—Es usted muy callado —bromeó ella, soltando otra risita.

—Lo siento, esa foto no debió salir de mi casa, es un error —farfullé. ¿Cómo iba a hacer una exposición de todas las fotografías que tenía de Chris? Ni que estuviera loco, ahre.

—¿Por qué no viene y lo hablamos? Y venga con las demás fotografías. Es una oportunidad excelente, ¿la va a dejar pasar? —me tentó, y me mordí el labio inferior, vacilante— ¿Joven Lee? —insistió.

—Llego en una hora, ¿le parece? —dije, dándome por vencido.

—Perfecto. Hasta pronto, entonces.

Trunqué la llamada de manera brusca y me llevé las manos a la cara. Ahora además de "Chapulín" me volvería un asesino.

Hyunjin me las pagaría, pero antes tenía que recuperar mi foto.

Me dirigí al estante de libros y tomé el sobre de fotos, lo introduje en mi mochila y salí directo a aquel edificio en el que había estado ayer.

Mientras iba, pensaba en la posibilidad de aceptar la oferta de Sunmi: exponer mis fotografías en un salón inmenso, mientras ofrecían aperitivos elegantes a la gente que admiraba mi trabajo era el deseo que tenía desde que empecé a dedicarme a la fotografía; el deseo de todo fotógrafo profesional que dispara su lente para encontrar la belleza de este mundo.

Pero existía otro lado de la moneda, la parte oscura del sueño. No podía exhibirle a medio mundo mi... Mi... ¡Ni siquiera sabía qué era! Simplemente no podía exhibir esas fotos.

¿Qué pensaría Changbin si se enteraba? Si hubiese una remota posibilidad de pedir perdón, seguro desaparecería. O Christopher, a lo mejor creería que lo había utilizado.

Ya no podía ser más malo de lo que ya me sentía, ya no soportaría que me catalogaran así.

[...]

Caminando, hice un poco más de una hora y cuando llegué, inmediatamente recordé la ubicación de su oficina, a donde Hyunjin había ido el día anterior. Me dirigí hasta allá y le sonreí a la señorita detrás del escritorio.

—Hola, soy Lee Minho, vengo a ver a la señora Sun —anuncié.

—Minho, claro. Permíteme tantito.

Me sonrió y descolgó la bocina del teléfono, y en un susurro parloteó algo que no pude entender; luego colgó.

—Pasa, te está esperando.

—Gracias.

Le devolví la sonrisa de manera fugaz y luego entré a la oficina. Al instante, el olor a pino fresco me rozó la nariz, haciéndome arrugarla levemente.

Había visto su fotografía en internet, pero sin duda de eso ya había pasado algún tiempo. Era una mujer con cabello negro; su rostro era terso y de un tono pálido, no podría saberlo.

Me sonrió.

—Lee Minho —se levantó—, es un placer conocerte —me extendió la mano y la tomé, receloso, con mi ceño ligeramente fruncido—. Siéntate, por favor.

La silla rechinó en el suelo cuando así lo hice.

—Señora Sun...

—Sunmi, por favor —me interrumpió, afable.

—Bien, señora Sunmi. Esa fotografía no debió llegar a usted, es que...

—¿Cómo que no?

Se echó para atrás, como sorprendida.

Manuel de l'interdit [Banginho]Where stories live. Discover now