Capítulo 19

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Solo caminar. Contigo. Sin palabras.

En silencio.

Sumidos en mutismo.

Pero a corazón abierto.

Lo único que me pides es compañía,

Y lo gritas sin hacerlo.

Lo único que te brindo es mi muda comprensión.

Porque creo que sufres,

Aunque temo saberlo.

Solo nos mira la luna,

Porque caminamos sin vernos.

Nos sonríen titilantes las estrellas

Y suspira nuestro aliento.

Alejarme me atormenta,

Pero no quiero dejarte verlo.

Por ello caminaré contigo. Sin palabras.

Sin aliento. A corazón abierto.

*** ******* *** ******* ***

Recordaba haber caminado largo rato a su lado, sin que hubiesen intercambiado palabra alguna. Era obvio que estaba sufriendo, pero no se le ocurría nada para ayudarlo. No sabía a dónde se dirigían, aunque no le importaba saberlo. Su expresión triste era lo único que llamaba su atención y no fue hasta que se detuvo que se dio cuenta de que habían estado caminando en círculos y estaban parados justo frente a su casa, aunque aún un poco alejados. Los murmullos de la fiesta les llegaban transportados por el viento. Se lo veía cansado, ojeroso, intranquilo. Quería decirle tantas cosas, pero no supo cómo hacerlo.

***

Lo único que quería era estar a su lado. En ella veía reflejadas algunas de las particularidades de personas a las que añoraba mucho. Necesitaba su compañía. Necesitaba su consuelo. Quería tumbarse a llorar sobre su regazo como lo hacía con su madre; añoraba sentir las caricias de su hermana en su cabello. Pero no tenía el valor para desplomarme frente a ella. Sabía que, si se permitía decir una sola palabra, su fortaleza se haría pedazos y quedaría ante aquella, a quien tanto adoraba, como un niño lloroso y dolorido. No temía que lo juzgara, pero le aterraba asustarla. Entonces simplemente caminó, con ella a su lado. En silencio.

***

La vio salir de casa y decidió ir tras ella. Aún se aferraba a aquella infantil idea de poder convencerla para que le devolviera sus afectos. Él, que nunca había querido a nadie en la vida y a quien solo unos cuantos habían demostrado cariño, necesitaba con urgencia aferrarse al sueño de un amor que sabía, desde el inicio, condenado y perdido. Cuando cruzó el umbral, la vio bajar los tres escalones del porche trasero, pero no iba sola. A su lado caminaba su tío, su amigo, su único compañero. En el estómago sintió un inmenso vacío. Su corazón lloró de nuevo, y para protegerlo, su orgullo atormentado blandió la ira que contenía su cuerpo. Así que, entre la penumbra, sin dejarse escuchar, comenzó a seguirlos. Caminó tras ellos. Hasta que se detuvieron.

Ella se detuvo y se mantuvo en silencio. Con la cabeza echada hacia atrás, los ojos cerrados y dejando que el viento jugara con su cabello. Después suspiró, agachó la cabeza y se llevó una mano a la frente, en clara muestra de desasosiego.

NakupendaWhere stories live. Discover now