Capítulo 5

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Lunes. Primer día de clases, horror.

Mi alarma—o sea mi mamá—me despierta de un grito a las siete de la mañana. Me levanto super nerviosa, casi corriendo a la ducha. Iría a entrar a una escuela totalmente desconocida. Dios, que miedo. ¿Podré hacer amigas? ¿la gente será amable allí? ¿los profesores? Estoy con el corazón a mil.

Cuando bajo al primer piso ya lista, mamá me está sirviendo el desayuno muy apurada, lo siguiente que hace es darme un beso en la mejilla e irse a su trabajo sin antes de desearme la buena suerte. Me quedo sola, con mis papas trabajando tendré que tomar el autobús, lo cual no me agrada en absoluto.

Mientras estoy comiendo, me distraigo usando mi celular para matar el tiempo. Y sí que lo maté, porque ya eran quince para las ocho. Las clases empezaban en quince minutos y yo aquí aún en casa. Me apresuro en ir a lavarme los dientes y tomar mi mochila, para luego cerrar todo y correr a la parada de buses.

Al llegar, estoy moviendo mis pies y manos algo desesperada. Voy tarde en mi primer día de clases y lo que peor es que el autobús aún no pasa. Espero que no hay pasado ya. Tomo asiento y me coloco los audífonos, al menos eso ayuda a calmarme. Estoy mirando mi alrededor, aquí se ve tan contaminado y siempre el cielo está gris, hoy empezó a hacer más frío de lo habitual. Ya es Febrero, por lo cual aún hay días fríos.

Lo bueno es que sólo debo aguantar cinco meses en esa escuela, y luego podré graduarme y entrar a la Universidad. Me abrazo a mí misma para entrar más en calor, colocando una pierna sobre la otra. De vez en cuando miro hacia la calle para ver si pasa el bus o no, pero no se ve nada.

Segundos después, un auto color gris viene hacia acá, bajando la velocidad. Me estremezco, estoy sola aquí por lo que me veo una presa fácil. Con la distancia, apenas puedo verle la cara al conductor, eso es hasta que el mismo vehículo se detiene justo frente a la parada.

Con los vidrios polarizados no puedo observar nada dentro, solamente dos siluetas oscuras. Me quito los auriculares, cuestionando si debo irme o no. En eso, el vidrio del copiloto se baja lentamente.

—Monet —Escucho la voz de Derek, a quien veo primero.

Tiene una sonrisa divertida en el rostro, mientras me observa de pies a cabeza. A un lado de él, hay otro chico, uno que recuerdo haberlo visto esa noche.

—Hola —respondo con nerviosismo, deseando que se vayan.

— ¿Vas a la escuela?

Asiento con la cabeza, mientras tanto el chico que maneja enciende la radio poniendo un tema de hip hop.

— ¿Quieres que te llevemos? —Me observa fijamente esperando una respuesta, pero estoy atónita.

Subirme a ese auto, con dos chicos que no conozco, es lo último que haría en mi vida. Me quedo en silencio, dando una mirada a la calle por si veo el autobús, el cual lo necesito más que nunca ahora. Derek me mira impaciente, haciendo me atreva a hablar.

—Estoy esperando el autobús, muchas gracias.

El conductor resopla, algo molesto.

—Creí que ésta era igual de divertida que su amiga—le susurra a Derek. Enarco una ceja ante su comentario.

Miro la expresión de él, quien no se demuestra molesto por lo que le dijo su amigo. Al contrario, me vuelve a sonreír.

—Vamos, Monet —insiste, haciéndome casi gruñir por su manera de llamarme—déjame ser tu chófer por un día.

Me sorprende lo que ha hecho por mí últimamente, y en cómo se ha comportado. Con lo poco que lo conozco, es verdad, él no es igual a Richard. Pero eso no quiere decir que ya me fío.

Peligroso EncuentroOù les histoires vivent. Découvrez maintenant