¡Por qué a mí?! ¿¡POR QUE?!

Cualquiera que lo viera pensaría en él cómo una pobre alma en pena incapaz de aceptar la partida de alguien más, alguien tan herido y roto que era mejor dejarlo sacar su dolor antes de que se cortarase el mismo con sus fragmentos, pero no servía, por las que lloraba, sollozaba y gritaba su pena el dolor no se iba, al contrario se agradaba.

One-shots HP (primera generación) Where stories live. Discover now