♠ Capitulo 2: Cordura y dignidad

11.3K 665 26
                                    

CJ. me da los buenos días con un tono alegre y se que es hora de levantarse. Me arrastro a la ducha sin ánimos de nada, mis sueños han sido normales así que no me molesta la cháchara sexual de las chicas en el baño, ni siquiera le pongo atención. Estamos a jueves y parece que todo anda mejor que hace dos días, cuando todos los hombres me parecían un trozo de filete. Vuelvo a mi cuarto y me visto.

CJ. avisa calor apocapilíptico para esta tarde, “35 ºC, con probabilidades que lluevan patos asados” dice. Saco entonces la única falda de mi armario, una blanca, suelta, hasta la rodilla que utilizo para los certámenes orales, tomo una polera negra con diseño de flores blancas y hago juego, sandalias y listo, preparada para un caluroso jueves de octubre. Amarro mi cabello en un moño alto dejando mi rostro libre.

Me siento fresca y liviana, no quiero acostarme con el primer vago de turno, he estudiado todo para el control de economía, hoy es mi día.

—Hoy no es mi día—le digo al portero del edificio de Salvador—me ha pasado de todo—me mira con cara de cansancio—enserio, llegue tarde a clases por un choque en la Alameda y tuve que ser interrogada oralmente, estudie una materia equivocada para un control, derrame bebida sobre mi falda blanca, y camino hacia acá me caí botando todas mis cosas al suelo, ahí perdí el papel en donde anote el numero de departamento ¡Junto con mi dignidad!

—Señorita—dice el anciano cansado de mis excusas—no me importa si le cayó un meteorito, si no me dice el numero de departamento no puedo abrirle la puerta.

—Se que esta en el quinto piso y que su dueño se llama Alejandro.

—Hay tres Alejandros en ese piso.

—¡Vive con otro chico!—respondo con emoción.

—¿Y como se llama ese otro chico?

—No lo se—escondo mi cara tras mi pelo y miro al suelo, mi rodilla sangra por el golpe. Ha sido un día duro y ni siquiera va a la mitad.

—¿Camila?—escucho una voz conocida a mis espaldas. Me giro y veo al muchacho numero dos entrar en escena, va con una polera azul lisa, jeans y zapatillas. De pronto no me parece tan sexy, guapo, pero no sexy. Lleva una bolsa con víveres en una mano y llaves en la otra.

—Tú eres el otro muchacho—digo con emoción—es él, él vive con Alejandro—el anciano frunce el ceño.

—¿La conoce don Gabriel?

—Sí Germán, es la nueva inquilina.

No parece aprobar la proposición liberal de dos chicos viviendo con una chica, yo tampoco la apruebo pero estoy desesperada. Hace una hora me avisaron que el único departamento que pude encontrar había sido tomado por otra chica con una mejor oferta. Mis amigos me habían dado la espalda por diversas razones justificadas, así que mi única salida era el papel de los chicos de salvador.

—Pasa por favor—dice abriéndome la puerta. Subimos al ascensor en silencio—¿Qué te hizo cambiar de opinión?

—Desesperación, no tengo donde mas ir.

—¿Enserio? Me lo hubieras dicho antes, así no hubiera limpiado.

Lo miro con la ceja levantada. Es muy alto y se ve desgarbado, el cabello revuelto no muy corto ni largo negro como la noche, delgado pero atlético, con aspecto despreocupado y mirada perdida.

—¿Cuánto mides?—se me escapa en un momento de desconcentración.

—Uno ochenta y ocho—dice divertido—tú mides como uno sesenta ¿No?

—Sesenta y seis.

Llegamos al quinto y entramos al apartamento, el papel aun se esta cayendo y la alfombra sigue sucia y roída, pero huele a limpio, se siente limpio.

El departamento de salvadorWhere stories live. Discover now