XII. So I told him "don't rush, just give it some time"

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Antes que nada quiero partir con el capítulo diciendo que hay una escena un poco violenta. Ojalá y no se vayan a ofender por eso. Cabe mencionar que la violencia en sí, no es buena.

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El cielo de aquel día es limpio, despejado, claro; de un tono celeste que purifica y atrapa a una tranquila Hollow Town. Atrás queda la neblina de la noche anterior. Los rayos del sol caen plácidamente sobre su rostro, acariciando su piel expuesta, mientras que el aire da una sensación de frescura y de limpieza que lo hacen respirar hondamente. La mañana lo llena todo de un espectacular y cálido ambiente de tonos amarillos y blancos, iluminando el oscuro verde de los arbustos y del asfalto.

De fondo, el sonido del agua que produce la piscina combinándose con el canto de las golondrinas y el resoplar del viento.

Él inspira una vez más, inflando su pecho y dejando expulsar el aire contenido de sus pulmones. Siempre ha disfrutado del efecto que provoca la primavera en Hollow Town. El brillo del sol le quita todo aquel aspecto siniestro y gris que suele tener el pueblo. Los árboles de pronto son más verdes y las flores y rosas que abundan por los senderos pedregosos, cobran vida por la luminiscencia que entrega la estación. La tierra se vuelve fértil, y los días de lluvia no son tan abrumadores y espeluznantes como acostumbran a ser.

La mansión Stark, también, sufre un cambio. Es en primavera y en verano cuando se vuelve menos sombría a diferencia de cómo es el resto del año.

—Señor. — escucha a sus espaldas. Él sin prisa y solemnidad, gira sobre sus talones para observar al criado que lo ha llamado. Jarvis espera pacientemente, haciendo un gesto con su cabeza para que el joven continúe con lo que quiere decir: —Ha llegado correspondencia al buzón.

—Muchas gracias, Frank. Yo me encargo. — dice el anciano amablemente. El muchacho estira ambas manos con lo que es un paquete mediano y una muy pequeña pila de sobres blancos. En cuanto Jarvis recibe los objetos, el joven abandona el lugar, dejándolo a él solo en medio del patio trasero. Una punzada de nostalgia se instala en su pecho cuando ve alejarse a Frank. El muchacho no es tan joven, en realidad, pero él no puede evitar acordarse de sí mismo en su juventud, haciendo los mismos mandatos que el chico que se acaba de retirar. Ha estado toda su vida en esa mansión, sirviendo al mismo hombre por años. El cual logró formar una familia, y que ahora el anciano se permite sentir como propia.

Jarvis no se arrepiente de las decisiones que ha tomado para estar en esta situación. Nunca lo haría. Pero aquello no quita el deseo de no querer que Frank termine como él. Es muy joven, a su parecer, para que malgaste su juventud en servir a unos extraños. Si bien el muchacho puede tener sus propios problemas monetarios, o sus razones para estar donde está; desea desde lo más recóndito de su corazón, que no siga aquí. No estaría bien.

Tiene muchas cosas que vivir.

Suelta un suspiro por el fruto de sus pensamientos, girándose hacia una mesa compuesta de unos soportes de madera de roble y superficie de vidrio. Él acomoda una silla hecha del mismo material que los soportes de la mesa, antes de sentarse completamente y depositar el paquete con los sobres sobre la fría superficie. No es más que un proceso rutinario lo que hace por los siguientes minutos, sólo son facturas y un paquete que, al parecer, ha pedido el joven Anthony. No hay nada diferente en la correspondencia de este día martes, salvo el sobre burdeo que se encontraba oculto y entremezclado entre el blanco de los otros sobres.

Él lo reconoce de inmediato.

Y sabe que es un vano intento por ser discreto, porque fácilmente por el avance tecnológico que hay hoy en día la comunicación habría sido más rápida, en vez que una carta con el característico y pretencioso sello dorado. Algunas cosas nunca cambian, piensa Jarvis, mientras ve el sobre entre sus manos con una mezcla de sentimientos negativos y positivos amontonándose dentro de él, y repasa la firma que hay en una esquina y la letra cursiva y negrita que compone un: "Edwin Jarvis". Las comisuras de sus finos labios forman una mueca imperceptible que, si cualquiera lo viera, pensaría que es una sonrisa ladina. Edwin sabe que obviamente, el propósito que tenía ese envío, ha fallado rotundamente.

AU. ❝I'm not over you just yet❞ ✘ WinterIronWhere stories live. Discover now