Capítulo XI

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Hunter:

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Hunter:

Continuamos en carretera por un poco más de tiempo. El sol ya comenzaba a ser potente, lo que le hacía brillar los cabellos rojizos a la bonita Jane. Su agarre contra mi cuerpo seguía ahí, firme.

Por más que no se le escuchaba hablar, si sentía su respiración, lenta, calmada. El olor a costa ya se hacía presente, el viento de mar que tanto amaba, era el que nos abrazaba. Unos pocos kilómetros más hasta que por fin, llegamos.

Ella se bajó del vehículo con urgencia, era como si quisiera llevárselo todo con la vista, con el alma. Sus ojos inquietos, en esta ocasión eran el doble de rápido e inconscientemente se le dibujó una sonrisa en su diminuto rostro demacrado.

Aquel muelle donde la había llevado marcó mi infancia. Solía visitarlo con mi madre cuando vivíamos en la zona. Ella decía que ese sitio estaba hecho para curar mentes atormentadas, una pena que nunca pudo sanar la mía. Por esa razón la conduje hasta allí, solo estaba probando la misma solución con otra víctima.

—Es hermoso, Wiles —dijo con un rostro de asombro, que me satisfacía grandemente ver en una mujer, pero con ella, más que satisfacerme, me hizo sentir feliz.

—Sí —afirmé—, es lindo en realidad.

—Yo he viajado y visitado muchos sitios, pero no lo sé, aquí se siente tan bien —cerró los ojos y una brisa suave le recorrió los pómulos, dejando su rostro libre de cualquier rastro de su llamativo cabello.

—Este solía ser mi lugar favorito —imité su gesto y me dejé llevar por el sonido de las olas chocando contra la madera del muelle—. Ven, acompáñame.

Le agarré de la mano y caminamos sobre los viejos tablones que sonaban al movernos sobre ellos. El mar estaba algo rebelde, a lo mejor por el tiempo que se había deteriorado desde que habíamos llegamos. Nos sentamos en el borde de las tablas, con las piernas colgando hacia afuera.

Las gotas de agua salpicaban en mis dedos, provocando ligeras y placenteras cosquillas. Sentía mi cabello negro moverse a disposición del aire y por primera vez, desde que mi madre se había marchado, sentí paz aquel sitio.

—Adoraba sentarme aquí —interrumpí el silencio—, pero después de un tiempo ya ni siquiera venía. Llevo 7 años sin recordar lo que es sentir el mar tan cerca.

—No sé cómo puedes dejar de visitar un lugar así —me miró incrédula.

—Supongo que la cotidianidad te hace olvidar ciertas cosas que amabas hacer —intenté darle una sonrisa, pero el gesto quedó más forzado de lo que pretendía.

—Gracias por traerme, Wiles, enserio —apoyó la palma de su mano sobre mi hombro, apretándolo en señal de compasión.

—Vaya, creo que me he anotado unos puntos con la loca de la clase —dejé salir jocosamente y ella golpeó la zona de atrás de mi cabeza.

—Que no me digas loca —me regañó.

—De acuerdo, de acuerdo —levanté las manos fingiendo inocencia.

—Oye, Wiles.

—Mhm —respondí con la garganta.

—Sé que te prometí no hablar durante el viaje.

—Y no te callas.

—Sí, soy consciente, solo que antes de callar para siempre, necesito me expliques la situación de tus mamás, mi mente necesita respuestas —dijo se ubicó frente a mí, con las piernas cruzadas y los muslos cubiertos por el enorme suéter que traía puesto.

— ¿Y yo por qué debería hacer eso? —crucé mis brazos y me ubiqué de la misma posición que ella lo había hecho.

— En primer lugar, para asegurarme de que no eres un acosador —enumeró con los dedos—, en segundo, porque no tienes una idea hasta dónde puede llegar una mujer cuando algo le da curiosidad, así que te sugiero empieces ya.

—Jane, ¿has oído de los mentirosos compulsivos? —su cara de despiste ante esa pregunta, me dio mil años de vida.

—No.

—Son personas que básicamente si no dicen mentiras cuando hablan, no se sienten bien.

—Pero la mayoría de los seres de este bendito plantea, para no decir que todos, mienten.

—Ya, pero no es lo mismo —me expliqué—, tú puedes mentir para justificar un acto, por ejemplo. Pero ellos mienten porque así es como único se sienten bien, al inicio son cosas pequeñas, pero cuando aprenden a vivir con eso, se sienten en la libertad de poner sus inventos tan grandes como se les pasen por la cabeza.

—Dios mío —me miró horrorizada.

—Mi madre era una de ellos —dejé salir entre dientes—, yo y mi familia vivimos por mucho tiempo en una casa de falsedades, con historias de ficción incrustadas en la pared.

— ¿Pero ¿qué tiene que ver todo eso con la señora de la cafetería y con la bibliotecaria de la escuela? —intentó unir los puntos.

—Nada —hice una pausa—, ninguna de las dos tiene nada que ver conmigo directamente, de hecho, a la bibliotecaria la vi por primera vez el día que te seguí hasta la biblioteca.

—Jo-der —se puso la mano en la frente.

—Al parecer eso de mentir se hereda.

—Sabía que eras un acosador —omitió mi último comentario y gritó aquellas palabras con una emoción, como si hubiera resuelto el mayor misterio del siglo XXI.

—Técnicamente —le di una sonrisa ladeada a su pequeño drama.

—Soy un crack y tú estás loquito por mí —echó su cabello hacia atrás, haciendo un gesto teatral.

—Solo le presto atención a las cosas que me interesan —dije y su rostro se tiñó un rosa suave, aunque su expresión de póker no dejaba mucho que desear—, venga ya, Jane, no te hagas ilusiones.

—Ya quisieras que me hiciese ilusiones contigo, Wiles —rodó los ojos y volvió a voltearse.

—Jane, quiero decirte algo, yo... —estaba dispuesto a soltar todo lo que tenía guardado y, aunque ella fuese una total extraña, de alguna manera me hacía sentir que podía confiar.

—Hable pues —el sonido de mi celular le cortó la oración—, adelante, puedes responder, por mí no hay problema.

Saqué el celular del bolsillo trasero de mis jeans. Tenía demasiados mensajes sin leer y ahora una llamada entrante de mi tía.

— ¿Qué pasó? —inquirí con preocupación.

— ¿Dónde están? —un extraño nudo comenzaba a formarse en mi garganta, evitando que pronunciase palabra alguna.

— ¿Sucede algo, Wiles? —Jane centró su atención en mí, al ver la expresión de mi rostro.

—Enseguida voy para allá —respondí a mi tía, Kamila, que me hablaba desde el otro lado de la línea y salí desprendido hacia mi motocicleta.

Una lluvia intensa comenzó a caer a mis espaldas mientras me acercaba a mi vehículo. Escuché a Jane llamarme incontables veces, pero no me detendría, no esta vez. Corrí un poco y arranqué la motocicleta, aumentando la velocidad con cada tramo que recorría.

A penas podía ver el verdadero lugar de la carretera, entre mis ojos llorosos y la lluvia que se volvía más intensa, tenía altas probabilidades de terminar en un accidente. Intenté enfocarme en el camino, pero la voz de Jane taladrándome la cabeza, no me ayudaba mucho.

La había dejado allí, en aquel muelle, empapándose en agua. De verdad lo sentía, pero no podía llevarla conmigo, me era imposible cargar con otra persona, cuando ni siquiera podía sostenerme yo mismo.

Cuervo // Vínculo // ✓Where stories live. Discover now