♠ Capítulo 19: La primera vez no se olvida y otras ironías

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Cosas que suelo hacer borracha:

1.-Canto todo el repertorio conocido de Cristina y los subterráneos.

2.-Desinhibo la lengua.

3.-Pierdo mis capacidades bípedas.

4.-Entro en la disyuntiva se perder o no la virginidad con el próximo tipo que me saque a bailar.

5.-Olvido completamente como abrir una puerta.

6.-La gente se me multiplica.

7.- Canto a todo pulmón en cuanto me pasan un micrófono (o algo que se le parezca)

8.-Me da hipo

 No, en ninguna parte de la lista dice que olvido lo que hice la noche anterior y eso es porque ¡Nunca jamás olvido lo que hago borracha! Hago estupideces pero tengo conciencia de mis estupideces, siempre. Hace tres meses, por ejemplo, yo y Carmen despertamos en la playa, ella apenas recuerda las circunstancias de nuestro viaje, yo en cambio me acuerdo hasta de las calcomanías en la parte de atrás del auto en que nos fuimos, una decía “Pussy killer” y la otra “Si conduzco mal… jodete”.

Simplemente nunca pierdo la conciencia, es genético, tengo un padre y una hermana alcohólicos, se de lo que hablo. Por lo tanto solo existe una explicación posible para esto ¡He sido drogada! Lo último que recuerdo es esa pastillita blanca y muy probablemente en ese punto de la historia todo se distorsionó. Tendré una muy seria conversación con Carmen en cuanto nos encontremos, pero antes ¿Dónde hay agua oxigenada? Debo comprobar que esa mancha en mi cama no es sangre, sino algún tipo de tinte rojo que conseguí durante mi borrachera ¿Sirve el agua oxigenada si la sangre está seca? Demonios, no tengo ni idea.

Me acerco luego de reencajar mi mandíbula en su lugar y analizo la manchita. No necesito químicos para determinar que eso efectivamente es sangre, aunque, podría ser sangre de casi cualquier lugar de mi cuerpo. Mi nariz sangraba ayer, perfectamente pudo salir de ahí, aunque esté justo a la mitad de la cama cabe la posibilidad de que me mueva mucho de noche y que mi nariz sangrara en el momento exacto en que mi cabeza atravesaba ese punto… suena ilógico. No será que yo y Gab… ¡No! Descartemos otras posibilidades primero. Hago una revisión rápida de todo mi cuerpo, a parte del moretón en mi muñeca no hay rastro de ninguna otra herida, rasguño o marca ¡Marca! La última vez que yo y Gabriel… ya saben, me dejo una marca. Si remotamente hubiera sucedido alguna cosa es muy probable que tenga huellas visibles.

Corro al baño como si escapara de un derrumbe y me quito la polera ¡Mierda! ¡Estoy llena de marcas! En los senos y en el cuello, son como pequeños moretones que cubren mi piel de manera grosera pero suave, no se ven a simple vista pero con luz potente y un espejo gigante son evidentes. Cuento unos siete. Tres en mis senos, tres en mi cuello y uno en mi hombro, uno con forma de dientes ¡Remierda!

Solo existe una persona que puede solucionar mis dudas, se encuentra a pocos metros de aquí, bajo la ducha caliente. Pero antes debo buscar alguna explicación no sexual para esto, es en serio, no puede ser que haya perdido la virginidad sin enterarme. No-puede-ser.

La ampolleta se me ilumina y recuerdo una de las cosas que hice antes de salir. Tomo una de las cremas de mi baño y analizo el contenido, busco en la etiqueta los ingredientes y leo en silencio. Entre tanto nombre impronunciable está “extracto natural de flores”, flores a las cuales soy alérgica ¡No son marcas, es alergia!—léase el “es alergia” como un aleluya— quizás no cubre la marca de dientes en mi hombro pero por lo menos descarto que las otras seis ronchas fueran provocadas por las costumbres caníbales de Gabriel. Cuando compré este producto pensé que podía hacerme mal, claro está que si lo hace.

Ya, primer punto resuelto, ahora le sigue la sangre y la luego la ropa. Pensemos ¿De donde salió esa sangre…? Donde, donde, don… ¡Ya se! No es mía, es de Gabriel. Llego tan borracho que no logró llegar a su cama y se acostó en la mía—al igual que la vez anterior—, se desvistió y por algún motivo que desconozco sangraba y ¡Puff! Misterio resuelto, ahora a desayunar.

El departamento de salvadorWhere stories live. Discover now