Créeme

4.2K 501 68
                                    

—Ay que bonito, me encanta —sonrió observando los tres brazaletes que Gellyan había comprado en el aeropuerto.

—Simboliza la familia —le dijo colocándole el de ella en la muñeca.

—Pues tendremos que esperar unos meses para que bebé pueda usarlo —sonrió tomando el que era para él, colocándosela en la muñeca—. Me gustan los colores, y más aún porque son artesanales.

Lo miró, y sonrió, dándole un beso en los labios.

—Me siento tan aliviada de verte tranquilo.

—Es que ya podremos irnos a casa, es lo único que me importa —le dijo acariciándole las mejillas.

—Ya falta menos, guapo —sonrió mirando sus ojos azules.

Le había hecho un bonito moño con su cabello, como siempre solía hacer. Y ahora Gellyan lucía una apariencia más prolija, no como antes con todo el cabello desaliñado.

—¿Crees que vendan pan con mantequilla allí?

—Iré a preguntar.

—No, no, déjame ir a mí. Quiero tener contacto con las personas, demasiadas semanas encerrada —rio dejándole su bolso de mano, para ir hasta la cafetería.

Faltaban dos horas para que su vuelo saliera, y ambos ya estaban listos para abordar.

—¡Gellyan!

Al escuchar aquella voz, se estremeció por completo, desesperándose.

La joven rubia llegó corriendo hasta él, y al verlo, su mirada reflejó tristeza.

—¿Te ibas a ir sin despedirte de mí? ¿Por qué? Pensé que nosotros-

—Sólo fue un error, debes irte ahora de aquí, ya —la interrumpió, viendo hacia la cafetería.

Helena estaba hablando con la muchacha que atendía allí, al parecer, estaba esperando su pedido.

—¿Qué? ¿Pero por qué actúas así?

—¡Quiero que te vayas, Meefya! —gruñó—. Lo que ocurrió sólo fue un error, nada más.

—¡¿Cómo puedes decir algo así?! ¡Estuvimos semanas juntos! ¡Me entregué a ti! —le gritó cediendo a las lágrimas.

—Vete, Meefya, no lo hagas más difícil, por favor.

—No, no quiero irme, eres mi shi'e-tu, y si tengo que irme contigo, lo haré. Ya no quiero estar lejos de ti.

Gellyan respiró profundo y negó con la cabeza, alejándose de ella.

—Olvídate de todo eso, fue un error.

—¿Y si quedara embarazada después de lo que hicimos? ¿No te importa?

—Quítatelo.

—¡No vuelvas a decir algo así! —exclamó dándole una cachetada, sollozando.

Helena observó confundida como una mujer le pegaba una cachetada a Gellyan, y pagó sus tostadas con mantequilla, antes de ir hasta ellos.

—Gellyan ¿qué pasa?

El rubio al verla, se acercó rápidamente a ella, nervioso.

—Hele, vámonos de aquí.

—¿Quién es ella?

—Nadie, ven conmigo —le dijo abrazándola.

—¿Nadie? ¿Ahora no soy nadie? ¡¿Harás como que no me conoces, Gellyan?! —le gritó llorando Meefya, acercándose a Helena—. Si él no te lo dice, yo te lo diré. Soy su Umi'et, su mujer.

Helena miró aturdida a Gellyan y él negó con la cabeza, sintiendo como sus ojos se cristalizaban.

—No la escuches mi amor, ven conmigo —le pidió cediendo a las lágrimas.

Helena lo alejó de ella y miró a la joven rubia.

—¿Él es tu marido? —le preguntó con un nudo en la garganta.

—Sí, para los humanos sería eso, mi marido —lloró Meefya—. Para nosotros es mi shi'e-tu, nosotros-

—¡Ya vete de aquí! ¡Cierra la boca! —rugió Gellyan, asustando a ambas.

Los ojos de Helena se cubrieron de lágrimas, y se quitó el brazalete, sollozando.

—Yo lo siento mucho, en verdad no sabía que él tenía pareja —le dijo a Meefya, sintiéndose tan avergonzada—. Lo siento —pronunció en un hilo de voz, antes de alejarse de Gellyan, evitando que la tomara, e irse rápidamente de allí.

—¡Mira lo que hiciste! ¿No podías simplemente irte? ¡No quiero volver a verte jamás, Meefya! —le gritó llorando Gellyan, antes de ir corriendo tras Helena.

Jamás en su vida se había sentido tan humillada. Y nunca se imaginó, que ella se terminaría convirtiendo en la otra, en la amante. Ahora entendía por qué Gellyan quería irse de forma tan repentina.

Quizás le había mentido desde siempre, tal vez era un invento el secuestro de cuando era un niño, y lo único que quería, era regresar a la isla para reencontrarse con su mujer.

Cerró la puerta del baño, y se cubrió el rostro con una de sus manos, llorando angustiada. ¿Y ahora qué haría? Estaba embarazada de él, perdería su casa, todo por su culpa.

—Hele, se que estás aquí, ábreme por favor —sollozó del otro lado de la puerta Gellyan—. No es como ella lo hizo sonar, lo juro.

Espero a que ella le respondiera, y al escucharla sólo llorar, empujó la puerta para poder abrirla, sin conseguirlo. Y tampoco podía patearla, ya que podría lastimarla a ella.

—Yo te amo a ti, lo juro, tú eres mi mujer, yo sólo te amo a ti. Lo que pasó con ella fue un error, nada más, lo juro... Sólo quiero volver a casa contigo, mi amor, sólo eso —lloró angustiado, sentándose en el suelo—. Debes creerme, por favor, Hele.

No, claro que no le creía. No le creía más nada.

...

Regalo de NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora