14 ◇ Relaciones

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Nadie esperaba que a esa hora de la noche cayera una lluvia torrencial

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Nadie esperaba que a esa hora de la noche cayera una lluvia torrencial. Así era Londres, después de todo. Le pediste a tu madre si podía pasarlos a buscar, mientras la aguardabas con Iván bajo el primer techo que pudieron encontrar para refugiarse. Te encontrabas mucho más animada luego de la conversación que habían tenido. Tanto tú como él habían dicho cosas que no se atrevían a comentar con nadie. Y ahora que esa piedra había desaparecido de tus hombre, aunque fuera por unas horas, te sentías totalmente agradecida.

Cuando subieron al Volkswagen, Iván tuvo que encorvarse en el asiento, debido a su enorme estatura que lo hacía llegar hasta el techo del vehículo. Tu madre te miró con unos ojitos graciosos que no pudiste evitar ignorar, unos que interrogaban: "¿otro chico lindo con el sales?". Pusiste los ojos en blanco, procurando que no abriera la boca en el camino. Sin embargo, Iván decidió hacerlo en su lugar. Él y tú madre charlaron todo el trayecto hasta su residencia, y el tema principal de la conversación eras tú, por supuesto. Tú y cualquier cosa que te avergonzara.

—... Aurora puede ser muy terca a veces, claro. Pero ya verás que es como un postrecito una vez que la conoces. De niña podía parecer muy dura, como su padre, pero luego de un rato, volvía llorando a mis brazos. Uno no cambia tanto cuando crece ¿eh?

—Mamá, por favoor—le suplicaste, tapándote la cara con tu chaqueta—. Detente por un segundo ¡estoy acá!

Iván sonrió, entretenido con la situación en la que te había metido.

—Tú no te vas a salvar de esto—le advertiste apuntándolo con el dedo acusatoriamente, roja de vergüenza.

La luna brillaba fresca en el cielo despejado, alumbrando como un farol los techos inclinados de las residencias, para cuando tu madre estacionó frente a su puerta. El ruso las saludó con una voz dulce y tranquila, deseándole específicamente a tu madre que tenga una bonita noche, ganándose toda su confianza. Antes de cerrar la puerta del coche, te miró con su sonrisa traviesa.

—¿Este año juntarás muchos dulces conmigo, devushka?

—Prepara tu disfraz o no habrá buenos dulces —respondiste sonriente, emocionada de que haya aceptado la invitación.

—No sé olviden de Noah —se entrometió tu madre, poniendo en marcha el auto— ¡Spiderman no puede conseguir esos caramelos solo!

Saludaste por una última vez a Iván tras la ventanilla del auto. Para cuando el ruso giró la llave en el cerrojo y se dio cuenta que la puerta estaba abierta, el vehículo había partido. Los sonidos de objetos metálicos estrellándose contra el suelo y unos gruñidos le hicieron recordar que tendría que haber vuelto más temprano. Entró a la sala con un escalofrío recorriéndole la nuca.

—Natalia, ¿qué haces aquí?

Detrás de la albina, un pequeño y encogido chico de tercer año, Raivis, se escondía detrás de su compañero mayor, de cabello largo y castaño, Toris. En el suelo, lo que minutos antes había sido una ensalada de lechuga y tomate, se desparramaba por toda la sala.

Academia World (Hetalia x Lector/a)Där berättelser lever. Upptäck nu