43° Jane Austen, Los Beatles y tulipanes (FINAL)

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—Supongo que no seremos bienvenidos a la fiesta —me dice Julieta cuando me reúno con ellos sosteniendo mi diploma

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—Supongo que no seremos bienvenidos a la fiesta —me dice Julieta cuando me reúno con ellos sosteniendo mi diploma.

—Ni siquiera compré tickets. Prefiero celebrarlo solo con las personas que quiero —les digo.

—Me alegro estar en el grupo de personas que quieres y no con los otros. Juraba que acabarías tu discurso con un: los odio a todos y espero que se mueran —dice Nicole.

—Lo pensé —digo sonriendo. En realidad sí tenía algo muy parecido escrito en lugar del gracias, pero me arrepentí a último momento.

—Gracias por invitarme —Julieta disimuladamente me lleva a un lado.

—Gracias por venir.... No supe de ti en mucho tiempo ¿cómo estás?

—Perfectamente. Terminé con Daniela y como el departamento estaba a su nombre tuve que mudarme con Matías.

—Oh —exclamo, no esperaba eso—. ¿Y qué tal es vivir con él?—quiero saber de qué me perdí, ojalá sea un experiencia horrorosa.

—Imagina a un artista viviendo con su mejor amiga lesbiana. ¿Tú que crees? Es como una pésima comedia americana. Por el lado bueno siempre tiene chicas bonitas que vienen a tatuarse. Es excitante verlas. ¡Amo mi libertad!

Esa es más información de la que quería e imagino que se dio cuenta de lo incómoda que me puso.

Regresamos con el resto y Henry nos ofrece invitarnos a comer a Puerto Madero. Bufete libre, la mejor forma en la que podría celebrar.

Camino a los autos, Arturo e Isabel se me acercan. Sin decirme una palabra ambos me abrazan, despidiéndose. Yo les correspondo, pues es un adiós definitivo.

Cuando estoy por subir al auto, un vehículo azul pasa a toda velocidad junto a nosotros y se estaciona justo adelante con una frenada en seco. Intempestivamente las puertas se abren y Matías e Itu salen de ahí.

Me quedo estática en mi lugar, con una mano en la puerta y la otra apretando mi diploma.

—¡Me cago ya acabo! —grita Matías, caminando hacia mí.

—Igual los alcanzamos —Itu le responde despreocupado.

—Lo siento, de verdad quería venir a tiempo, pero nos quedamos varados en Quillacollo, se nos pinchó una llanta y este imbécil no tenía una de repuesto —Matías explica atropellando sus palabras.

—¿Qué hacían en Quillacollo?—pregunto sobre lo único que logré entenderle.

—Ayer viajamos a Cochabamba, a buscar tu regalo, se suponía que íbamos a llegar en la madrugada.

—¿Me fuiste a traer un regalo? —me confunde. Su imprevista aparición me tiene aturdida y no logro entender todo lo que está pasando.

—Sí —asiente.

Por tu amor al ArteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora