*̥˚ CAPÍTULO 2 *̥˚

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¿Quién eres en realidad?

El amanecer de ese día era sombrío... con sus opacos tonos iluminaba el cielo apagado, pidiendo auxilio por un pequeño rayo de sol.

La luna serena bajaba para besar la tierra húmeda de los campos. El sol subía espléndido, a pesar de que las nubes lo cubrían con esmero, despegándose así de las estrellas que desaparecen siendo reemplazadas por sus rayos potentes.

Ella veía callada el paisaje adormecido. Sus ojos vagan sin rumbo buscando su rostro entre las personas que pasan a su alrededor.

Sabé que no la encontrará pero aún así, tiene esperanzas de que lo imposible pueda volverse realidad.

─Trost es una ciudad tranquila.

Irrumpió sus pensamientos su progenitor, quien estaba al mando del automóvil en el que iban rumbo a su antigua casa.

─Supongo ─contestó restándole importancia.

─Sé que aún es duro para ti asimilar esto, hija... pero la vida es así, tendrás pérdidas, lamentos, engaños, e incluso maltratos. Pero sólo tienes que mirar enfrente tener valor y no rendirte. Por más duro que sea, debes de superarlo.

Mikasa quedó en silencio. Dió un suspiro ahogado y se acomodó en su asiento.

Para no pensar en el dolor, se propuso a leer un libro, ya que eso la hacía volar a un mundo de fantasía y felicidad eterna.

***

Ya estando en Trost, se dio cuenta que el lugar que frecuentaba de niña, no había cambiado en lo absoluto y mucho menos su antigua casa.

Al llegar en ese lugar se percató que todo se encontraba igual a la última vez que estuvo ahí.

El patio aún teniendo por todas partes hojas secas, lucia hermoso. La gran casa tenía colores rústicos que al pasar los años se fue desgastando dejando así un tono de color crema. Los ventanales, puertas y marcos estaban intactos al punto de parecer nuevos.

En cuánto el automóvil detuvo su marcha, Mikasa bajó primera, sin despegar su vista de la enorme casa.

─Vaya no ha cambiado en nada ─manifestó la madre de Mikasa.

─Es raro, ¿Como pudo la abuela mantenerlo así?

─Quizá alguien la ayudó. ─intervino su padre, quien se encontraba bajando algunas cosas del automóvil ─. Cariño, ¿Puedes entrar y acomodar estas cajas?.

Mikasa asintió. Tomó las cajas junto con la llave de la casa y caminó rumbo a la entrada. Abrió la puerta y una gran ola de viento escapó por la puerta. Encendió las luces y observó todo el lugar.

Cada recuerdo de ese lugar se sentía tan presente e imponente con cada paso que daba.

Un torbellino de melancolía la abrazó para no soltarla más. Suspiró agotada. Posó una de sus manos a su rostro pálido y dio pequeños golpecitos del lado izquierdo de su rostro para evitar que se le cayeran algunas lágrimas para así reponerse de nuevo.

Bajó las cajas y las abrió sobre una pequeña cómoda vieja que le había parecido extraña, ya que se encontraba excesivamente limpia y conste que en tres meses nadie estuvo aquí para limpiar. Supuso que sus padres pidieron a alguien a que viniera a realizar los aseos de la casa y lo dejó sin importancia.

Acomodó cada cosa que había sacado de las cajas que traía, poniéndolos en lugares que creía que eran los correctos. Su madre la ayudaba a acomodar y su padre traía las cajas de la mudanza. Cuándo abrió una de las tantas cajas que habían, se topó con los libros que había traído de Shiganshina, sonrió de lado y los sacó de la caja.

Un Fantasma llamado Levi AckermanWhere stories live. Discover now