♠ Capitulo 3: Maletas, desayuno y lámparas

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El sábado llega rápido, y cuando dan las nueve ya tengo todo empacado y listo para mudarme. No tengo muchas pertenecías la verdad. Mi ropa, mis útiles de aseo personal, dos juegos de sabanas, mi notebook y las cosas de la universidad (libros y cuadernos en su mayoría).

Organizo todo para poder transportarlo amarrado a mi maleta con ruedas y parto a mi nueva dirección, no sin antes despedirme de la señora Sonia. Esta con su sobrina, le echo un ojo. A cuadras se le nota lo puta. Falda corta, escote hasta el ombligo y botas de taco aguja. Masca un chicle con la boca abierta y me mira con desprecio. Ya veo por que era tan urgente que se mudara con su tía, un minuto más sin supervisión y la hubieran embarazado.

Tomo el metro dos estaciones hasta salvador, paso bajo la inquisidora mirada de don Germán quien me lanzaría agua bendita si pudiera. Yo también me siento pecadora, pero no es necesario restregármelo en la cara.

Entro en el ascensor junto con un hombre, me mira de reojo. No se si será mi imaginación pero creo que hay un atisbo de recriminación en su mirada. Es imposible que sepa que me estoy mudando con dos muchachos que no conozco, aun así me juzga con los ojos semi cerrados.

Llevo puesto el único vestido que tengo, uno celeste con mariposas blancas y zapatos que me hacen ver cinco centímetros más alta.

“Se lo que intentas Camila ¡Y no es lo que una señorita de buena familia haría!” estoy casi segura que eso es lo que piensa el hombre a mi lado.

Bajo en el quinto y camino decidida hasta el departamento cincuenta y cinco. Toco el timbre. Los dos muchachos me reciben contentos, han limpiado completamente el lugar con motivo de mi llegada. Mi cama esta hecha, mi baño rechina de limpio. En la cocina hay pan recién tostado, palta molida, leche tibia y cachitos con manjar. Desayuno de bienvenida.

Dejo mis cosas en el cuarto y camino a la cocina. Ellos ya están comiendo. Me siento junto a Gabriel, hay seis puestos pero este será, al parecer, mi lugar durante el tiempo que me quede. Frente a mi está Alejandro, y a mi lado, en la cabecera, Gabriel. Parecen recién duchados, el cabello les gotea y la ropa se les pega, ambos van vestidos muy ligeros, poleras anchas y pantalones cortos, sin zapatos.

Son la diez y media, fuera es trafico esta calmado y un par de perros ladran.

—Cuéntanos algo de ti Cami, te puedo llamar así ¿Cierto?—interrumpe Alejandro mis pensamientos.

—Claro, no hay problema.

—¿Que estudias?

—Ingeniería comercial, voy en segundo

—Interesante, yo voy en cuarto de diseño y Gabriel en tercero de leyes.

—¿De que universidad?

—De la tuya…—se burla Gabriel—¿Como crees que puse el papel en el tablero de informaciones?

Lógico. Me siento ligeramente estúpida pero no lo demuestro.

—¿Eres de región?

—No, mi familia vive en Santiago pero prefiero tener mi espacio—hacen un silencio, se nota que no quiero hablar de eso así que cambian de tema radicalmente.

—¿Te gustaría que habláramos de limites? Nunca hemos vivido con una chica pero sabemos que algunas de nuestras acciones podrían molestarte—comenta Alejandro. Parece ser más maduro y centrado que Gabriel, incluso más conversador. Recuerdo a la rubia desnuda en su cuarto, quizás es muy pronto para sacar conclusiones.

—No soy muy exigente—respondo.

—Perfecto…—acota Gabriel.

—Entonces te diremos las nuestras—saca una lista de papel de su bolsillo—primero: nada de hacer el ambiente más hogareño… todo está bien tal cual como es. Es decir, nada de jarrones, cuadros, o flores.

El departamento de salvadorWhere stories live. Discover now