21. The Skye Boat

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El lapicero se movía con intensidad sobre la hoja. La tinta marcaba las firmas y las correcciones hacia los planes que se presentaban dentro de los formularios como si fuera una obvia política que era necesaria para una nación. Posiblemente fuera una razón más que válida para el pensamiento de Mara Avellaneda.

Desde el día anterior había dejado a la comandante Nishizumi colgada en un palo alto a la interperie que con tan solo recordar los gritos que la joven había dado el día anterior el calor se le apoderaba del cuerpo, su entrepierna se comenzaba a humedecer y al proyectarse la imagen de los perros agarrandola de las piernas con sus fauces no podía evitar soltar un pequeño gemido de excitación. La heredera de la familia Nishizumi le había dado más satisfacción que la madre en menos tiempo de que lo hubiera deseado, no esperaba nuevamente el momento en que pudiese manipular de nuevo a Scott para que la violase, solo que esta vez se aseguraría que la jóven no se moviese ningún centimetro mientras sus interiores se desgarraban.

La rubia llevó su mano libre hacia su entrepierna y toqueteó suavemente su clitoris, pegó su rostro hacia el escritorio y gimió en extásis al sentir sus dedos dentro de ella mientras recordaba las torturas que había ejercido en contra de las dos Nishizumi. Si algo le divertía más que escuchar los chillidos de la antigua comandante de Kuromorimine era sin duda los gritos de su madre. Siempre recordía aquel que dio cuando vio cómo su hija fue violada frente a ella. La impotencia que debió haber sentido por no haber evitado tal calvario.

La puerta de la oficina chirrió obligando a Mara que adoptase postura sobre su silla nuevamente, dejando su placer a medio camino. La persona que se adentró fue Marina Constantinescu. La comandante de Count avanzó hacia el escritorio de Avellaneda moviendo sus pequeña cintura de un lado a otro y luego tomó asiento sobre los papeles, cruzando sus carnosas piernas frente a ella.

—¿A qué debo tan agradable visita, Marina? —Preguntó la lideresa de Kuromorimine.

—Mis tropas están preparadas para cualquier cosa que suceda, tengo entendido que Saunders está en el juego —la chica relamió sus colmillos —. También tengo aquello que me pediste para los Stürmtiger...

—Perfecto, Marina.

Mara se levantó de su asiento y llevó sus manos sobre las medias largas de Marina; acercó su boca al cuello de su compañera y le dio un pequeño mordisco a lo cual respondió la otra con un gemido.

—Toneladas de gas lacrimogeno en las balas del tanque —dijo Mara al morder la oreja puntiaguda de Constantinescu —. Será una sorpresa para nuestros enemigos.

—Sí... —respondió ella —, para asegurar la victoria no deben importar los métodos.

—Una sabia frase.

Las dos jovenes unieron sus labios en un beso salvaje. Mara llevó sus manos hacia los hombros de Marina y la recostó agresivamente sobre el escritorio, donde arremetió hacia ella mientras desvestía el uniforme de la comandante y su compañera desabotonaba su camisa. Bajó sus manos hacia la entrepierna de la chica y frotó sus yemas sobre la ropa interior de esta, subió su falda hasta el abdomen y luego agarró los pequeños pechos de Constantinescu, lamiendolos y mordiendolos, generando placer en ella.

La comandante de Count no se quedó atrás y estiró sus manos hacia la ropa interior de Avellaneda y la bajó hasta donde pudo. Extendió sus manos e insertó sus dedos en la entrepierna de su compañer quien, al sentirlos, soltó un pequeño gemido.

Las dos jovenes siguieron besandose sobre el escritorio, entregandose al coito placentero mientras mordían sus cuellos y unían sus pieles con las ropas sudadas y los cabellos sueltos. Mara disfrutaba con este juego, era su manera favorita de aliviar los calores del cuerpo luego de haber apreciado sus obras de arte. La tortura, para ella, era su instrumento más preciado y su más grande descubrimiento.

Serie Fanfic Girls Und Panzer #3 - Jauría de Lobos y LeonesWhere stories live. Discover now