Extra nro. 2

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Sai y Val


El autobús que pasaba buscando a Val y Sai era un transporte que La Asamblea contrataba para todos los chicos que lo necesitaran. La primera vez que los chicos se habían subido lo hicieron felices porque por fin tenían una esperanza de salir de ese inmundo y tétrico orfanato. Hoy en día, esa felicidad se conservaba, porque mantenían vivo el sueño y la ilusión de que saldrían de allí más temprano que tarde.

En cuanto llegaron al orfanato, sus sonrisas se borraron. Vivir en ese lugar no era fácil, los chicos muy "contentos" de estar allí eran acosados por los mayores, aquellos cuyas esperanzas de ser adoptados habían sido pisadas innumerable veces, hasta volverlos resentidos a cualquier rayo de alegría que pudieran percibir. Eso pudo haberle pasado a los hermanos si no hubiese sido porque desarrollaron sus poderes y Roberta, una de las trabajadoras del orfanato, se comunicó con La Asamblea, quienes le dieron la mejor de las noticias que habían recibido. Por esa razón, aun sus esperanzas e ilusiones estaban intactas a pesar de lo difícil y depresivo que pudiese resultar la vida en el orfanato.

—Hoy me toca limpiar la cocina—dijo Sai con pesar en cuanto entraron a su diminuta habitación

Lanzó el bolso con los libros sobre la cama. Había sido un día muy largo en la universidad y le esperaba una noche peor.

—A mí el salón común—respondió Val lanzándose en la pequeña cama mientras tapaba sus ojos con el brazo— y hoy los mayores tienen el control de la programación y ya sabes cómo se ponen.

—Intercambiaremos—informó su hermano—. Te quiero lejos de esos babosos.

—Oh por Dios sí. Hablaré con Roberta para que intercambie nuestros nombres en las hojas de actividades.

Eran pasadas las diez de la noche cuando Sai, entró en la habitación agotado. Sus manos estaban adoloridas y aun húmedas por todas las veces que tuvo que estrujar la mopa para limpiar el piso. Por lo menos olía bien. Odiaba el olor al cloro con el que tenía que limpiar cada esquina del salón, pero descubrió con los años, que enjabonarse las manos con un poco de café quitaba el olor del cloro con gran facilidad. Así que siempre guardaban un poco del café de la universidad para asearse cuando las jornadas de limpieza terminaran. Se lanzó al lado de su hermana, quien lo esperaba sentada en la cama con las piernas cruzadas mientras terminaba de realizar la tarea de ambos.

Sai enterró la cara en la almohada y soltó un fuerte suspiro. Su hermana acarició su cabello con sus manos también oliendo a café y jabón.

—Muy bien. Comienza—pidió Sai a su hermana para que empezara a explicar las tareas que había hecho por él y ponerlo al día con lo que les tocaba estudiar para el día siguiente. Tenían un acuerdo de realizar las tareas del que le tocase quedarse hasta tarde con las actividades del orfanato, y ayudarlo a estudiar.

Le debían mucho a Roberta, pero principalmente que había logrado de alguna forma, que les tocaran las mismas clases a los hermanos, sabía que se necesitarían el uno al otro para poder aprobar.

Lo que más deseaba Roberta para ellos es que fuesen adoptados por una misma familia, pero en todos los años que llevaba allí ninguna familia los había querido a los dos, y los hermanos se habían negado a separarse. Para cuando cumplieron doce años dejaron de llegar solicitud de adopción y los hermanos hasta sintieron alivio, porque siempre vivían con el temor de ser separados. Pero por el amor que se profesaban los hermanos, Roberta, procuraba ayudarlos en todo en lo que tuviese a su alcance, para que los hermanos pudieran graduarse y tener un mejor futuro cuando ya no estuviesen bajo control tutelar del gobierno noide.

—Te guardé unos bocadillos adicionales—le dijo Val, ofreciéndole unas donas envueltas en servilleta.

Sai las tomó mientras se reincorporaba y besaba a su hermana en la mejilla. Tomó una y le ofreció la otra a Val, dándole la típica mirada de hermano mayor que le indicaba que no aceptaría un no por respuesta. Val giró los ojos, aunque nunca le confesaría que le parecía adorable que se preocupara tanto por ella.

—¿Crees que haya estado bien Sami?—preguntó Sai con la boca llena.

—Creo que si, dijo que le faltaba poco para terminar. Además Ythan aún no se había ido.

—No confío en Ythan—respondió apretando los puños y dando un mordisco más fuerte de lo necesario a la dona—. Creo que es un imán para los problemas—insistió el chico.

—Pues yo creo que estás celoso—bufó divertida.

Sai giró los ojos cansado de que ella siempre llegase a la misma conclusión. Tras un minuto de silencio donde terminaron de comerse los bocadillos. Val comenzó a decirle a Sai todas las tareas que había hecho y a explicarle y resumirle lo que había leído. Cuando casi eran la una de la mañana decidieron acostarse.

—Por el resto de la semana, nos tocará limpiar las oficinas administrativas—anunció Val alegre—. Estoy segura de que fue Roberta la que se encargó de eso.

De todas las actividades de limpieza, esa era la más sencilla y menos asquerosa. Además siempre les daba la oportunidad de enterarse de cualquier chisme del orfanato y de sus trabajadores.

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Espero que hayan disfrutado de este extra tanto como lo hice yo escribiéndolo. ¿Qué tal les ha parecido la historia hasta ahora?

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Gemas de Poder: Sobrevivir Con PoderesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora