• CAPÍTULO 7 •

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—Come lo mismo que yo. —Le digo, recordando la hoja que me encontré.

—Bien.

—Ensalada de verduras. Amelia, agrégale mucha zanahoria y brócoli. Es bueno desayunar sano.

Amelia mira en dirección de Ruggero quien sólo hace una mueca de asco, pero no reprocha.

Me enfurezco mucho cuando se come todo lo del plato. Bueno, a duras penas porque veo todos los gestos que hace.

Después del desayuno no tengo nada que hacer, así que me pongo mi Bikini y salgo a explorar la casa en busca de la piscina.

La encuentro después de un rato. Es grande, y se ve muy rica bajo una palmera.
Pero me fijo que Justo atrás de mi hay una habitación y que Amelia recorre las cortinas dejando ver una gran ventana de cristal; es la oficina de Ruggero.

Veo que Amelia sale y que unas personas entran.
Son los socios de Pasquarelli. Me digo.
Todos son tan altos y se ven muy malos.
Por un momento me da miedo pero por otro lado no me importa y quiero hacer enojar a Ruggero así que les doy la espalda y comienzo a aplicarme protector solar por todo el cuerpo y me acuesto en una tumbona.
Tengo los ojos cerrados, pero quedo justo para que los de la oficina me vean.

Un escalofrío me recorre cuando siento la sombra de alguien. Abro de nuevo los ojos y me levanto de golpe cuando veo a un sujeto con sombrero de vaquero que me mira.

—¿Quién eres?

—Antonio, un gusto conocerla señora.

—Soy señorita. ¿Qué haces mirándome?

—No la quería asustar, trabajo aquí y quise venir a saludar. Los demás del personal dicen que es un poco traviesa y por lo que veo sí lo es.

—No me conoces.

—Pero la veo en bikini frente a la oficina del patrón.

—¿A qué quieres llegar con todo esto?

—Que los rusos estén aquí en los Estados Unidos no es algo bueno. —Dice—Es una Banda de mafia muy peligrosa y yo que usted, mejor dejaba de provocarlos porque con ellos no se juega.

—No tengo miedo.

—Debería. —Miro sobre su hombro y un escalofrío me recorre cuando uno de ellos fija la mirada en mi.

—Soy Karol.

—Lo sé. Hija de los Sevilla. Banda de Mafia que se enfoca más en la venta de drogas.

—Tutéame. No me gusta tanta formalidad.

—Está prohibido hacer eso, usted es la señora de la casa.

—Claro que no, estoy aquí hasta que mi hermano venga por mi.

—Hermes Sevilla. —Asiento—No creo que eso pase.

Vuelvo a fijar la vista en las grandes ventanas y ahora es Ruggero quien me mira. Está muy enojado.

—¿A qué te dedicas aquí? ¿También matas por diversión?

—Cuido a los caballos.

—Amo los caballos.

—¿Sabes montarlos?

—¿Por quién me tomas? Claro que sé montarlos. —No puedo dejar de preocuparme por la mirada que me lanza Pasquarelli, es mejor que me vaya—¿Me los muestras?

—Pero ponte ropa. Si el patrón ve que te la pasas así conmigo, me pasará lo que le pasó al que estaba antes que yo. —Me apresuro a ponerme el pantalón y la blusa.

Tú, Yo y El Mal Where stories live. Discover now