CAPÍTULO 10

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(¡¡mensajito especial para vosotras al final de este cap!!)

Jonathan

23:23 de la noche.

Golpeé varias veces el cristal del coche, Nora abrió sus grandes ojos azul verdosos, claramente asustada desde el asiento del copiloto y le gritó algo a la chica con la que estaba y automáticamente escuché el "clic" que desbloqueaba las puertas.

El nudo de culpabilidad que sentía por estar allí en ese preciso momento se hizo más grande cuando ella salió del coche para ayudarme, no dudó ni un solo segundo en hacerlo. Y fue cuando supe que la había cagado. Hasta el fondo. Porque los hombres que me perseguían la cogieron por las axilas y la levantaron sin ningún esfuerzo.

Supo que no tenía nada que hacer contra ellos y gritó hasta quedarse sin aliento.

Me agarré las costillas en un intento pésimo de parar la hemorragia que me había causado el roce de uno de los disparos. Aquellos tipos no habían acertado en el blanco exacto por escasos milímetros, un poco más a la derecha y tendría el pulmón perforado.

No podía ir detrás de ella, si lo hubiese hecho todo se hubiese ido a la mierda. Yo había tenido la culpa de todo aquello. Yo les había traído hasta ella.

–      ­¡Noraaa no! ... ¡Capullos! – gritó su amiga hecha una furia.

Se había arrodillado a mi lado, probablemente porque la situación había hecho que sus piernas flojeasen y ahora tenía las manos cubriéndole la cara y una enorme mata de pelo rubio de por medio.

–      Shhh ­­– siseé tapándole la boca con una mano. Durante unos segundos vimos como el todoterreno negro se alejaba girando por Oxford Street y después desaparecía en la larga avenida. Escuchaba su respiración intensa y entrecortada.

Ambos permanecimos inmóviles en el suelo embarrado.

–      ¿Sabes qué te digo? Que el capullo eres tú, sí, justamente tú. ¿y sabes por qué? Porque desde el minuto uno en el que te cruzaste con Nora solo la has traído problemas, tú y tus estúpidas visiones del pasado...

Me levanté del suelo y aunque aquella muchacha estaba dispuesta a quedarse allí llorando toda la noche la cogí de uno de los brazos y la obligué a entrar en el asiento del copiloto, rodee el coche encogido por el dolor y el frío y me puse al volante.

–      Las llaves del coche, por favor – pedí con toda la paciencia que mi cuerpo me permitía.

No rechistó, abrió su mano para dármelas y miró por la ventana, sollozaba tanto que hasta el cristal se empañó.

–      Sé que crees que soy un imbécil y probablemente tengas razón, pero esto tenía que ocurrir, Nora no sabe ni de lejos en qué está metida y yo la he cagado hasta el fondo hoy. ­­– arranqué el coche y puse rumbo a mi apartamento, una vez más la historia se repetía.

Aunque los hechos habían cambiado notablemente. Ahora era yo el que llegaba herido y con otra tía distinta, para variar. Era probable que Kimberly me echase del piso después de todo esto o me matase con sus propias manos. Aunque estrangular no iba con su estilo.

–      ¿De qué estás hablando? ¡La has tendido una trampa! ¿no es así? La has vendido a esos mafiosos... ¡admítelo!

Di un pequeño volantazo para adelantar a unos coches y después me salté un semáforo en rojo.

–      No es lo que crees, sé que ahora piensas que no puedes confiar en mí pero tienes que hacerlo, iré a buscarla, Betty.

–      ¿Cómo sabes mi nombre? Te acabas de delatar tu solito, estoy segura de que llevas detrás de nosotras meses, apuesto a que estabas en ese restaurante observándonos. 

Resoplé y di un toque con los dedos al carnet de conducir que estaba tristemente pegado con celofán al lado de la radio y en el que se leía perfectamente "Betty Simone Silva". Apostaba a que era la única persona en todo Reino Unido que tenía ese nombre tan peculiar. Ella me miró y después posó sus ojos en el carnet, lo arrancó de cuajo y lo metió en su pequeño bolso.

–      Te quedarás esta noche en mi casa, mi compañera de piso te dejará mantas. – dije suspirando. –Es probable que durante los próximos días tengas que esconderte.

–      ¿Cómo? ¿y qué más? ¿Llamo también a mi hermana pequeña y seguimos jugando al escondite los tres juntos? – soltó una carcajada seca y malhumorada.

–      Escúchame, no estás en peligro, solo tienes que quedarte en mi casa hasta que ellos se den cuenta de que no eres como nosotros.

–      ¿Qué quieres decir con "como vosotros"? Si sois Aliens o algo así dímelo ya porque no aguanto esta tensión.

Ya habíamos llegado. Aparqué el coche en el callejón que había al lado de mi edificio y subimos al piso, esta vez el viejo Raymond no hizo preguntas al vernos entrar. Mi desquiciada cabeza y mis costillas magulladas se lo agradecían eternamente porque mi paciencia estaba llegando a sus límites esa noche. En el ascensor Betty me miraba con los labios apretados, empezaban a tener un tono blanquecino sospechoso.

Cuando abrí la puerta encontramos a Kim tumbada en el sofá con un bol de palomitas encima y "Desayuno con diamantes" sonaba de fondo.

–      Kim te presento a Betty. Betty esta es mi agradable compañera de piso Kimberly, parece borde y lo es, no te voy a mentir. – dije rápidamente quitándome la camiseta, tenía que suplicarle a Kim que me cosiera la herida en cuestión de segundos para salir de nuevo en busca de Nora.

–      Hola a ti también estúpido engreído – dijo ella levantándose del sofá mientras se acercaba con paso decidido hasta Betty, una sonrisa malévola apareció en su rostro – ¿Qué necesitas Betty? A la última que pisó esta casa la tuve que coser una pierna, tú tienes cara de necesitar un aborto ¿no es así Jonathan?

–      ¡Kimberly por dios! – la rechisté mientras hacia una bola con mi camiseta sucia y la usaba para quitarme restos de sangre de las manos. La asesiné con la mirada y la indiqué que viniese conmigo al baño.

Betty se quedó perpleja y muda ante la escena que acababa de presenciar, pero lo que no sabía es que Kimberly disfrutaba interpretando el papel de bruja malvada con cualquier mujer que invadía su salón.  Lo que en parte me hacía dudar acerca de sus sentimientos hacia mí, puede que aquella noche loca de hace meses hubiese sido un error más grande del que había previsto.

–      Necesito que me cures, por favor– la supliqué acariciándole la mejilla y retirándole el flequillo de la frente, tenía que sacar mis encantos para persuadirla, sabía que estaba de muy mal humor. 

–      Se lo que intentas...– dijo ella una vez que entramos en su cuarto de baño, se había sonrojado y supe que había surtido efecto. – ¿Con qué te has hecho ese rasguño?

–      Eso da igual, sé que tus dotes de enfermera novicia y sexy podrán desinfectarme la herida a la perfección– puede que me estuviese delatando con tanto halago.

–      Esto tendrás que compensármelo algún día y lo sabes...– musitó ella poniéndome unas gasas, solté un gruñido ante el escozor que me causaba aquel contacto. – Tranquilo O'Conell, pensé que eras un chico duro.

Vi en sus ojos lo que quería de mí, era una manipuladora con experiencia, y yo la había hecho suficientes putadas estas dos últimas semanas trayendo a Nora a casa y ahora esto, como para no darle lo que me pedía sin ni siquiera decir una palabra.

Cuando me hubo cerrado la herida y puesto un apósito encima, la cogí de la cintura y la atraje hasta mi torso desnudo, ella descolocada ante mis movimientos abrió los ojos de par en par y se quedó mirándome aprisionada contra mi pecho. Kim era cruel con la gente que la rodeaba, pero sabía de sobra que se trataba de un mecanismo de defensa ante la realidad.

Puse una mano en su nuca y la insté a que se pusiese de puntillas para que acercase sus labios a los míos. Y después dejé que me besara. Se trataba de un trueque y aunque sabía que esto tendría consecuencias en un futuro, por ahora era suficiente para comprar su silencio.


¡HOLA A TODOS! Quiero daros las gracias a todas aquellas lectoras que habéis continuado leyendo esta historia, me hacéis muy feliz con vuestros comentarios y sois unos soles!!! NOS VEMOS EL PROXIMO MIÉRCOLES con otro capítulo mas.... !!!!! un abrazo enorme!

En la piel de Adele ✔️On viuen les histories. Descobreix ara