capitulo 35 (últimos capítulos)

398 33 2
                                    

Fiel a su palabra, la tía kaede trajo a Inuyasha a casa. Tardó un poco más de tiempo de lo que tardamos Moroha y yo en ir y venir de la tienda, además de hornear las galletas. Sin embargo, lo trajo a casa. La tía kaede consiguió que liberaran a Inuyasha bajo una orden de comparecencia.
Lo que significa que no tendría que quedarse en la cárcel hasta su acuerdo. Se supone que debe ir frente a un juez en unos días, para que pueda ser acusado formalmente de asalto y destrucción maliciosa de la propiedad. Lo sé. Quiero llorar cada vez que lo pienso. Pero Inuyasha tiene fe en que no irá más allá. Y la tía kaede concuerda. El tipo paparazzi va a querer dinero. Eso es todo lo que querrá, de acuerdo con Inuyasha. Por eso presentó cargos.
Los abogados de Inuyasha actualmente se encuentran preparando un acuerdo con este tipo. Si lo acepta, que según Inuyasha aceptará, los cargos se retirarán, y Inuyasha pagará los daños. Me enferma pensar que este hombre nos pueda acosar mientras paseamos juntos, nos tome fotos, y diga cosas horribles, despectivas y falsas sobre mí, y Inuyasha sea el que tenga que pagar. Literalmente. Pero:
—Así funciona el mundo —dice Inuyasha. Comienzo a pensar que el mundo apesta muchísimo más de lo que creía. Bueno, al menos el mundo del que Inuyasha es parte. Estoy en el trabajo, en mi escritorio, cuando mi celular timbra. Hablando del rey de Roma, su nombre se ilumina en mi pantalla, como si él supiera que estoy pensando en él.
—Hola —contesto—, estaba pensando en ti —hago eco de mis pensamientos.
—¿Pensabas en las increíbles cosas que te puedo hacer con mi lengua?
—No, pero ahora sí. —Me revuelvo en mi asiento.
—Así que, ¿qué tal si vienes a mi apartamento en tu descanso para almorzar, y te puedo hacer cosas en celebración de que el imbécil retiró los cargos?
—¿De verdad?
—De verdad —dice—. Acabo de recibir la llamada de mi abogado. Y le tengo que pagar al idiota cincuenta mil dólares, pero...
—¡Cincuenta mil dólares! —chillo, rápidamente mirando alrededor para asegurarme que nadie me oyó.
—Está bien.
—No, no es así. No tendrías que pagar cincuenta mil dólares a ese imbécil.
—Paloma, le pagaría el doble si eso significara que puedo volver a callarlo. No es para tanto. Solo es dinero. Déjalo estar. Y ven aquí a celebrar que los cargos van a desaparecer conmigo en la cama. Respiro profundo y la dejo salir.
—De acuerdo. Pero voy a ser yo la que te haga las cosas increíbles con la lengua. Te lo mereces. Gruñe, y me hace temblar.
—No voy a discutir eso. ¿Cuánto falta para tu descanso? Miro el reloj en la pared.
—Solo otra hora.
—¿Te puedes ir antes?
—Ojalá.
—Entonces, te veré a ti y a tu sexy boca en menos de una hora. Cuelgo el teléfono con una sonrisa en mi rostro, me siento mucho menos estresada que hace cinco minutos y mucho más emocionada de lo normal por mi descanso.

Me estaciono frente al edificio de Inuyasha, detrás de una enorme camioneta negra. Me reviso los dientes en el espejo retrovisor, aliso mi cabello, y arreglo la posición de las chicas en mi sostén, me aseguro que tengo un abundante escote mostrándose. Tomo perfume de mi bolso y me rocío. Lista, me cuelgo el bolso en el hombro y salgo del auto. Le pongo seguro y camino hacia el apartamento de Inuyasha. Saco de mi bolso la llave que me dio de su casa y entro. Oigo el sonido de voces masculinas en cuanto abro la puerta. ¿Eh? ¿Tiene un invitado? ¿Qué sucedió con el almuerzo sexy? Cierro la puerta detrás de mí y camino por el pasillo hacia la estancia.

Lo primero que veo es la para nada bienvenida vista de naraku  sentado en medio del sofá y dos tipos fornidos parados a cada lado de él. Oh, jodida mierda. ¿Qué diablos hace aquí? Mis ojos rápidamente buscan a Inuyasha, que se halla sentado en el brazo de la silla frente a Naraku, las manos cerradas en puños en sus piernas, observándolo como si se encontrara a segundos de asesinarlo. Jesucristo. Su abogado acaba de lograr que retiraran los cargos por agresión esta mañana. Lo último que necesito es que mate a Naraku y a sus compinches.
—inuyasha —digo tranquilamente. Sus ojos parpadean en mi dirección, la sorpresa en ellos me dice que se acaba de dar cuenta que estoy aquí. Pero, detrás de la sorpresa, veo la rabia diluida. Si pensé que lucía enojado con ese paparazzi el otro día, entonces me equivoqué.
Claramente solo estaba jugando en comparación con la forma en que se ve ahora.
—¡kagome! —naraku exclama mi nombre como si fuera una actuación, extendiendo sus brazos—. Ha pasado mucho tiempo desde que te vi.
—No lo suficiente —digo antes de poder contenerme. Naraku sofoca una risa como si bromeara. No era así. Inuyasha se pone de pie.
—naraku ya se iba.
—¿Qué? Vamos, Inuyasha. Acabo de llegar —comenta alegremente—. Ha pasado mucho desde que nos vimos por última vez. Tenemos mucho para ponernos al corriente. Y hay algunos negocios que necesitamos discutir antes de que me vaya. Ahora, sé un amor, Kagome, y ve a hacerme un café. Lo tomaré solo, con dos cucharadas de azúcar. Matt, Earl, ¿quieren algo? —les pregunta a sus compinches, que tienen un vago parecido a Ren y Stimpy, de la caricatura.
—No es una jodida mesera —suelta Inuyasha. Molestia atraviesa los ojos de Naraku. Pero se ha ido tan rápido como llegó.
—Mis disculpas, kagome, no pretendía ofenderte —dice Naraku sin una pizca de sinceridad en sus palabras. Inuyasha se mueve frente a mí, me bloquea de la vista. Sus brazos se curvan sobre mis brazos.
—Vuelve al trabajo. Te llamaré tan pronto como termine.
—No —susurro—. No te voy a dejar aquí solo. —Intento verbalizar mi intención con mis ojos. Como un: no me atrevo a dejarte aquí en caso de que te descontroles, lo golpees y termines en la estación de policía otra vez. De alguna forma, no me puedo imaginar que un pago de cincuenta mil dólares satisfaga a Naraku.
—kag... —dice mi nombre bajo y con emoción.
—Déjala quedarse, Inuyasha —comenta Naraku, de repente sonando aburrido. Inuyasha se gira para enfrentarlo, me mantiene parcialmente oculta detrás de él.
—¿Qué tal si dices lo que viniste a decirme y luego te vas? Naraku suspira. Se adelanta en su asiento. Apoya las manos en sus rodillas.
—Bueno, no tendría que haber venido aquí si hubieras contestado mis llamadas.
—Había una razón por la que no respondía tus llamadas. La misma jodida razón por la que no deberías estar aquí ahora. Porque sigo averiguando cómo no envolver mis manos alrededor de tu cuello y ahorcarte hasta matarte. Los pequeños y brillantes ojos de Naraku se oscurecen.
—¿Me estás amenazando, Inuyasha? Porque eso sería un movimiento estúpido de tu parte. Inuyasha da un paso amenazante hacia Naraku.
Mi mano cuelga de la parte posterior de su camiseta, como si de alguna manera sería capaz de detenerlo si decidiera atacarlo. Los gemelos de Ren y Stimpy también se acercan. Inuyasha mira hacia ellos y sonríe antes de regresar su mirada hacia naraku. —No te estoy amenazando, Naraku. Solo estoy exponiendo un hecho. —Su voz es siniestramente calmada, enviando escalofríos por mi espina dorsal—. Y, en serio, ¿estos tipos? ¿Los trajiste por protección? Los podría derribar sin siquiera sudar, y lo sabes.
—También sé que no harás nada estúpido porque te preocupas mucho por tu pequeña familia como para arriesgarte a arruinar las cosas, y no me refiero a la familia que ella te engañó para tener. Me refiero a tus hermanos que siguen en la universidad, confiando en que vas a mantenerlos ahí. Y no nos olvidemos de papá y su amor por la botella. ¿Cuántas visitas a rehabilitación van ya, Inuyasha?
—¿Que lo engañé? —grito, dejando mi bolso caer de mi hombro hacia el suelo—. ¡El único que engañó a Inuyasha hacia algo fuiste tú, loco de mierda! ¡Cuando lo hiciste creer que estaría mejor sin mí! De acuerdo, tal vez soy yo la que va a enloquecer al quedarse aquí. Naraku se ríe y se pone de pie. Suena como una risa que soltaría Santa. Pero el hombre se encuentra muy alejado de ser Santa. Más bien como satán.
—Cariño, no necesité hacerle creer nada. Él no podía esperar más para alejarse de ti y entregarse a todos los coños que le esperaban.
En serio vi rojo. No sabía que eso existía. Al parecer, sí. Quiero sangre. En especial, la de Naraku. Hago un movimiento para arremeter contra él, pero Inuyasha me atrapa por la cintura, previniendo que vaya a cualquier lugar. Soy como una gata peleando para ser liberada. —kag, detente —me susurra Inuyasha al oído, trayéndome de vuelta al presente. Naraku se ríe, y es el sonido más condescendiente que he oído.
—Necesitas mantener a tu mujer bajo control, Inuyasha. Este siempre ha sido el problema. Demasiado emocional. Afectando tu cabeza todo el tiempo. Distrayéndote y arruinándote.
—El único que me arruinó fuiste tú. —inuyasha lo mira.
—¿Arruinarte? Yo te creé, Inuyasha. Harías bien en recordarlo. Si no fuera por mí, estarías peleando en salas de billar con una audiencia que podría contar con los dedos de mis manos, pasando tus días aún trabajando en esa fábrica de mierda para llegar a final de mes. Es el turno de Inuyasha para reírse.
—Sigue diciéndote eso, Naraku. ¿Ya olvidaste que ya era un campeón Olímpico y tenía una victoria en los Guantes de Oro debajo de mi cinturón cuando viniste a tocar a mi puerta?
—No tenías nada. Una medalla de oro y un título de boxeo para principiantes es una mierda en el mundo actual del boxeo. Te puse donde estás, Inuyasha, no lo debes olvidar.
—¡No hiciste nada! ¡Yo estaba en el cuadrilátero, ganando cada pelea! Yo entrené cada puto día. ¡Sudor, sangre y jodido dolor! —Se golpea el pecho con una mano—. ¡Fui el que sacrificó a la persona más importante para mí porque me hiciste creer que era la única forma! ¡Fue por ti que me perdí los primeros cuatro años de la vida de mi hija! En verdad Naraku tiene la audacia de suspirar y poner los ojos en blanco.
—Tienes a tu hija ahora, ¿cuál es el gran problema? Te hice un favor al no decirte que la habías embarazado. Si lo hubieras sabido, habrías corrido de vuelta hacia ella, y no estarías donde estás ahora.
—¿Dónde estoy? —inuyasha se ríe con incredulidad—. Ahora mismo, estoy aquí, peleando para recuperar a mi familiar, todo por el daño que tú causaste. —Y ahí está. —naraku abre sus brazos—. Cúlpame todo lo que quieras. Pero el problema es ella. —Apunta su dedo gordo hacia mí—. Siempre lo ha sido. ¿Crees que habría tenido que ocultarte su embarazo si no hubiera estado aconsejándote todo el tiempo, jodiendo con tu cabeza, haciéndote creer que lo único importante en tu vida era ella? —¡Ella era lo único importante en mi vida! —ruge Inuyasha. —Si eso hubiera sido cierto, entonces no te habrías alejado tan fácilmente.
Me siento tan enferma por esas palabras. Porque son esas exactas palabras las que dan vueltas en mi mente todo el maldito tiempo.
—Sí, fácil, fue eso, Naraku —se burla Inuyasha—. Ni una jodida cosa fue fácil para mí al alejarme de kagome, y lo sabes.
—Después de que ella se fue, te convertiste en el luchador que siempre estuviste destinado a ser. Te hice un favor.
—¿Y se supone que te tengo que agradecer por arruinarme la vida?
—No seas tan melodramático. Has estado pasando mucho tiempo con ella otra vez.
—Te odio, joder —siseo. Suelta esa risa de satisfacción tan molesta.
—No eres la primera, corazón, y seguro que no serás la última. No estoy en este negocio para hacer amigos.
—No. Pero se supone que cuidarías mis intereses —dice Inuyasha con un filo en su voz.
—Lo hice.
—¡No! —ruge Inuyasha—. ¡Cuidaste los tuyos! ¡Dejé ir a kag para darles un futuro decente a Miroku, Sesshomaru y ayame porque me hiciste creer que esa era la única manera en que lo lograría! »Nada de distracciones extras, Taisho. No atiendas sus llamadas, Taisho. ¿Crees que te espera en la academia de ballet de Nueva York? Claro que no. Pasa su tiempo con esos bailarines todos artísticos. No necesitas esa mierda en la cabeza. Una mente clara equivale a un mejor luchador. ¿Crees que Ali o Frazier se sentaron preocupados por sus novias? No. Cortaron esa mierda, y subieron al cuadrilátero e hicieron lo que tenían que hacer —imita Inuyasha la voz de Naraku. »Te metías con mi cabeza todo el jodido tiempo. Y te escuchaba porque confiaba en ti. Pensé, poniendo toda la mierda y bravuconería a un lado, que buscabas lo mejor para mí. Pero eso era mentira. Lo único que te preocupó siempre fueron los números en el cheque que recibías después de cada pelea que hice para ti. »Tuve que haber escuchado a kag cuando me dijo al principio que no tenía un buen presentimiento sobre ti. Pero no la escuché. No volveré a cometer ese error. Ahora, lárgate de mi apartamento antes de que haga algo que ninguno de los dos podrá revertir.
El rostro de naraku está blanco. Sin emoción. Mete una mano dentro de su chaqueta y saca un sobre café. Lo deja en la mesa frente a él.
—Tu rutina de entrenamiento y detalles sobre la pelea de Dimitrov. Se programó en seis semanas a partir de ahora. Así que, más te vale comenzar a entrenar. Porque si pierdes esta pelea, Inuyasha, te quitaré cada centavo que tienes, y no me
detendré hasta que tú y toda tu familia, incluyéndola a ella y esa hija, estén durmiendo en un basurero. Espero que Inuyasha discuta. Que diga que no va a luchar. Que le diga que se vaya a la mierda al menos. Pero no lo hace. Solo mira fijo a Naraku a los ojos y asiente una vez en acuerdo. Mi interior se enciende como gasolina puesta sobre una fogata.
Me tengo que morder la lengua fuerte para detenerme de decir algo. Pero no discutiré con Inuyasha frente a Naraku. No le daré al imbécil la satisfacción. Observo con dientes apretados mientras Naraku y sus seguidores se dirigen a la puerta. —Solo una cosa más antes de que te vayas. —inuyasha gira su cabeza hacia Naraku—. ¿Fuiste tú el que le dio a la prensa la historia de mierda sobre kagome? Naraku sonríe, y quiero borrar la expresión engreída de su feo rostro.
—¿Qué es lo que siempre te digo, Inuyasha? Existen dos reglas en la vida. La primera es: nunca des toda la información —Le da una palmada a la puerta y se va. Miro detrás de él, con la boca abierta. —¿Eso es todo? —digo molesta cuando escucho el golpe de la puerta principal, me giro hacia Inuyasha—. ¿Qué diablos significa eso?
—Significa que se cubrió el culo al alimentar a la prensa con el tuyo. Nadie habría creído lo que hizo si hubiéramos aparecido para contarles a todos después que se publicó tu historia. Habría parecido un pobre intento para pasar la culpa y limpiar tu nombre.
—Ese hombre es el diablo mismo. Inuyasha no responde. Solo suspira y se acerca a la silla en donde se sienta, poniendo la cabeza en sus manos. Me siento en la mesa de centro y levanto el sobre. —Por favor, dime que en realidad no vas a seguir con esta pelea. Baja sus manos, reuniendo sus ojos con los míos. —Has estado en esto antes, kag. No tengo otra opción.
—Siempre hay una opción.
—Esta vez no. —Sacude la cabeza. Me pongo de pie.
—No puedo creer que seguirás trabajando con ese tipo después de lo que nos hizo. Inuyasha se levanta.
—¿Crees que me gusta más que a ti? No. Pero tengo un contrato que me detiene. Si me alejo de la pelea, perderé todo por lo que he trabajado.
—Entonces, ¿esto se trata de dinero?
—Sí. Claro que sí. ¿Crees que hago esto por diversión? Si fuera por mí, enterraría a Naraku de vuelta del hoyo del que salió por primera vez, pero ahora, hasta que cumpla con esta pelea, no hay otra opción.
—¿El dinero es lo único que te importa? —Me odio a mí misma por decir eso al segundo que lo hago porque sé que no es verdad. Su expresión se oscurece.
—Tú, Moroha, Sesshomaru, Miroku y ayame son lo único que me importa. Y para darles las vidas que se merecen tengo que ganar dinero. Y lo hago de la única manera en que sé hacerlo. Peleo, kag. Es lo que hago. En lo que soy bueno. ¡Es quien soy! —Se golpea el pecho con la mano. —¡Eso no es lo que tú eres! —contraataco—. Eres un padre, un hermano y un hijo de un hombre que no te merece. Y eres... mío, Inuyasha. Mi mejor amigo. Mi compañero. El amor de mi vida. Y no me importa el dinero. A Moroha no le importa el dinero. Podemos buscar una solución para que Miroku y ayame terminen la universidad. Sesshomaru puede ayudar. De seguro la NFL le está pagando bien.
—Él ya les paga la mitad de la colegiatura —admite Inuyasha. —Entonces, ¿cuál es el problema? No cabe duda que podría pagar la colegiatura completa hasta que se gradúen. Y tu papá... pues, déjalo hacerse cargo de sí mismo por una vez en la vida. Inuyasha se aleja de mí, sus manos se dirigen a su nuca, sus dedos uniéndose. Lo escucho exhalar con brusquedad. Camino detrás de él y presiono una mano en su espalda. —¿Qué no me estás contando? Sus manos se sueltan de su nuca, y se gira para enfrentarme.
La mirada de sus ojos tiene mi pulso brincando con preocupación de lo que podría decirme.
—Sé que no te importa el dinero —dice tranquilamente—. Pero necesito asegurar el futuro de Moroha, Paloma. Quiero que tenga cada oportunidad que el dinero pueda conseguir. Cada oportunidad que no tuve. Y, no importa lo que mi papá haya hecho o cuánto nos defraudó... es mi papá. No lo puedo dejar para que se valga por sí solo.
—¿Y? Cierra los ojos por un segundo antes de volverlos a abrir.
—Y... hay otra razón por la que necesito el dinero.
—¿Cuál es? Me mira durante mucho tiempo, con culpa y vergüenza nadando en sus hermosos ojos.
—bankotsu —dice en voz baja, con dolor—. Necesito el dinero para bankotsu

Ruin (Adaptada) (InuKag)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora