𝗦𝗜𝗘𝗧𝗘

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Los pies de Donghyuck continuaron paseándose por toda la alfombra del despacho del señor Seo, su cabeza ideando mil y una formas en las cuales el mayor se desharía de su cuerpo luego de matarlo por lo que habían hecho, por drogar a su hijo. Aunque básicamente Yangyang se había drogado solo, era obvio que el señor Seo lo culparía a él por ser una mala influencia (aunque Donghyuck no hubiera ingerido ni una mierda y contemplando que en realidad era Yangyang la mala influencia entre ellos dos) porque así era como pensaban todos los padres ¿No?.

Aunque quizá fuera una exageración y aquello no pasara de un malditamente gran regaño y posiblemente ser vetado de la lujosa casa para siempre, pero Donghyuck no podía evitar sentir como si su cuerpo se volviera líquido con solo pensar en los ojos cabreados del señor Seo y su voz profunda que seguro usaría para reprenderlo.

Él no quería morir aún, todavía tenía muchas pollas que montar y bueno, la persona que lo regañaría hasta la mierda tenía la polla que encabezaba esa lista.

Todo es culpa de Yangyang, se dijo, para después escuchar las palabras de su madre en su cabeza citando ese refrán raro sobre una vaca coja, la mirada severa que seguro le daría la mujer de estar ahí lo hizo sentir escalosfríos. Es cierto, es culpa mía por siempre hacerle caso.

Siguió dando vueltas y pensando en una y mil más excusas y frases para disculparse por todo. Desde fingir demencia hasta correr apenas la puerta fuera abierta y nunca más volver a ese lugar, o llorar hasta que el señor Seo sintiera tanta lastima por él que lo dejara irse sin más.

Las opciones eran variadas y tristemente en todas salía perdiendo algo, su dignidad por ejemplo.

Dos minutos más tarde de continuo auto sufrimiento y decidió que la dignidad era para perderse, así que con toda la vergüenza del mundo haría el ridículo frente a su sexy hombre de negocios con tal de salir vivo de ese despacho.

—Si me pongo de rodillas quizá lo conmueva más —pensó en voz alta, dándole golpecitos con el dedo a su labio. Hábito que había adquirido cuando se ponía ansioso.

—Ni aunque te pongas de espaldas en el suelo —habló el señor Seo, ingresando a su despacho con un portazo.

El cuerpo de Donghyuck saltó en su lugar al escuchar el sonido.

—¡Señor Seo! —exclamó, llevando su mano al pecho por el susto de su repentina presencia cuando estaba tan sumido en sus pensamientos.

—Siéntate —ordenó el señor Seo.

Donghyuck acató la orden al segundo, aplastando su trasero en la silla frente al escritorio.

El cuerpo del hombre pasó a su lado con gran elegancia, bordeando su escritorio hasta quedar frente a él. Donghyuck tenía que darle crédito al hombre, demonios eran casi la una de la madrugada y lucia perfectamente impecable. Su cabello peinado a los costados, su característico mechón al cual Donghyuck había apodado don mechón sexy, cayendo por su frente, su piel limpia y brillante, su traje sin una sola arruga o doblez y sus manos bien cuidadas que se movían sobre los botones de la camisa desabrochándosela lentamente... Un momento.

—¡¿Qué esta haciendo?! —gritó Donghyuck, estúpidamente nervioso, causando que los largos dedos del hombre se detuvieran en el tercer botón.

Sus manos se aferraron a los posabrazos de la silla y sus ojos quedaron fijos en el inicio de la brillante piel que asomó entre la tela.

—Si no lo notas, hace calor —contestó el señor Seo, su voz tan calmada y firme que causaron que las mejillas de Donghyuck se colorearan por la vergüenza de su exabrupto. La ceja del hombre se elevó con altanería reanudando la tarea de desabotonar el frente de su camisa, continuando así con las mangas, doblándoselas hasta dejar sus codos a la vista.

𝑽𝒐𝒍𝒄𝒂𝒏𝒐 🍑 𝐽𝑜ℎ𝑛ℎ𝑦𝑢𝑐𝑘Where stories live. Discover now