Y si, es otro maldito recetario. De todas formas, ¿Quién se los da?

—Hola hija, esto es una sorpresa. —Dice. Sé que no es su intención, pero realmente puedo sentirme mal porque mis visitas sean tan pocas que realmente se sienten como una sorpresa. — ¿Que te ocurrió en el tobillo? — Olvidé que es una buena observadora, algo que heredé de ella, porque no puedo ignorar el hecho de que ella se ve mejor que la última vez que estuve aquí. Casi puedo imaginar que no estamos en este horrible lugar, sino en la habitación de mis padres, en casa. Y yo estoy entrando en su habitación, para hablar justo como solía hacerlo antes.

—Una pequeña lesión de tobillo, espero. —Musito. Sé que podría ponerla bastante mal conocer la verdadera razón. Desvió mi mirada hacia las persianas ya que cualquier otro sitio que mire realmente me pone enferma. Me siento tan culpable. Jamás debí venir aquí. Jamás debí involucrarme con él. — ¿Recuerdas aquellas ocasiones, cuando era pequeña y solía llamarte cada vez que algo me asustaba? —comienzo con un hilo de voz, no sé a dónde quiero llegar con esto, pero hay algo que me incita a seguir hablando. — Y entonces tú me decías que todo iba a estar bien, que era normal que tuviera miedo porque es algo natural, es algo de lo que nadie puede huir. — Veo esta vez en dirección a mamá, ella asiente con su ceño ligeramente fruncido, con confusión. Me río, a pesar de que eso suene loco. —Y luego yo prometía no temer a nada nunca. —suspiro. —Lo siento, no fui capaz de cumplir esa promesa, soy una cobarde, una maldita estúpida que huye de todo a la más mínima oportunidad. Y odio ser así, pero odio más el hecho de no poder hacer nada para cambiar esa situación. Y me odio a misma porque eso te tiene aquí, cuando no debería ser así, cuando todo este estúpido asunto jamás debió ocurrir. —Por lo general, no maldigo frente a mis padres, pero siento un nudo que se disuelve ligeramente al hablar de esto por primera vez con alguien que no es mi propia mente. Mi garganta se ha cerrado y mis ojos pican, por lo que, sí, probablemente hay algo más que agregar a las cosas que me hacen lucir patética el día de hoy. — Perdóname, mamá. Debería ser yo la que está recluida aquí, no tú. 

Mi madre se levanta y camina hasta el lugar donde me encuentro de pie y jugando nerviosamente con mis dedos, coloca mi cabello hacia atrás y besa mi frente para después abrazarme maternalmente y susurrar cosas que no logro entender debido a mis horribles y altos sollozos, me estoy derrumbando. Es una pésima sensación recompensada por el cariño de mi madre.

(. . .)

Hay algo que hace que mis ojos se sientan pegados, ah sí, recuerdo que eso es a lo que llaman lagañas, supongo que es debido a la inmoderada cantidad de agua salada que abandonó mis ojos durante la noche. Respingo y me abrazo al edredón que huele a suavizante de telas y deseo nunca más abandonar esta cama. Porque me siento bien por primera vez en mucho tiempo - por lo menos, es lo que quiero hacer pensar a mi cerebro a pesar de que me siento mal - y porque soy nuevamente una cobarde que no quiere hacer frente al mundo.

Por lo menos no hoy.

— ¿Cómo te sientes ahora? — Mamá susurra desde un espacio en la pequeña habitación. Abro los ojos después de restregáremos repetidamente. 

—Bien. —musito. — ¿Qué hora es? 

—Las seis de la mañana. —Ella dice, pero no puedo evitar fruncir el ceño. Ella luce tan fresca y descansada y sobre todo esta vestida de una manera diferente a la del día de ayer. Es probable que ella puede leer mi mente, porque lo siguiente que dice es la respuesta a mi pregunta aun no formulada. —No estoy viviendo en mis laureles, Maiah. Tienen que "ayudarme" en mi rehabilitación, por lo que me incluyen en todo tipo de actividades y eso incluye, por supuesto, hacer que me levante desde temprano. — No lo dudo, pienso. Asiento y me acerco a la orilla de la cama para colocarme mis botines.

Fears | niall horanWo Geschichten leben. Entdecke jetzt