Al mudarse, tu madre decide enviarte a la mejor Academia internacional del mundo. Allí descubrirás que no todos tienen los mismos tratos, y que tu respeto en la escuela se define por la Lista de los mejores alumnos.
Para tu desgracia, quedas en la p...
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Estabas nerviosa por empezar en un nuevo colegio. Tu familia acababa de mudarse a una pequeña casa unos días atrás y tu madre no perdió la oportunidad de mandarte a la Academia W, la secundaria más prestigiosa del país. Allí iban alumnos de todas partes del mundo, buscando la exigencia y el éxito que sólo aquel lugar podía brindarles.
Generalmente, para entrar en la Academia W, se debía rendir un examen muy complicado. Mamá siempre había sido muy exigente con respecto a tus estudios, por ello eras la mejor en tu clase y no dudabas en que lo pasarías sin problemas. Así fue como te presentaste aquel día en el imponente y asombroso edificio. Cuando lo viste habrías jurado que era el castillo de un rey, con sus jardines repleto de rosales y estatuas antiguas. Pasaste por debajo de un arco negro, con florituras, donde se leía en letras mayúsculas Academia World, mientras tus pasos resonaban en el largo camino de adoquín. Una puerta gigantesca de roble, subiendo la escalinata de mármol, yacía abierta, dejando entrever parte del lujoso hall de bienvenida. Un elegante joven, de cabellera marrón oscuro, vestido con el uniforme azul de la academia, te esperaba en el último escalón. Mientras te acercabas a él podías sentir su mirada clavada en ti tras esos lentes de marco negro.
—¡Hola! —lo saludaste alegremente, al mismo tiempo que algo en su rostro te llamó la atención: un pequeño lunar cerca de los labios—. Vengo por el examen de ingreso, yo-
—Es por aquí—te interrumpió sin paciencia, dándose la vuelta.
Lo seguiste en silencio por los largos pasillos, escuchando el resonar de los zapatos contra el suelo. Como las clases aún no habían comenzado, todo el edificio parecía abandonado sin nadie más allí. Miraste hacia arriba, preguntándote la altura del techo, justo cuando chocaste contra la espalda del chico. No pareció hacerle mucha gracia, debido a la mueca de enfado en su rostro.
—D-Disculpa...
—Escucha, chica despistada, en este salón es el examen—Señaló la puerta que tenían a la izquierda. Por la ventanilla sólo se veían asientos vacíos.
—Me llamo Aurora, no chica despistada—le respondiste bruscamente por su arrogancia. Pero él no pareció notarlo o quizá ni le importó.
—Roderich Edelstein, delegado de la clase 5 A. Apresurate a entrar, que ya es la hora.
Cruzaste el marco de la puerta, adentrándote en el salón de mala gana, al tiempo que hizo una seña para que te sentaras. Delante del pizarrón estaban esperándote sentados alrededor de un escritorio dos profesores y otro delegado. Este era rubio, peinado rígidamente hacia atrás, y con su gran contextura, la chaqueta azul y la camisa le quedaban tirantes. Ni siquiera levantó la vista cuando te presentaste, estaba muy concentrado en sus hojas. Lucía mucho más serio y maduro que Roderich, si es que eso era posible.
Un profesor te tendió las hojas de examen y te deseó suerte. El hecho de ser la única en el salón hizo que los nervios que días atrás no existieron comenzaran a surgir ¿Era tan difícil como para que nadie más se presentara? El profesor más anciano, giró un temporizador en forma de huevo, anunciando el inicio del examen. Cada tic era esencial. Leíste cada uno de los ejercicios antes de empezar y suspiraste, intentando mantener la calma. Todo eso ya lo habías estudiado antes, sería pan comido. Afilaste el lápiz rápidamente, sintiendo el orgulloso placer de saber que les demostrarías todo tu potencial.
