–      ¡Nora! ¿Se puede saber qué hacías? La profesora Poppy vio cómo te escabullías y apuntó algo en su agenda negra y ya sabes lo que pasa cuando apunta cosas ahí.– Betty se puso los brazos en las caderas y yo la arrastré rápidamente hacia una salida de emergencia que nos ahorraría la larga cola de gente que se amontonaba a nuestras espaldas.

Hice caso omiso a su comentario acerca de la agenda negra de la señorita Poppy. Ya tenía acumuladas bastantes faltas en ese maldito libro y una más no iba a marcar la diferencia entre el suspenso y el aprobado, esa mujer me odiaba desde el minuto uno en el que entré en su clase.

La puerta daba salida a un callejón repleto de cajas de madera y cubos de basura amontonados, lo atravesamos hasta llegar a Aldersgate Street, la calle principal.

–      ¿Qué pasa con el resto? – preguntó Betty mirando hacia atrás.

–      Estamos en la universidad Betty, era la última clase del día y estoy segura de que todos se irán a casa, no te preocupes.

–      Pero Robert y ese amigo suyo tan guapo... creo que se iban al pub irlandés que hay en frente de tu casa... podríamos ir. –dijo poniendo cara de cachorro, pero no podía pensar en nada más que no fuese lo que acababa de sucederme.

Tiré de ella hasta llegar a Postman's Park, donde por fin, sentí que el aire frio y húmedo del otoño se colaba por mis pulmones dejándome respirar de nuevo. Mis botas azules hacían un sonido reconfortante al pisar las hojas caídas en los charcos y me centré en esa melodía durante unos segundos.

–      Me estás asustando Nora. ¿Se puede saber qué pasa? – Mi amiga se había sentado en uno de los bancos que rodeaban el parque y me miraba con los ojos entornados, sé que en parte podía descifrar lo que me estaba pensando. Nada bueno, eso seguro.

–      He conocido a un chico– dije al espirar todo el aire que mi cuerpo había sido capaz de retener.

Betty se levantó de un salto y no pudo contener una sonrisa que iba a de oreja a oreja.

–      ¡Ya era hora! Sabía que ese comportamiento tan raro que tenías desde hace días era por algo, ¡Por fin chica! Ahora dime, ¿cómo se llama el afortunado? – Betty me cogió de los hombros y me bamboleó esperando una respuesta.

–      Pues... no lo sé– dije suspirando, deje caer los brazos y Betty se movió conmigo, sus ojos se tornaron en preocupación, y la ansiosa felicidad que había sentido mi amiga por una milésima de segundo se desvaneció. – Quiero decir, que no es lo que piensas. Cuando fui al baño, volví a tener esos Deja Vus tan raros y de pronto él... un chico me vio o más bien la vio a ella.

Sabía que mis explicaciones estaban siendo vagas y pésimas y que Betty estaría a punto de llamar a un loquero, pero no sabía en quién más confiar.

–      ¿Me estás diciendo que ese hombre misterioso con el que te has topado también ha visto a la mujer a la que ves en sueños?

Lo había captado. A la perfección. Y por eso la quería tanto.

–      Sí, y no solo eso. Dijo su nombre. Esa mujer se llama Adele.

Betty arrugó el ceño y giro la cabeza hacia un lado intentando descifrar que narices le pasaba a su mejor amiga, y no la culparía, yo también me estaría imaginando lo peor si fuese al revés.

–      Entonces... ¿esa mujer existe de verdad? ¡Nora! ¿No te das cuenta? ¡Eso quiere decir que no estás loca!

–      ¿No me digas? – reí irónicamente, pero la verdad era que estaba tan nerviosa que ni una lagrima hubiese sido capaz de salir de mi.
– Ahora creo que preferiría la locura a averiguar el horrible secreto que se esconde detrás de todo esto.

–      Pero ya tienes algo a lo que aferrarte Nora, un nombre es el punto de partida de toda buena historia.

Por primera vez en mucho tiempo vi seriedad en los ojos de Betty, ya no éramos aquellas dos niñas que amaban el arte y su historia en el colegio y soñaban con ir a la universidad juntas. Ya no quedaba ni una pizca de la inocencia de todo aquello.

–      Eso no es todo. He quedado con él, esta noche.

–      ¡¿Qué has hecho qué?! – gritó alarmada.

–      Bueno más bien fue él, me ha citado en el puente de al lado de casa, y voy a ir.

–      Nora, es una locura. ¡¿No podía haber sido a plena mañana, en una cafetería repleta de gente?!

Ignoré su comentario y la cogí del brazo arrastrándola en dirección a casa. Por suerte vivíamos a dos calles de diferencia la una de la otra.  Estaba oscureciendo y maldije para mis adentros haber escogido turno de tarde en la universidad solo porque Betty tenía la teoría de que es donde se encontraban los chicos más atractivos de todo el campus, cosa que a mi parecer se trataba de lo contrario. Pero la cuestión era que ahora tenía escasas horas para preocuparme en decidir si aparecer en el puente o no. En lo más profundo de mi ser lo tenía claro, pero algo me decía que estaba a punto de embarcarme en una aventura con pocas probabilidades de tener un final recomendado para todos los públicos.

En la piel de Adele ✔️Where stories live. Discover now