El olor y la idea de un café te tentó. Pero antes de dirigirte a la cafetería el tono de una llamada te gestó ansias con la esperanza de que sea solo una persona. Al atender, su voz negó y esfumó aquel sentimiento.

—Mina, que sorpresa —hablaste con un tono más deprimido de lo que esperabas.

Fingiste una sonrisa tensa, como si pudiera verte.

—Me llegó tu mensaje de que regresaste a la ciudad. ¡Es genial! 

—No te llamé porque creí que estarías durmiendo. Feliz navidad, por cierto.

—¿Durmiendo? Apenas son pasadas las diez de la noche. ¿Te afectó el cambio de horario o convivir mucho con Bakugõ? —soltó una risa pintiparada al castañeo de cascabeles—. ¡Feliz navidad para ti también!

Su mención parió nuevamente la culpa que pinchó como una aguja fina y pequeña tu corazón.

—Ambas, quizá. —Te encogiste de hombros y aceleraste el paso al vislumbrar la cafetería que contenía la terminal. 

—¿Está todo bien? Te oyes un poco triste.

—Bueno —inspiraste profundo, viendo innegable poder retener lo que sentías—. Yo creía que llegaría antes de navidad. Quería hacer algo más que pasármela trabajando hasta tarde en una oficina con una persona que me miró extraño cuando le deseé feliz navidad pasada la medianoche.

Mina rio por el tono de tu voz que lo intentabas mezclar con humor.

—¿Al menos recibiste un regalo? ¿Un ascenso? ¿Aumento de sueldo?

—¿Me preguntas en serio? —Reflejaste una expresión incrédula, la cual Mina ya suponía que tenías—. Creo que lo más amable y navideño que recibí fue el saludo por los altavoces del capitán de vuelo.

Mina volvió a reír, con más estridencia.

—Apuesto a que Bakugõ tiene algo para ti.

—Lo dudo. Si tenía algo quizá ya lo tiró. Con suerte pude llamarlo y avisarle que no iba a llegar para noche buena, y ahora vuelvo el día de navidad, cuando está a dos horas de acabar.

—Él lo entenderá. Ya sabes que no es alguien que le ponga mucha atención a estas fechas.

Las llamadas que le hacías y que terminaban perdidas, te hacían presentir que no era así, aunque apoyabas la creencia de Mina sobre la perspectiva de Katsuki de las festividades.

—Supongo que aunque no le gusten, no significa que quiera estar solo. —Quedaste en silencio, donde del otro lado de la línea se copió a la espera e intuición de que deseabas decir algo más. Y así fue cuando, con un suspiro, confesaste—: Me había invitado a pasar la noche en la casa de su familia... Por primera vez.

—¿Con sus padres? —alzó la voz casi en un chillido.

—Sí, con sus padres. Me dijo que su madre estaba muy insistente y lo tenía cansado diciéndole que quería conocerme más.

—Menuda buena impresión dejaste a tu suegra.

—Gracias —respondiste con sequedad e ironía que apartaste aclarándote la garganta.

—Lo siento, no ayudó eso —rio con pena al notar el tono de tu comentario, y ya podías imaginar su expresión arrepentida—. ¿Sabes qué es lo mejor que puedes hacer ahora? —habló con un entusiasmo que casi se materializa hasta penetrar tus tímpanos. Quedó callada a la espera de una respuesta igual, pero no tuvo más que tu silencio poco animado—. Haz esto: de camino a casa compra una rica comida (una afrodisíaca en lo posible), y cuando llegues ponte el conjunto de lencería de Fuck me, please. Lo volverás loco, y si estaba enojado o molesto se lo quitaras como el hipo.

𝐁𝐀𝐊𝐔𝐆𝐎'𝐒 𝐔𝐍𝐈𝐕𝐄𝐑𝐒𝐄 ‧₊˚✧| 𝐄𝐒𝐂𝐄𝐍𝐀𝐑𝐈𝐎𝐒Where stories live. Discover now