41 - Lo que se tenía que decir.
-Vamos Dylan, despierta. -susurraba Santiago moviendo ligeramente al más joven. -Ya es de noche, tienes que comer algo.
Dylan se removió y luego abrió ligeramente los ojos algo confundido.
- ¿De noche?
-Sí, las nueve para ser exactos. -contestó el castaño sonriéndole con cariño, y es que ver a Dylan despertar de esa manera sin que huyera de él, era simplemente espectacular.
-Es muy tarde, quiero dormir. -murmuró Dylan pasándose un brazo por la cara hasta tapar sus ojos.
Santiago rio con suavidad y lo tomó por el torso haciendo que quedara sentado en la cama.
Justo cuando el azabache iba a reprochar, una mesita de cama fue puesta sobre sus piernas sorprendiéndolo.
- ¿Qué es esto?
-Comida. -obvió el mayor.
-Sé que es comida, pero
-Pensé que debías comer de inmediato para que te sintieras mejor, pero cuando volví estabas dormido y decidí dejarte. Calenté todo de nuevo.
-Santiago
-Es totalmente comestible, sabe bien, lo probé yo mismo y seguro te gustará.
-Espera, ¿tú cocinaste?
Santiago asintió sin importancia y se sentó a los pies del muchacho, que lo miraba estupefacto. Simplemente Dylan no podía creerlo.
Sin decir nada más al respecto, Dylan comenzó a comer. Un caldito de pollo que sabía delicioso, lo cual lo iba sorprendiendo un tanto más. Santiago lo observaba en silencio.
Pasaron varios minutos y Dylan terminó. El castaño se llevó los trastes, volviendo casi de inmediato. Solo entonces sus miradas volvieron a cruzarse.
-Muchas gracias. -susurró el menor viendo cómo se acercaba. Santiago volvió a sentarse, pero esta vez demasiado cerca, al nivel de sus inmóviles muslos, la mano del mayor se posó sobre uno de ellos mientras la intensidad en sus miradas aumentaba.
-No hay nada que agradecer.
-Santiago, necesitamos hablar.
-Lo sé.
Un silencio se creó entre ambos. Dylan entonces no resistió más, bajó la mirada hacia la mano que lo tocaba y Santiago entonces la retiró. Volvieron a verse a los ojos enseguida.
-No somos una pareja. -murmuró Dylan. Su voz sonaba triste y era de esperarse. ¿Hasta dónde quería llegar con Santiago? Ni él sabía, pero tenía claro que buscaría sus propias respuestas.
-Podríamos
-No. No aún. No lo digas todavía. -suplicó tomándole la mano con fuerza.
Santiago lo miró sorprendido y luego observó la unión de sus manos.
-Dylan, no estoy entendiendo. Por la tarde has dicho que...
-Sé lo que dije, y no me retracto. -aclaró interrumpiéndole de nuevo. -Pero, Santiago... sabemos bien que las cosas han sido complicadas, tú lo que me hiciste. ¿Acaso crees que puedo confiar de la noche a la mañana?
-Han pasado años.
-Años en los que estuviste lejos. No te conozco, solo conocí el peor lado de ti y sé que aún eres ese mismo hombre, porque uno no cambia nunca, solo aprendemos.
-Entiendo. -respondió Santiago sonriendo ladinamente. -Y tienes razón. Tal vez soy exactamente el mismo de hace tantos años.
Apresó la muñeca de Dylan cuando sintió que éste iba a soltar su mano, entonces le miró de nuevo a los ojos y pudo percibir el miedo que volvía a surgir en el menor.