Capítulo 10: La despedida

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La despedida

El sol del amanecer comenzaba a asomarse en el frondoso sendero de La Madriguera, iluminando a la familia que se encontraba en el jardín. Todos habían despertado muy temprano ese día, habían acordado ir a visitar a Bill. Ginny también tendría que irse para continuar con sus estudios en Hogwarts y ese día también Harry dejaría La Madriguera para irse a vivir a la que ahora sería su casa, en Grimmauld Place.

Hermione y Ginny habían sido las primeras en despertar. Más que por obligación de su madre, Ginny se había despertado temprano debido a que sabía que ese mismo día se alejaría de Harry y estaba triste por ello. Afuera en el patio ya se encontraban todos listos para partir... todos menos Ron.

—¡Ron, despierta ya! —chillaba una voz tras la puerta de su dormitorio.

—Mamá no iré —vociferaba él, con una voz bastante perezosa.

—Ya estamos por irnos y aún no has salido de la cama.

—¡No saldré!

Pero su madre ya había entrado a la habitación y sin pensarlo dos veces, lo despertó dándole golpes con la almohada en la cabeza. Ella conocía muy bien a su hijo y sabía que en ese momento era la única manera de poder despertarlo. Ron se levantó malhumorado y fue a cambiarse.

Al fin cuando ya todos estuvieran por partir, habiéndose demorado casi media hora más por Ron, usaron un traslador para llegar a casa de Bill y Fleur. No fue más que unos pocos segundos cuando aparecieron en el patio de la casa. Bill notó la presencia de todos y se acercó a saludar.

Harry recordó perfectamente aquel lugar, había estado ahí antes cuando aún buscaba los Horrocruxes. Notó que Bill se acercaba a saludarlo y le extendió la mano sonriendo amablemente. Vio también a Fleur, quien se asomaba por el patio. Ya estaba dirigiéndose a saludarla, cuando se distrajo con la voz de Bill hablando a George.

—¿Todo bien hermano? —preguntó Bill dándole palmadas en el hombro.

—Sí... —respondió George y Harry pudo notar la tristeza en su mirada.

Entonces fue cuando se dio cuenta a lo que se refería Bill, a George aún le afectaba lo que pasó con Fred. Harry se sintió culpable, pero recordó lo que le dijo Ron: «Ninguna muerte fue en vano». Ojalá fuera tan fácil para Harry poder aceptar eso, cuando se siente el más grande autor de todas esas muertes, como si él mismo los hubiera ocasionado. Y el lugar no le ayudaba en absoluto porque sabía muy bien que aquí, en un rincón del jardín, se encontraba Dobby sepultado. Miró el lugar, recordaba perfectamente donde él mismo lo había enterrado. Suspiró pesadamente, controlando el dolor de recordar el pequeño cadáver sobre sus brazos.

Pero Harry dejó ir rápido aquellos recuerdos, no era momento para pensar en ello. No había nada mejor que saber que ahora todo el mundo mágico está en paz. Ya no habría nada de qué preocuparse.

Queriendo despreocuparse de todo, volteó la mirada alrededor y vio a su dos amigos platicando tomados de la mano. Sonrió mostrándose feliz de que los dos al fin después de tanto tiempo estuvieran juntos. Luego su mirada encontró a Ginny y no evitó acordarse que se distanciaría con ella hoy, pero ese no sería ningún problema ya que ambos se volverían a ver muy pronto. Él comprendía muy bien que es importante que ella tenga que ir a Hogwarts. «Ahora no podría estar más feliz» se dijo en mente mientras detenía su mirada en Ginny y le dedicaba una sonrisa.

—Deja de mirar a mi hermana así —Harry regresó a la realidad al oír la voz luego de haber quedado absorto en sus pensamientos.

—No tengo la culpa de tu malhumor —gruñó Harry.

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