27: Sabroso reencuentro

297 36 9
                                    

Keyla

Una semana después.

No puedo creerlo, estoy sentada en el sillón movible del administrador, soy la administradora, al fin soy la reina total.

Reviso la lista que tanto he ansiado durante tanto tiempo y al fin conozco los nombres de los secuaces de mi enterrador e incluso sé cómo se llamaba él, aunque eso ya no me importa.

Lo que quede de ese hombre será destruido hoy mismo.

Tocan a la puerta de la oficina, entonces doy permiso para que pasen, visualizo a Drew entrar, el cual me hace una reverencia cuando ya está a una distancia prudente de mi escritorio.

―¿Ya mandaste a matar a quien te indiqué? ―le pregunto tranquila.

―Exacto, ya está hecho ―afirma y luego cambia de tema―. Por cierto, debo contarte que no hay muchos de acuerdo con tu mandato.

―Pues que se aguanten, yo hice todo como es debido. ―Sonrío con malicia―. ¿Fuiste al velorio de tu abuelo? ―le consulto.

―¿Para qué? No es importante. ―Se ríe y yo lo hago también―. Me encanta que estemos concordando.

―Todavía no entiendo tus razones para ayudarme, no creo la barata excusa de que me tienes ganas, ni lo hemos hecho y me sigues ayudando como si yo te quisiera devolver el favor.

―Soy alguien muy paciente, además mi abuelo se lo merecía, sin contar que siendo tu socio tengo más poder que siendo su nieto, él ya ni me prestaba atención, ¿no son suficientes razones?

―Puede ser, pero te tendré vigilado. ―Revoloteo las pestañas.

―Eso me enciende ―dice con una sonrisa pícara.

Me levanto de mi asiento, camino hasta él, tomo sus mejillas, entonces me acerco para besarlo, pero tocan a la puerta y somos interrumpidos.

Mis ojos se abren en grande.

―Tyner... ―Suelto a Drew y corro a abrazarlo―. ¿Dónde estabas? Han sido casi dos meses.

―Necesitaba estar solo ―acota serio, mira un segundo a mi socio y luego vuelve a mí―. Tenemos muchas cosas de las que hablar. ―Hace una pausa―. A solas ―agrega.

―Oh, claro, los dejaré ―responde Marconi y lo veo retirarse de la oficina.

Una vez que estamos sin compañía, Tyner decide hablar.

―¿Sabes? Los testigos que vieron a mi padre ser asesinado también están muertos, me encuentro sin pistas, ¿vas a ayudarme?

―Claro ―digo de una manera tan hipócrita que me odio un poco por eso.

Solo un poco.

―Me alegra escucharlo. ―Sonríe.

Lo hago también.

―Me alegra ver tu sonrisa otra vez.

―Intento tomarme las cosas un poco menos radicales ―me explica.

―Parece que ese aislamiento te hizo bien.

―No sabes cuánto, el mundo de la mafia me estaba volviendo loco, necesitaba un descanso luego de tanta muerte, inmoralidad y destrucción.

―Me alegra. ―Me acerco a abrazarlo―. ¿Me extrañaste?

―Mucho. ―Me corresponde al abrazo.

Segundos después nos estamos besando. Camino hacia atrás, él me sigue mientras nuestros labios se tocan. Me agarra de la cintura y me sube sobre el escritorio.

―No tengo preservativo ―me aclara cuando se aparta para respirar un poco, entonces le sonrío.

―Yo sí.

―Una reina, ¿cierto? ―Juguetea con las palabras como la última vez que estuvimos juntos.

―Sí.

Me desabrocha la blusa y me baja el sostén, decide pasar su boca a uno de mis pezones, entonces mi espalda se enarca para dejarlo hacer. Siento su lengua húmeda y me deleito con el buen trato que me proporciona. Sus manos pasan a mis piernas y me encanta que me atienda así. Gimoteo cuando acaricia mi vulva al entrar bajo mi ropa con esos maravillosos dedos.

―Oh. ―Abro las piernas para sentirlos más profundo―. Oh, Tyner, estoy extasiada ―confieso.

―Te amo, Keyla.

―Y yo a ti. ―Lo abrazo―. Hazme tuya.

Alza la cabeza.

―¿Ya? ¿No prefieres que juguemos más? ―Se relame los labios.

Revoloteo las pestañas despacio.

―Te he esperado casi dos meses, necesito que estés dentro de mí ahora. ―Me muerdo el labio inferior―. No puedo aguantar más, quiero que seamos uno, ya estoy lo suficiente húmeda.

―Golosa. ―Me quita las bragas de manera delicada.

Agarro el preservativo del bolsillo de mi falda de jean, entonces lo pongo en mi boca, para abrirle su pantalón, así mis manos están libres para jugar.

―¿Te ayudo? ―pregunto de manera picara.

―Me encantaría.

Tomo su pene, el hace un jadeo de excitación. Lo masajeo un poco antes de abrir el condón con mis dientes, para así agarrarlo y ponérselo.

―Ya puedes meterlo ―digo de manera seductora.

Él sonríe de lado.

―A sus órdenes, su majestad.

Me río pero freno cuando siento su miembro en mí, así que rodeo mis piernas en su cintura y me abrazo a él cuando comienza a moverse, entonces mi trasero choca con el escritorio, deleitándome con nuestro sabroso reencuentro. 

Perversa Oscuridad: ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora